Un viaje en escoba y un profesor prepotente

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El ex profesor Quirrell se encontraba en un frondoso bosque de Escocia. Lord Voldemort le había mandado acudir allí. Quirrell estaba muy nervioso, pues había fallado en casi todos los objetivos que le había marcado su superior. Sin embargo, había cumplido uno: esconder la diadema de Ravenclaw en la Sala de los Menesteres. Eso había alegrado a Voldemort, pero no por ello iba a perdonarle los sucesivos fracasos.

-Tuviste a Snape a palmos de distancia -dijo el oscuro ser, con una gélida voz, una vez que Quirrell se hubo quitado el turbante-. Y no lo mataste.

-Lo s... lo siento mi... mi señor. Es q...que... n... no aaaa... no aceptó m...mmmis b...be...bebidas.

-¡Ya lo sé, inútil! ¡Pues haber pensado en otra cosa!

Quirrell asintió con la cabeza, temblando de nervios.

-Y además -añadió Voldemort-, ¿qué pasó con su hija? A ella tampoco la mataste. Ni al entrometido de Potter. Puede que Snape te quede grande, pero... ¡¿unos niños?! ¡Por favor, Quirrell, no sabía que fueras tan inútil!

El ex profesor se puso a balbucear.

-Ya no me sirves -sentenció Voldemort.

-P...pe...pero, mi... señor. De... deme o...otra oportunidad.

-Yo no soy de los que dan segundas oportunidades.

Así pues, Voldemort chupó toda la energía vital de Quirrell, como había hecho en Albania con los animalillos del bosque, y el cuerpo del profesor se desplomó sin vida.

A esa hora, Severus, Lily y Sophia se encontraban en la Mansión Malfoy. Narcisa los había invitado a tomar el té para presentarles a su novio, Cantakerus Nott. Lily aceptó. Como Narcisa tenía novio, supuso que no intentaría seducir a Severus. Y además, ahora Sophia se llevaba bien con Draco.

Los adultos fueron a una sala relativamente pequeña y bastante acogedora. La mansión era tan grande que había salas de todo tipo. Severus se fijó en Cantakerus Nott. Ya lo había visto en alguna ocasión. Era bastante mayor que Narcisa, alto, recio y muy serio. El profesor de Pociones sabía, sin ninguna duda, que aquel individuo había sido mortífago.

Cantakerus ya de por sí era serio, pero además, al estrecharle la mano a Lily, en su rostro se formó una expresión como de asco (debido al estatus de sangre de la pelirroja). En ese momento, Severus se dio cuenta de que habría sido mejor no haber acudido. Asimismo, esa expresión se repitió al estrecharle la mano a él, ya fuera por haber derrotado al Señor Tenebroso, por ser mestizo o por ambas cosas. En ese momento, Cantakerus se acercó al oído de Severus y dijo:

-No te entrego a los demás mortífagos porque Cissy me rogó que no lo hiciera.

A lo que Severus contestó:

-Si tienes algún problema conmigo, podemos solucionarlo ahora mismo -se llevó la mano a la varita.

Pero Cantakerus no contestó a eso, no quería batirse en duelo.

Mientras tanto, Sophia, Draco y Theo jugaban en una de las múltiples salas que había en la casa habilitadas para ello.

-A mí me apetece jugar al ajedrez -dijo Theo.

Estaba aun más serio que de costumbre, se notaba que la relación de su padre con Narcisa Malfoy no le agradaba.

-Somos tres -contestó Draco-. El ajedrez es un juego de dos.

-Es igual -repuso Theo-. Tú y Snape contra mí.

Draco se encogió de hombros.

-Está bien -aceptó-. Vamos, preciosa, ya verás qué paliza le damos.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora