Lucius Septimius Severus

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Era uno de septiembre. Severus acababa de llegar a Hogwarts, y con las prisas, no había podido comer bien. Antes de la cena, tendría lugar la ceremonia de selección, y eso era mucho esperar. Por lo tanto, el profesor se dirigió a las cocinas a ver si los elfos domésticos le daban algo de comer antes de la hora de la cena.

Le hizo cosquillas al cuadro de la fruta y entró en la cocina. Todo era normal, los elfos estaban cocinando, pero de repente, Severus vio algo que no se esperaba en absoluto: Lucius Malfoy estaba allí, con un mandilón de cocina, con los demás elfos.

-Profesor Snape, ¿qué desea? -le preguntó uno de los pequeños seres-. ¿Pastel de calabaza? ¿Tarta de limón?

El profesor no sabía qué contestar. La sorpresa de ver allí a alguien que se le parecía tanto a Lucius Malfoy le había quitado hasta el hambre.

Por su parte, Lucius pareció petrificarse al ver a Severus. Para el rubio era altamente humillante que su amigo lo viese así. Sin saber qué hacer, el profesor pensó lo peor y apuntó a su antiguo amigo con la varita. Lucius levantó las manos y dijo:

-¡No me hagas daño! ¡Dumbledore... me chantajeó! Dijo que esto o la cárcel. Y... ¿qué querías que hiciera?

Severus le dirigió una mirada penetrante. Ahora entendía por qué su antiguo amigo se había dignado a aceptar semejante trabajo.

-No se lo digas a nadie -pidió Lucius-. Por favor, Severus. No se lo digas a nadie. Salvé a tu niña. No te olvides.

Severus bajó la varita.

-Claro que no olvido algo así -contestó con seriedad-. Pero... Narcisa no sabe dónde estás. Y tiene derecho a saberlo, ¿no crees?

Lucius pareció aterrorizarse con esa frase.

-Esto es humillante -admitió-. No quiero que Narcisa me vea con esos ojos. Quiero... ser un hombre digno de admiración para ella.

Severus soltó una amarga carcajada.

-Esa oportunidad la perdiste cuando decidiste lanzarle los crucios -opinó.

-¡Severus! -exclamó Lucius-. Lo siento. No debí hacerlo, no hay día en que no me arrepienta.

Se miraron a los ojos, y el profesor supo que el arrepentimiento era sincero.

-Quiero... me encantaría empezar de cero y hacer las cosas bien -añadió Lucius.

-¿Tengo pinta de ser yo Narcisa? ¿Por qué me lo dices a mí?

-Porque... para que se lo digas. Tú sabes... sabes que no soy como antes. Salvé a tu niña.

-Ella también sabe que salvaste a mi hija. Pero no me metas en esto -pidió Severus-. No voy a decirle que vuelva contigo. No intentaré convencerla de nada. Es cosa vuestra.

Aceptó varios de los pasteles que le ofrecían los elfos domésticos y se fue.

Unas horas más tarde, tras la ceremonia de selección, Severus se fue directamente a las mazmorras. Su intención era utilizar los polvos flu de su despacho y volver a casa. El día no había estado del todo mal. Por fin, Dumbledore lo había nombrado profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras para todo el curso.

-Es que... el Ministerio quería colocar a Umbridge en ese puesto y... -le había explicado el director -tuve que decirle que ya estaba ocupado.

Umbridge era la mujer que había despedido a Lily. Severus no podía ni imaginarse el daño que habría hecho en Hogwarts.

Como él enseñaría Defensa Contra las Artes Oscuras, el viejo profesor Slughorn se ocuparía de la asignatura de Pociones.

-Profesor Snape, quisiera hablar con usted -oyó que decía un niño a sus espaldas.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora