La magia ancestral del amor

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El tiburón tiene lágrimas y le resbalan por la cara, pero como vive en el agua, las lágrimas no se ven. En las profundidades se está solo, y fluyen tantas lágrimas que por eso el agua de mar es salada.

Sophia y Severus llegaron a la casa de éste. No a la Hilandera, sino a la que le había conseguido Dumbledore para protegerlo de los mortífagos. La muchacha se quedó de pie en el vestíbulo mientras Severus entraba en el salón y agitaba la varita para abrir las persianas.

-Ven aquí -pidió Severus.

La niña obedeció con timidez. Entró en un salón que estaba lleno de estanterías llenas de libros. Había un sillón negro y unas sillas.

-¿Qué sitio es éste? -preguntó Sophia, en voz baja.

-Es mi casa.

A ella ya se lo había parecido, pues tenía un toque sobrio y algo tétrico, como su despacho de Hogwarts.

Sophia seguía allí de pie, sin saber qué hacer ni qué decir.

-Vamos, siéntate -dijo Severus.

Ella utilizó una de las sillas. Supuso que él querría sentarse en el sillón negro y que le parecería mal que lo hiciese ella.

-Voy a contarte lo que pasó -dijo Severus, quien, efectivamente, se había sentado en ese sillón.

Sophia levantó la mirada. Estaba sentada frente a él.

-Querías saber por qué tu madre se enfadó conmigo -comentó.

-Sí, señor.

Aunque fuera su padre, Sophia aún no tenía la confianza suficiente para dejar de tratarlo como a un profesor.

-A mí me gustaban mucho las Artes Oscuras, y... -explicó Severus.

-A mí también -lo interrumpió Sophia-. Son geniales.

Severus le dirigió una profunda mirada. Debería vigilarla si pensaba que "eran geniales".

-A tu madre eso no le gustaba -explicó Severus-, eso nos distanció, pero lo peor fue cuando en una situación de humillación la insulté.

-¿Le llamó "sangre sucia"? -adivinó Sophia-. Eso es algo que uno dice cuando está enfadado, pero sin sentirlo de verdad. Eso es lo que me pasó a mí cuando se lo llamé.

Severus asintió con la cabeza.

-Tienes razón, ése fue también mi caso -dijo-. Pero ese término es altamente despectivo. Me arrepentí. Quise pedirle perdón, pero no me escuchaba. No quería hablar conmigo. Y entonces se me ocurrió... tú sabes cómo funciona la amortentia, ¿verdad?

-Sí, profesor.

-Pues quise utilizarla con ella para que me escuchase -explicó Severus-. Bajo esos efectos, al menos, escucharía mis disculpas. Pero las cosas no salieron como yo las tenía planeadas. El dependiente me vendió otra cosa; el frasco llevaba amortentia mezclada con filtro del deseo. ¿Sabes lo que es?

Sophia negó con la cabeza. Ella sabía mucho de pociones, sin embargo, aquélla no venía en los libros. Y a Severus le resultaba incómodo tener que explicárselo, pero ahora no había más remedio.

-El filtro del deseo aumenta en gran cantidad el deseo sexual de quien lo bebe. Tu madre lo bebió. ¿Lo entiendes? ¿Te haces una idea de lo que pasó después?

La niña asintió con la cabeza. Estaba seria y miraba al suelo, colorada.

-¿Seguro que lo entiendes? -insistió Severus.

-Sí -respondió Sophia, sin mirarlo.

El mago tragó saliva, aliviado por no tener que darle más explicaciones sobre eso, y siguió hablando:

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora