La copa y el guardapelo

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Después de abandonar la botica a la mañana siguiente, Narcisa cumplió su promesa de volver pronto con unos objetos, sin embargo, a Severus le molestó que la joven no hubiera hecho un trabajo más exhaustivo.

Era la hora de cerrar cuando Narcisa apareció en el establecimiento con su hijo en brazos. Esta vez, ella llevaba un bolso extensible.

-Hola, Severus -dijo la chica-. Verás que he cumplido mi palabra.

Él cerró la botica para que nadie entrase mientras trataban un tema tan secreto. Y mientras tanto, Narcisa se acercó al mostrador y vació allí el bolso, que en caso de no ser extensible, no habría podido albergar tal cantidad de objetos en su interior. Había lámparas, espejos, monedas, copas, libros, cajas y extraños objetos decorativos.

-He pasado por casa a una hora a la que sabía que Lucius estaría en el Ministerio trabajando -explicó la chica-. Y he aprovechado para llevarme todo esto.

-¿Y crees que todo ha pasado por manos de Quien-tú-sabes? -se sorprendió Severus.

-No lo sé -admitió Narcisa-. Son cosas de Lucius. Las esconde en el sótano porque tienen que ver con las Artes Oscuras.

Severus miró con dureza la sarta de objetos.

-He sido claro -comentó-. No me sirve cualquier objeto, tiene que ser algo relacionado con el Señor Tenebroso.

-Bueno, pero a lo mejor hay alguno.

Severus probó con una cajita de madera. Le lanzó un hechizo, y ésta se rompió. El sonido hizo que Draco se echase a llorar.

-Los objetos que yo busco no se rompen con facilidad -explicó, secamente, levantando la voz por encima del llanto del niño-. Antes de traerme nada, prueba a romperlos tú. Y si no puedes, entonces tráemelos. Porque ésos son los que necesito.

Narcisa asintió con la cabeza mientras trataba de calmar a Draco. Eso le llevó unos minutos, y Severus se preguntaba por qué la chica no se marchaba ya. Él no soportaba los estridentes gritos del niño.

-Vámonos, quiero cerrar -dijo el joven.

-Espera -respondió Narcisa-. Tengo que decirte una cosa.

-No intentes seducirme -advirtió él, recordando lo sucedido el otro día.

-¡No es eso!

Draco se calmó, y entonces, Narcisa miró a Severus. El rostro de la joven reflejaba una gran preocupación.

-Cuando me explicaste lo de los objetos -declaró ella, en voz baja- me quedé pensando y recordé algo.

Severus escuchó con interés. Deseaba saber qué era lo que había recordado Narcisa, sin embargo, ella no seguía hablando.

-¿Sí? -inquirió él.

Narcisa miró a ambos lados.

-Es arriesgado, tengo miedo -admitió ella.

-¿Por qué? ¿Qué pasa? -preguntó seriamente Severus-. ¿Tienes miedo de que se entere Lucius? Yo no le diré nada. Sea lo que sea, no saldrá de aquí.

Narcisa lo miró, como evaluándolo. Y él esperó en silencio a que la chica se animase a hablar.

-No sé si tiene que ver con esto -dijo por fin ella, en voz baja-. Pero... mi hermana Bella, antes de ir para Azkaban, me pidió una cosa...

Narcisa hizo una pausa.

-¿Qué te pidió? -se interesó Severus.

La chica volvió a mirar a ambos lados, incómoda.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora