El castigo más severo y el secreto más oculto

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Cuando se terminaron las clases de ese lunes, un prefecto de Slytherin se acercó a Sophia y le dijo:

-Snape quiere verte en su despacho.

La niña sentía tanta vergüenza debido a lo ocurrido que se le pasó por la cabeza no acudir a la llamada del profesor. Sin embargo, le pareció que él la terminaría encontrando en el castillo y que desobedecer sólo empeoraría las cosas, así que se presentó en el despacho del jefe de su casa. Llamó débilmente a la puerta y el profesor enseguida abrió.

-Buenas tardes, Evans. Pierdes cinco puntos para Slytherin por lo sucedido -dijo él-. Ahora, cumplirás un castigo con Hagrid. Te acompañaré afuera, y cuando termines, él te traerá aquí de vuelta.

-Sí, profesor -murmuró Sophia. No se atrevía ni a mirarlo.

Salieron a los terrenos del colegio en completo silencio. Al tratarse de un castigo con Hagrid, Sophia tenía muchísimo miedo de que consistiese en adentrarse en el Bosque Prohibido. Pero no era eso; Severus nunca mandaría allí a la hija de Lily, ni siquiera en compañía de Hagrid. No quería que corriese ningún riesgo, pero eso la niña no lo sabía.

-Buenas tardes -los saludó Hagrid cuando llegaron-. Ven, Sophia, me ayudarás a plantar unas hortalizas.

A ella la alivió enormemente que el castigo consistiese en aquello. Un rato más tarde, cuando terminaron, Hagrid acompañó a Sophia al despacho de Snape. Iba a ser la hora de cenar.

-Sígueme -dijo Severus.

Sophia obedeció, y pronto se dio cuenta de que se dirigían a las mazmorras de castigo. El profesor abrió la celda y entró con ella.

-A partir de ahora, y hasta nuevo aviso, siempre que no tengas clase, te quedarás aquí -explicó él-. Un elfo doméstico te traerá la comida -agitó la varita e hizo que apareciese una cama-. No dormirás en tu sala común. Dormirás aquí.

-Hace frío -murmuró ella.

-Te traeré mantas.

Severus se dirigió al fondo del lugar. Allí había una puerta, a la derecha, y la abrió. Sophia fue detrás de él y vio que lo que se encontraba tras aquella puerta era un cuarto de baño que parecía muy viejo.

-No es higiénico -murmuró la niña.

-Sí es higiénico -repuso el profesor, seriamente-. Es viejo, que es distinto. Y si no te gusta, haberte portado mejor.

Sophia se quedó callada.

-Un elfo doméstico te traerá la cena -dijo Severus-. Y también te traerá aquí todas tus cosas del dormitorio.

Sophia siguió en silencio. Eso significaba que el castigo iba para largo, lo cual le producía una gran tristeza.

-Perdone, profesor -dijo ella, en voz baja, con los ojos humedecidos-. Siento que le haya molestado lo que le dije. Yo no quería molestarlo, era con buena intención.

Lo que más le dolía a Sophia de todo aquello era que no había servido para nada, que en vez de mejorar las cosas, había conseguido caerle mal a Snape (eso era lo que ella pensaba).

-¿Era con buena intención? -repuso él-. Pues a mí me ha parecido precisamente lo contrario.

Se fue a cenar y Sophia se quedó allí, llorando.

Esa situación se prolongó durante los días siguientes. Sophia salía de aquella mazmorra para ir a las clases y para acudir a los castigos, que consistían en ayudar a Hagrid con alguna tarea sencilla. Severus había pensado en esos castigos con Hagrid para que Sophia saliese a tomar el aire e hiciese algo de ejercicio.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora