El profesor Snape

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Creo que reconozco tu cara, aunque nunca antes te haya visto.

Severus Snape, completamente vestido de negro, abrió la mazmorra en la que enseñaría Pociones, dándoles paso a unos ruidosos alumnos de primero. Estaban mezclados los de Gryffindor y los de Slytherin.

-Silencio -pidió, antes de que ni siquiera le diera tiempo de llegar a su escritorio.

El alboroto le molestaba mucho y se le estaba pasando por la cabeza la idea de que tal vez hubiera otros trabajos más adecuados para él.

Era muy joven para ser profesor, y los alumnos lo sabían. Cuando mandó callar, algunos obedecieron, pero los que entraban rezagados, lo hacían armando alboroto. Dos Gryffindors lo miraron al entrar y comentaron algo entre ellos. De esa pequeña conversación, Severus escuchó claramente la palabra "murciélago", mientras lo miraban a él y sonreían. Entonces, él se acercó enseguida a ellos, y con el semblante más serio que había adoptado en su vida, les dijo:

-Cada uno de vosotros pierde diez puntos para Gryffindor. Durante esta semana, cumpliréis castigo con Filch, todos los días después de cenar.

"Condenados mocosos" -pensó para sí-. "Ningún otro niño volverá a reírse en esta mazmorra".

Y a partir de entonces, además de cumplir ese propósito exitosamente, Severus se dedicó a buscar por el castillo objetos que pudieran ser horrocruxes, pero no encontró ninguno. Y por las cartas que recibía, averiguó que Narcisa y Slughorn tenían la misma suerte que él en ese tema.

Querido Severus: -decía la carta de Narcisa-

Espero que mi lechuza te encuentre, porque he comprobado que has dejado la botica. Bien hecho.

Lucius vuelve a mostrarme sus deseos de que Draco sea mortífago, así que yo estoy buscando desesperadamente lo que tú ya sabes, pero no encuentro más. ¿Qué tal vas tú con eso?

Tendrías que ver a Draco, ha crecido mucho desde la última vez que lo has visto.

Esta vez quiero que me contestes; necesito saber que estás bien. Utiliza el nombre de mi hermana en tu carta.

Cuídate.

Espero tu respuesta,

Cissy.

A Severus le disgustó casi todo lo que decía aquella carta. En primer lugar, que Narcisa no hubiese encontrado más horrocruxes era una mala noticia. Y asimismo, al joven no le parecía nada honesto el tipo de matrimonio que tenían Lucius y Narcisa. Además, la lechuza de la chica sí que había sabido llegar hasta Hogwarts para llevarle a él la carta, pero cuando él trataba de encontrar a Lily de esa manera, la lechuza volvía a él, incapaz de encontrar a la pelirroja. Y eso a Severus le producía desesperación. No era justo que la lechuza de Narcisa lo encontrara a él, mientras que ninguna de las que él había utilizado lograba dar con Lily. Y finalmente, no le apetecía contestar a la carta haciéndose pasar por Andrómeda. Pero a pesar de todo, sí que respondió. No quería que Narcisa se enfadase, pues necesitaba colaborar con ella para destruir los horrocruxes.

Hermana: -escribió, desfigurando la letra-

Sobre lo que me has preguntado, no hay novedad.

Yo estoy bien.

Mantenme al corriente.

Besos para Draco,

Andrómeda.

Severus había escrito las palabras "besos para Draco" pensando que afortunadamente, no tendría que besar a un niño que a buen seguro tendría mocos colgando de la nariz. No obstante, había querido utilizar esa expresión para que su falsa identidad resultase creíble.

Ese tipo de cartas se repitieron durante varios años. Pero además, a veces Severus encontraba los escritos de Narcisa demasiado cariñosos; la joven le contaba que deseaba verlo para hacer con él cosas que, como Lucius llegase a leer, la meterían a ella en un lío y disolverían el matrimonio. Esas cartas subidas de tono terminaron todas en la chimenea del despacho de Severus, hechas cenizas. Él le tenía cierto aprecio a Narcisa, pero estaba seguro de que esas cartas coincidían con períodos en los que ella estaba enfadada con Lucius, que eran fruto del despecho. Y además, él nunca, ni de lejos, había sentido por Narcisa algo como lo que había sentido por Lily.

Septiembre de 1990

Un nuevo curso escolar empezaba. Severus suponía que sería, en esencia, como todos los anteriores. Él era el jefe de la casa de Slytherin; Dumbledore le había dado ese cargo, pero no el de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Severus se lo pedía todos los años, y el director siempre le mandaba seguir enseñando Pociones. Sin embargo, el curso que comenzaba traía consigo una gran novedad que Severus pudo percibir ya en la Ceremonia de Selección.

Desde su asiento habitual en la mesa de los profesores, Severus echó un vistazo a los niños que pisaban Hogwarts por primera vez, y que en pocos instantes comenzarían a ser seleccionados. No notó nada fuera de lo normal... hasta que vio a cierta niña. La cara de la muchacha le recordó exactamente a la de Lily Evans cuando era pequeña. Era clavada a ella, y eso hizo que Severus se pusiese nervioso y empezase a elaborar teorías. Esa niña tenía que ser hija de Lily.

Severus enseguida notó que la pequeña era más seria que Lily (o tal vez fuese que estaba nerviosa) y que sus ojos no eran verdes, sino negros

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Severus enseguida notó que la pequeña era más seria que Lily (o tal vez fuese que estaba nerviosa) y que sus ojos no eran verdes, sino negros. Ésas eran las únicas diferencias que por el momento encontró él entre ambas.

El profesor sintió tristeza, pues aunque le parecía algo extremadamente complicado, muy en su interior guardaba la esperanza de tener alguna oportunidad con Lily. Pero si tenía una niña, supuso que estaría casada.

La profesora McGonagall fue nombrando a los alumnos para que el Sombrero Seleccionador les asignase una casa, y mientras eso sucedía, Severus aplaudía distraídamente cuando algún niño era seleccionado para Slytherin, pero su atención la acaparaba la pequeña que tanto se parecía a Lily.

-Evans, Sophia -llamó la profesora McGonagall.

Y entonces Severus, mientras se inclinaba hacia delante en el asiento, lleno de curiosidad, se preguntó por qué la niña llevaría el apellido de soltera de Lily. Entretanto, la pequeña se acercó temblando al Sombrero Seleccionador y se sentó en la banqueta. Acto seguido, la profesora McGonagall le colocó el sombrero sobre la cabeza.

La niña se movía nerviosamente en el asiento mientras los minutos pasaban; su selección estaba siendo larga. Y Severus estaba casi tan nervioso como ella. El origen de aquella niña estaba lleno de misterios, y él quería averiguarlos todos, porque con ese físico y ese apellido, estaba claro que era hija de Lily. El profesor deseaba fervientemente que Sophia Evans fuese seleccionada para Slytherin, porque así, el sería el jefe de su casa (y también porque era su casa favorita). Pero le parecía poco probable. Imaginaba que pertenecería a la misma casa que Lily. Sin embargo...

-¡Slytherin! -exclamó por fin el Sombrero Seleccionador.

Severus aplaudió, aliviado, y con la mirada siguió a la niña, viendo como se sentaba con sus compañeros en la mesa de la casa de la serpiente.

La ceremonia prosiguió, pero a partir de entonces, Severus ya no le prestó ni la mínima atención. Mentalmente, empezó a echar cuentas para saber el año de nacimiento de la niña, pero sólo podía hacer cálculos aproximados. Y además, la curiosidad lo carcomía por dentro porque quería averiguar quién era el padre, con quién la había tenido Lily. Tal vez ese hombre la hubiese abandonado, y por eso la niña llevaba el apellido Evans (aunque a él le parecía inconcebible que a alguien en su sano juicio se le pudiese ocurrir abandonar a Lily). Y se le ocurrió un plan para resolver todos esos misterios.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora