Hacía tiempo que Severus no estaba tan contento como ahora: había conseguido que Lily tuviese un mejor concepto de él, e incluso había accedido a verlo el siguiente fin de semana. Sin embargo, algo ocurrió que, al menos momentáneamente, perturbó esa sensación de felicidad.
-¡Evans! -por el pasillo, Severus oyó la voz de McGonagall llamando a Sophia. La profesora parecía muy enfadada-. ¡No te muevas de aquí! ¡Luego le contaremos lo ocurrido al jefe de tu casa!
Él se acercó sigilosamente por el pasillo, y al doblar la esquina, vio un corro de alumnos y a McGonagall.
-¡Venga, vamos! -ordenó la profesora-. ¡Todos fuera! ¡A vuestra sala común! Menos tú, Evans. Tú quédate aquí.
Los alumnos se dispersaron, y entonces Severus vio que había un alumno tendido en el suelo, sangrando por la pierna izquierda. Pronto se dio cuenta de que se trataba de Cormac McLaggen. La profesora McGonagall le estaba realizando hechizos para frenar la hemorragia. Por su parte, Sophia estaba muy pálida y evitaba mirar a McLaggen, daba la impresión de que se mareaba al ver sangre. Entretanto, Severus se acercó y se dio cuenta de que las heridas del muchacho parecían producidas por un sectumsempra. ¿Pero cómo iba a ser posible? ¿Quién conocía esa maldición en Hogwarts, aparte de él?
-Minerva, ¿qué ha pasado? -preguntó el profesor.
-Ah, Severus, menos mal que estás aquí. Evans le ha hecho esto a McLaggen.
El profesor miró a la niña con dureza. McLaggen era un sinvergüenza y a saber qué le había hecho él a Sophia para desatar su ira, sin embargo, Severus no podía permitir que los niños fuesen por los pasillos lanzando maldiciones.
-¿Qué maldición has usado? -preguntó él, a pesar de estar prácticamente seguro de la respuesta.
-Una de un libro -contestó Sophia, en voz baja.
-Una de un libro... No tengo tiempo de ponerme a investigar entre cientos -comentó Severus-. Sé más específica, niña.
Sophia miró a ambos lados, asustada, antes de responder:
-Sectumsempra.
Lo sabía. Ya le preguntaría dónde la había aprendido, no obstante, lo primero era ocuparse de McLaggen. Ese alumno era un repugnante, pero no podía dejarlo así.
-Yo me ocupo de la contramaldición -dijo Severus.
Se inclinó al lado del muchacho, y a medida que pronunciaba "vulnera sanentur", las heridas se iban cerrando. McGonagall observaba de pie, al lado de Sophia. La niña miraba a otro lado para no ver el charco de sangre en el suelo.
-Ya lo llevo yo con Pomfrey -dijo la profesora.
-Bien. Evans, tú ven conmigo -pidió Severus.
Se dirigieron a las mazmorras, a su despacho. Él agarraba a Sophia de la muñeca, y como andaba a paso rápido, la niña casi tenía que correr para alcanzarlo.
Una vez dentro del despacho, Severus cerró la puerta y preguntó inmediatamente:
-¿Dónde has aprendido ese hechizo?
-En un libro -contestó Sophia, débilmente.
-¿En cuál?
-Perdone, profesor. Me mareo.
-Siéntate -dijo Severus.
La agarró del brazo, le dejó la mochila en el suelo y le ayudó a sentarse en una silla, frente al escritorio. Sophia apoyó la cabeza en la mesa, sobre la mejilla izquierda. Severus le suministró una poción adecuada y le ofreció la caja de bombones que había rechazado Lily, que aún estaba sin abrir. El profesor esperaba que se le pasase pronto el mareo a su alumna, pero al mismo tiempo, se preguntaba cómo se le podría haber ocurrido usar una maldición si se mareaba al ver sangre. El sectumsempra no era para gente como ella...

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Una Evans en Slytherin
أدب الهواةSeverus quiere retomar su amistad con Lily. Así pues, emplea una poción con ella para hacer que quiera oír sus disculpas. Pero la poción está adulterada, Severus no lo sabe, y sucede algo inesperado... En esta historia, Lily no le hace ni caso a...