Justicia

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Unas semanas más tarde, llegó el juicio contra el vendedor de la botica Slug&Jigger. En principio, dicho individuo tenía todas las de perder, ya que unos expertos del Departamento de Seguridad Mágica habían inspeccionado su tienda y habían comprobado que todos los frascos que llevaban el letrero de amortentia, en realidad la contenían mezclada con filtro del deseo. Como la comercialización de este último filtro estaba prohibida, el vendedor había querido deshacerse de él de algún modo.

Severus estaba sentado en el centro de una gran sala circular, con cientos de ojos puestos en él. Era su turno; le tocaba declarar en calidad de testigo para ayudarle a Lily a ganar el juicio. Le acababan de preguntar qué había sucedido cuando había ido a comprar la poción.

-Entré, esperé en la fila, y cuando llegó mi turno, pedí amortentia -explicó el joven.

Su mirada se cruzó con la de Lily durante unos instantes. Obviamente, ella estaba muy atenta a lo que decía.

-Pero no es eso lo que me vendieron -siguió hablando Severus-. Me vendieron una otra cosa. A decir verdad, la poción sí llevaba amortentia, pero muy poca. La mayoría era filtro del deseo, como habrán podido comprobar al analizar la prueba. Yo me di cuenta... demasiado tarde.

Los allí presentes empezaron a murmurar en voz baja.

-¡¿Y qué?! -se alteró el dependiente de Slug&Jigger-. ¡Seguro que querías usarla para lo mismo!

-¡Silencio! -pidió el juez.

Severus volvió a mirar a Lily, pero esta vez, ella tenía la mirada fija en el dependiente, al cual fulminaba con la mirada.

-No -repuso el chico-. No quería usarla para lo mismo. Yo... quería retomar mi amistad con la señorita Evans. Eso era lo único que pretendía. Yo pedí amortentia y me dieron algo distinto. Eso es lo que nos ocupa en este juicio, ¿no?

-Ciertamente, señor Snape -concedió el juez.

A continuación, hablaron otros testigos, y finalmente hubo una votación en la que se declaró culpable al vendedor.

Al terminar el juicio, Lily salió rápidamente de la sala y Severus fue tras ella. Pero antes de alcanzarla, alguien lo llamó. Era Horace Slughorn, que había estado presente en el juicio.

-Espera, Severus -dijo el profesor-. Se me olvidó decirte una cosa el otro día.

-Disculpe, tengo que hablar con Lily -repuso el joven, creyendo que como no aprovechase esa oportunidad, tal vez no tuviese otra.

-No te entretendré -aseguró Slughorn, y añadió en voz muy baja-: El que no debe ser nombrado se cambió de nombre. Antes era conocido como Tom Sorvolo Ryddle. Quizás eso te ayude en... lo que te comenté. Cuanto más sepas, mejor. Sólo era eso.

-Bien, lo tendré en cuenta -declaró Severus.

Se despidió del profesor y alcanzó a Lily en el vestíbulo del Ministerio.

-Quería hablar contigo -dijo él.

-Está bien -concedió ella-. Yo contigo también, pero tendrá que ser rápido. Llevo algo de prisa.

El joven iba a decir algo cuando oyó que una voz familiar lo llamaba.

-¡Severus! -gritó una voz de chico-. ¡Eh!

Él giró la cabeza y vio a Lucius Malfoy. Se sorprendió de verlo allí, en el Ministerio. Severus ya no sabía qué pensar de él; no lo había vuelto a ver desde su reunión con Voldemort y ya no confiaba en él como antes, ya que le había proporcionado al mago oscuro su dirección de la Hilandera.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora