San Mungo: la prueba de paternidad

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-Nada autoriza a un alumno a abandonar Hogwarts sin permiso -estaba diciendo Albus Dumbledore, muy serio-. Asimismo, usar la magia contra un trabajador del castillo, como Argus Filch, está considerado una infracción muy grave dentro de nuestro reglamento, señorita Evans.

Sophia miraba al suelo del despacho de Dumbledore. El director estaba sentado al otro lado del escritorio; y ella, enfrente, de pie. Severus también se encontraba allí, al lado de Sophia, de pie.

-Severus... -dijo Dumbledore.

Como jefe de Slytherin, el profesor de Pociones debía decidir si la expulsaba o no. Sí que había motivos para expulsarla, pero era su hija y quería un buen futuro para ella, y además, no deseaba darle a Lily un disgusto de esas magnitudes. Dumbledore sabía de sobra que Severus no expulsaría a Sophia Evans, pero las normas dictaban que debía preguntárselo.

-Por esta vez -contestó el profesor de Pociones-, la señorita Evans podrá quedarse en Hogwarts, pero si vuelve a suceder algo parecido, la echaremos del colegio, que no le quepa ninguna duda.

Dumbledore asintió con la cabeza, y Sophia susurró:

-Gracias, profesor Snape.

-Y ahora... -dijo Dumbledore, mucho más amablemente-. Cuéntame, Sophia: ¿por qué has querido irte? Si este castillo no te parece acogedor, me gustaría saber qué hacer para mejorarlo.

Sophia levantó la vista durante un momento y volvió a bajarla. Le tenía muchísimo respeto a Dumbledore, apenas se atrevía a hablarle. Su madre siempre le había dicho que era un hombre muy sabio.

-Sí que me parece acogedor -dijo la niña, en voz bajísima.

-Perdona, Sophia -contestó Dumbledore-. No te he oído bien. Serán achaques de la edad -sonrió-. ¿Puedes repetir lo que has dicho?

Sophia se puso colorada. Evitó mirar al director y contestó, esta vez un poco más alto:

-El castillo sí que me parece acogedor.

-Cuánto me alegra que pienses así -comentó Dumbledore-. Pero entonces, ¿por qué has querido irte?

Sophia desvió la vista a la izquierda durante una décima de segundo, para mirar a Snape. Si ya no se atrevía a decírselo a Dumbledore, con el otro profesor delante, aun menos.

-Siempre estaba castigada y... por eso me cansé de estar aquí -contestó, sinceramente.

-Estudiar en Hogwarts es un privilegio -empezó a decir Severus, pero Dumbledore le hizo una señal con la mano para que parase de hablar.

-Una cosa más, Sophia -comentó Dumbledore-. ¿Por qué el Callejón Knockturn?

La niña volvió a mirar a Severus durante una décima de segundo, consciente de que a él también le interesaba la respuesta. Luego miró al suelo y contestó:

-Unos compañeros hablaron de que allí se podía conseguir trabajo.

-Comprendo -respondió Dumbledore-. Pero lo que debes hacer a esta edad es formarte. Así, más adelante, conseguirás un trabajo de mayor calidad.

Sophia asintió tímidamente con la cabeza.

-Estoy seguro de que será así -añadió el director-. Eres una alumna muy brillante. Bueno, esto es todo de momento. Severus, por favor, acompaña a la señorita Evans a su sala común.

Eso daba a entender que se acababa el castigo de la mazmorra. Y Severus obedeció sin decir nada. Ahora que sabía que Sophia era su hija, tenerla allí encerrada le parecía excesivo. Pero eso sí, ni él ni Dumbledore le perdonaron el castigo de limpiar los baños bajo la supervisión de Filch.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora