Vi la luz del horizonte. Naranja era el cielo, frío el aire. Miré los ojos azules del muchacho de los tatuajes. Su belleza no se comparaba con nada. Y yo, una persona, simplemente eso.
Pensé en mi familia, en mi hogar, en los animales. Pensé en los humanos del mundo, los hombres, las mujeres, los niños y niñas. Pensé en el sentir, en amar. Pensé en él. Pensé en mí.
Comencé a llorar entonces.
La muerte se acercó. Sonrió.