Los Herederos de Slytherin

166 13 2
                                    

Sophia y Draco se encontraban en el despacho de Severus, a primera hora del lunes quince de febrero. Filch ya había puesto al corriente al profesor sobre los acontecimientos de la noche anterior.

-... Filch dice que salíais de la biblioteca -estaba diciendo Severus-. Qué curioso... ¿tantas ganas tenéis de estudiar? No, no lo creo -los fulminó con la mirada-. Conocéis de sobra el horario. Me gustaría saber... qué es lo que buscabais allí... mientras estaba cerrada.

-Fue Sophia la que quiso ir -contestó Draco inmediatamente-. ¡Yo quería ir al baile! Pero... ¡ella me obligó! ¡Me pidió que la acompañase! Le daba miedo ir sola, y yo la acompañé por caballerosidad.

-¡Eso es mentira! -saltó Sophia-. ¡Yo quería ir sola! ¡Tú insististe en acompañarme!

-¡Silencio! -pidió Severus-. Por el motivo que fuera, los dos habéis ido. Y ahora... a mí me gustaría conocer ese motivo.

-¡Sophia quería mirar cosas en la Sección Prohibida! -explicó Draco-. Maldiciones, contrahechizos, pociones...

La niña fulminó a Draco con la mirada, pensando que le habría sido mucho mejor ir sola. Ella tenía pensada una disculpa por si la pillaban, y ahora ya no podría emplearla.

Severus le dirigió a su hija una mirada penetrante.

-Si se llama Sección Prohibida -dijo el profesor- es por algo. Sois demasiado jóvenes, no tenéis autocontrol, no podéis discernir en qué momento usar esos hechizos o pociones. Son peligrosos, y algunos es mejor no usarlos nunca. Pero vosotros os creéis que lo sabéis todo, que lo podéis controlar todo... -miró a Draco-. Se lo diré a tu madre, Malfoy -luego miró a Sophia- y a ti, como me entere de que has vuelto a mirar libros de la Sección Prohibida sin la autorización de un profesor, pondré a un elfo para que te vigile por el castillo.

Severus miró el reloj. Había algo que quería contarle a Sophia, pero se hacía tarde, tendría que decírselo a otra hora.

-Id a desayunar -les pidió a los niños.

Ellos salieron del despacho. Draco empezó a soltar bromas sobre lo inútiles que le parecían los de Gryffindor, pero Sophia no le prestó atención. El niño había intentado echarle las culpas a ella, y eso no le gustaba.

Acababan de llegar las lechuzas con el correo y había un gran revuelo en todas las mesas. En la de Slytherin, Laura Mulciber les hizo unas señas a Sophia y a Draco para que acercasen y les mostró una hoja de periódico.

-¡Han encontrado el cadáver de Quirrell! -explicó Laura-. ¡En un bosque no demasiado lejos de aquí! Y los expertos dicen... que el cuerpo estaba afectado por mucha magia oscura.

Edward Avery acercó su cabeza a las de Draco y Sophia para que sólo ellos lo oyesen.

-Sabéis lo que eso quiere decir, ¿no? -susurró-. Debió de matarlo el Señor Tenebroso. No anda muy lejos... Chicos, esta noche, reunión de los Herederos. Es importante, no faltéis.


Sophia acudió a todas las clases del día, y de vuelta a la sala común, un prefecto la llamó.

-¡Snape! El profesor Snape quiere verte -le dijo-. Ahora.

Sophia ni siquiera entró en la sala común. Sería mejor no hacer esperar a su padre, así que se dirigió directamente a su despacho. Por el camino, fue pensando que seguramente él le volvería a reñir y que le pondría otro castigo más aparte del que ya había cumplido con Filch. Llamó a la puerta y su padre abrió enseguida.

-Hay algo que quiero decirte -anunció Severus, y lo hizo sin más preámbulos-: Vas a tener un hermano o hermana.

El rostro de Sophia fue de sorpresa durante unas décimas de segundo, y luego, enseguida se ensombreció. Tragó saliva, un poco confusa, y preguntó, con una gélida mirada:

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora