Un camino solitario

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-Buenos días, ¿cómo estás? ¿O debería decir "buenas tardes"?

Severus escuchó esas palabras como si le llegaran desde una retransmisión lejana. Pero nada más lejos de la realidad. Alguien le estaba tirando de la camisa, y al abrir los ojos, lo primero que vio el joven fue el rostro de Albus Dumbledore, que se encontraba de pie.


Severus estaba acostado en el sofá. Llevaba días sin apenas pegar ojo y se había quedado dormido allí. El suelo del salón estaba lleno de borradores de cartas que él había redactado con la intención de enviárselas a Lily. Sin embargo, en ninguna le parecía haber usado las palabras adecuadas, con lo cual, había tirado los papeles por el suelo, arrugados y sin el mínimo orden.

Cuando se dio cuenta de que Dumbledore estaba allí, el joven se incorporó, sentándose en el sofá. Y al recordar que había dejado las cartas tiradas por el suelo, deseó que el director de Hogwarts no las hubiese curioseado mientras él dormía.

-¿Te encuentras bien? -insistió Dumbledore.

Severus se frotó los ojos y se pasó una mano por el pelo, consciente de estar despeinado.

-No -respondió-. Como ya habrá deducido.

El joven vio que el director le ofrecía una bandeja con el desayuno.

-Necesitas comer -comentó Dumbledore-. Perdona que haya entrado en tu casa, puede parecer algo invasivo, pero es que no me abrías. Y por lo que cuenta Tom, el del Caldero Chorreante... bueno, me tenías preocupado.

Severus no había vuelto a salir de casa desde que había llegado tras el incidente en el bar. Había escrito compulsivamente cartas para Lily, buscando una frase que a ella le hiciese perdonarlo, como si cierta combinación de palabras constituyese una fórmula mágica con la cual conseguirlo. Y aparte de eso, se había dedicado a lanzar maldiciones contra el diario de Tom Ryddle, para descargar su frustración. Pero ninguna había causado el mínimo efecto en el cuaderno, que seguía intacto. Pensaba hablar con Slughorn para comentárselo, pero eso tendría que esperar, pues en aquel momento, Severus se sentía demasiado hundido como para ir a hablar con nadie.


El joven miró el reloj. Eran las doce del mediodía. Entretanto, el director se sentó en el sofá, a su lado.

-Muchacho, ¿qué te pasa? -inquirió Dumbledore-. ¿Por qué estás así?

Severus no paraba de recordar mentalmente lo sucedido en el bar. Había llorado mucho durante los días anteriores. Ahora parecía que ya no le salían más lágrimas, sin embargo, sentía un penetrante dolor mental.

 Ahora parecía que ya no le salían más lágrimas, sin embargo, sentía un penetrante dolor mental

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-Me peleé con Lucius -respondió.

Sabía que su aspecto era muy descuidado, y no le apetecía hablar con Dumbledore en ese estado, tan hundido como se encontraba. Quería estar solo.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora