Los fantasmas del pasado siguen merodeando

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Sophia Evans se encontraba en su sala común enfrascada en sus deberes.
-Hey, Evans, me han contado lo de tu duelo con McLaggen -oyó que le decía alguien, una voz de chica-. No sabía que conocías tantas maldiciones. Has estado genial.
Sophia levantó la mirada, al principio un poco molesta, ya que la habían interrumpido mientras trabajaba, pero luego halagada por el comentario.
-Soy Laura Mulciber -dijo la chica.
A su lado había un chico, y Laura añadió:
-Y éste es mi novio, Edward Avery.
-Encantada, yo soy Sophia Evans -dijo la muchacha.
Avery esbozó una sonrisa ladeada y contestó:
-Ya lo sabíamos. Conoces muchas maldiciones para ir en primero, eso mola. Pero si aun así, McLaggen te molesta, habla con cualquiera de nosotros. Lo pondremos en su sitio.
-Gracias -respondió dulcemente Sophia-. ¿En qué curso vais vosotros?
-En sexto -dijo Laura-. Bueno, te dejamos que sigas haciendo los deberes. Ya hablaremos.
Sophia se quedó con muchas ganas de seguir hablando con ellos, sin saber que ambos eran parientes muy cercanos de mortífagos.

***
Severus entró en el bar Las Tres Escobas. Era nueve de enero, el día de su cumpleaños, y había quedado allí con Lily para celebrarlo. Escogió una mesa y enseguida vio llegar a Lily.
-¡Felicidades, Sev! -exclamó ella.
Él se levantó del asiento y se besaron. La joven le entregó un paquete envuelto en papel de regalo. Severus lo abrió y vio que se trataba de unos ingredientes para pociones valiosos y difíciles de encontrar.
-Esto es... -se sorprendió el mago-. ¿Cómo...?
Lily sonrió con perspicacia y contestó:
-El ministerio tiene sus medios.
Entonces Severus también sonrió, diciendo:
-No sabía que tú hicieras trampas...
Lily iba a contestar, pero entonces se les acercó el camarero y pidieron sendas cervezas de mantequilla.
La pelirroja pensaba decirle a Severus que él era el padre de Sophia, pero prefería decírselo después, en el despacho, no en el bar. Era un tema serio y delicado; no tenía ni idea de cómo se lo tomaría él, y por eso prefería contárselo en privado y tras haber preparado el terreno.
-Voy un momento al baño -dijo Severus-. Ahora vuelvo.
Lily asintió con la cabeza.
Entretanto, oyó la voz de un hombre que acababa de entrar en el bar:
-¡Sí! -gritaba-. ¡Como en los viejos tiempos!
Aquel individuo parecía que había tomado alguna bebida alcohólica que lo había alterado. Lily volteó la cabeza, molesta, para ver quién era, y su mirada se topó con la de James Potter. Efectivamente, él era quien había entrado gritando. A su derecha iba Sirius Black, y a su izquierda Peter Pettegrew. Lily no había vuelto a ver a James desde que ambos habían terminado sus estudios en Hogwarts, pero sí sabía a qué se dedicaba: era jugador profesional de quidditch. Eso había leído en El Profeta.
-¡¿Evans?! -se sorprendió James-. Joder... sí que es como en los viejos tiempos... ¡Hola, preciosa!
Se acercó adonde estaba Lily y se sentó en el sitio que hasta hacía menos de un minuto había ocupado Severus.
-Hola, Potter -dijo Lily-. Ese sitio está ocupado, ¿sabes?
Entonces, Severus salió del baño de hombres. No había tardado nada, pero ese tiempo había bastado para que Potter se sentase en su sitio. Una mueca de desagrado se instauró en el rostro del profesor. ¿Qué hacía allí Potter? En su sitio.
-Eres una snitch muy difícil de atrapar, muñeca -le estaba diciendo James a Lily.
-Imbécil... -dijo bruscamente Severus-. Ten cuidado, que aquí viene la bludger -enseñándole un puño, pero sin golpearlo.
James le sonrió con malicia a su antiguo compañero de colegio y exclamó:
-¡Quejicus! Podría decirte que me alegro de verte, pero eso sería mentir.
Sirius soltó una carcajada. Y Pettegrew sonrió.
-Fuera, Potter -pidió Severus-. Ése es mi sitio.
En el rostro de James se dibujó una marca de extrañeza.
-¿En serio, Evans? -dijo-. ¿Has venido con Quejicus? Oye, guapa... incluso con un zarrapastroso como Colagusano estarías mejor que con Quejicus. ¿Eh?
-Sé elegir mis compañías yo solita -contestó Lily-. Así que no te molestes en decirme con quién debo estar.
Peter fue a sentarse a la barra.
-Es broma, ¿eh? -le dijo James a su amigo-. No eres zarrapastroso, tío, pero, con otro tipo de ropa, tal vez...
-Ya, ya. Eres muy gracioso -contestó Pettegrew, con un tono de voz que daba a entender que estaba harto de esas bromas.
-Fuera de aquí -insistió Severus-. Que seas jugador de quidditch no te da derecho a venir a molestarnos a Lily y a mí.
-Para ella, más molestia será tu compañía -repuso Sirius.
Severus sacó la varita, incapaz de contenerse durante más tiempo. Y Lily se puso de pie.
-Tranquilo, Sev -dijo ella-. Vámonos a otro lado.
-No -repuso el profesor-. ¿Por qué tenemos que irnos nosotros? Estábamos aquí tranquilos hasta que han llegado estos imbéciles. Que se vayan ellos.
-Pues resulta -dijo Sirius- que yo no me voy a ningún lado -miró a Lily y añadió-: si tan desesperada estás, yo estoy disponible. Soy mejor que Quejicus, ¿no crees?
Severus apretaba la varita con tanta fuerza que ya salían chispas rojas de la punta.
-Vámonos, Sev -insistió ella.
-No. No tenemos por qué irnos. Yo lo arreglo, dejarán de molestarnos. Tú quédate aquí, ahora vuelvo.
Con un gesto de cabeza y una mirada, le indicó a James que lo siguiera afuera. Éste así lo hizo, y Sirius y Pettegrew fueron con él.
-Que seáis un jugador de quidditch y sus amiguitos no os da derecho a entrar en un bar a molestar a la gente -dijo Severus, una vez en el exterior-. No eres tan genial como dice la prensa, Potter.
-Pobre Evans -dijo Sirius -. Sólo queríamos darle un poco de diversión. Si estaba ahí contigo, aburrimiento ya tendrá bastante.
Lily se había acercado a la puerta para ver qué hacían, pero al oír que hablaban y no se peleaban, volvió a sentarse para guardar la mesa.
-Además -añadió Sirius-. Ya te hemos dicho que no nos vamos. ¿Tienes los oídos sucios? ¡Fregotego!
Una espuma como de lavavajillas le salió a Severus de las orejas y no pudo aguantar más.
-Bueno -dijo él, mordazmente-. Lo he intentado por las buenas, pero si no os vais, os echaré por las malas. Hoy falta el lobito. Sois tres contra uno, creo que puedo apañármelas. No sé qué demonios hacéis aquí, pero os iréis por donde habéis venido.
James esbozó una sonrisa burlona y respondió:
-Resulta que mañana tengo partido en el norte. Y he invitado a éstos para rememorar viejos tiempos. A Remus también, pero no ha venido. Pero bueno, estás tú... Qué sorpresa, oye dime, ¿te tomas unas cervezas con Evans o luego pasa algo más? ¿Vais a la cama a hacer guarradas? Es que no puedo creerme que ella deje que se la metas. Si me rechazó a mí...
-Y mira que lo intentaste, ¿eh? -comentó Sirius, sonriendo-. La verdad es que está para darle.
-Callaos, idiotas -dijo mordazmente Severus-. Sois unos cerdos. Y Potter, lo que yo no puedo creerme es que tu mujer aún no te haya echado de casa.
Pensaba lanzarles un sectumsempra, pero antes de que pudiera hacerlo, oyó que James gritaba: "¡Colagusano!". Eso distrajo a Severus, que era precisamente la intención de James; y Sirius le hizo un expelliarmus al Slytherin. Y a continuación, James realizó un levicorpus que dejó al profesor colgando en el aire. Él se sintió altamente humillado. Ahora era un profesor y volvía a repetirse lo ocurrido durante su época de estudiante...
James lo apuntó de nuevo con la varita y eso sirvió para bajarle los pantalones, dejando al descubierto unos calzoncillos negros.
-Más cerdo eres tú -dijo-. Mira que andar sin pantalones...
-¡Idiota! -exclamó Severus-. Qué obsesión con verme desnudo. ¿Eres maricón o qué? Siento desilusionarte, pero a mí me gustan las mujeres, no puedo satisfacerte. Inténtalo con Black, a él seguro que le gustas.
-Tranquilo, que he estado con más mujeres que tú, seguro -contestó James-. Y si fueran a gustarme los hombres, preferiría hasta al pringado de Colagusano antes que a ti. Es broma, ¿eh, Peter?
Pero ésa había sido la gota que colmaba el vaso. Pettigrew no aguantaba más esas bromas por parte de sus amigos. Lo tomaban por tonto y él quería demostrar lo poderoso que podía ser.
-Hasta para los calzoncillos te gusta el color negro -comentaba James-. ¿Eh, Quejicus? A ver... a ver qué escondes ahí...
-¡No! -gruñó Severus-. ¡Potter, no...!
Pero Pettigrew vio la varita de Severus en el suelo, la recogió, y con la suya, apuntó al profesor y pronunció: "liberacorpus". Severus cayó al suelo y enseguida se puso de pie. Pettegrew le devolvió la varita, y el profesor miró alrededor y lo alivió ver que nadie pasaba por la calle, esperaba que nadie lo hubiera visto en calzoncillos aparte de sus antiguos compañeros.
Se subió rápidamente los pantalones y acto seguido realizó un sectumsempra no verbal contra James y contra Sirius. Ambos cayeron al suelo, con la espalda contra la pared de un edificio.
-Inútil -le dijo Severus a James-. No hables así de Lily. Y te diré una cosa: no vale de nada haber estado con muchas mujeres, sino tener una y quererla de verdad. Deberías estar en tu casa con tu mujer y con tu hijo. Idiota... Y disculpa que no te corresponda con el mismo hechizo que usas tú, pero verte en calzoncillos me haría vomitar y prefiero no hacerlo.
James no dijo nada. Sangraba y no tenía ganas de hablar.
-Y tú -le dijo entonces Severus a Sirius-. No vuelvas a hablarle a Lily como lo has hecho.
Y de repente, Severus palideció por culpa de la idea que le acababa de venir a la cabeza.
-¿Eres tú el padre de Sophia Evans? -preguntó el profesor, alterado-. ¿Dejaste embarazada a Lily y la abandonaste?
-No... -respondió Sirius-. ¿Qué dices? No, no, yo nunca... Nunca tuve nada con Lily -sangraba, pero aun así, se atrevió a añadir-: Pero... si ella quiere tener otro hijo, a mí no me importaría hacérselo.
Al oír eso, Severus le propinó una patada en la espinilla, y otra más... No paraba de darle patadas. Pettegrew aprovechó la confusión, se transformó en rata y se fue.
-¡Para, para! -exclamó la voz de Lily-. ¡Severus, ya basta!
Lily estaba allí fuera, en la puerta. Severus la obedeció de mala gana. La joven se acercó a él y dijo:
-¡Severus! ¡¿Qué has hecho?!
-Son unos groseros, Lily -contestó él-. Unos sinvergüenzas.
-Ya lo sé, son unos sinvergüenzas, ¿pero qué eres tú? -inquirió la joven-. ¿Cómo se te ocurre atacarlos así?
-Pues se me ocurre porque han ido a molestarnos, estaban diciendo groserías y me han humillado. Vamos, cielo, ya podemos tomar las cervezas de mantequilla tranquilos.
Le puso una mano en el hombro, como invitándola a entrar, pero ella dijo:
-¿Vas a dejarlos así? ¿Y si se desangran?
Severus se quedó quieto.
-¡Haz el contrahechizo ahora mismo! -pidió Lily.
Y él obedeció por ella. Sin ningunas ganas, pero no quería perder a Lily. Cuando hubo terminado, James y Sirius se marcharon de allí sin decir una palabra.
-¡Cobardes! -les gritó Severus, mientras ellos se iban. Pero no le contestaron.
-¿Qué has visto? -quiso saber Severus, una vez que se quedó allí solo con Lily.
-A ti dándole patadas a Black -contestó Lily, con tono de reproche.
-¡Fue muy grosero hablando sobre ti! Y además, a mí me humillaron.
-¡Pues habernos ido!
-Oye... ¿alguno de ellos es el padre de Sophia? -se interesó Severus.
-No.
-¿Y Lupin?
-¡No, tampoco! -exclamó Lily-. Deja esa obsesión, Severus. ¿Sabes una cosa? Hoy iba a decirte quién es el padre de mi hija, pero ya no sé si puedo confiar en ti. Eres sanguinario, eres violento... No sé ni siquiera cómo te dejan ser profesor. Creía que ya no eras así. No sé... Tengo miedo de que en el fondo seas como tu p...
-¡No, eso no lo digas nunca!- se anticipó Severus ,fuera de sí-. ¡No soy como mi padre! ¡Yo nunca te golpearía ni te haría sufrir humillaciones, en ninguna circunstancia! ¡Y tampoco a tu hija! ¡No entiendes nada, no sabes lo que es oír gritar de dolor a la mujer que te dio la vida! ¡No sabes lo que vivió mi madre! ¡Ni yo, pero sobre todo ella! ¡Me da rabia descender de alguien como mi padre y por eso quise usar el apellido Prince y...!
Severus se calló de repente. Estaba a punto de decir que había pensado que todos los muggles eran como su padre y que por eso había estado a punto de hacerse mortífago. Pero rectificó y no lo dijo. Apretaba los puños y una lágrima de rabia se le escapó de cada ojo.
-Me duele que puedas pensar eso de mí -añadió él-. Me duele mucho. Yo siempre te cuido y soy respetuoso contigo. Creí que te sentías querida, porque ésa es mi intención.
Lily se quedó pensando; era caballeroso y detallista con ella, por eso la había sorprendido que hubiese actuado así con James Potter y compañía.
-Severus... -dijo ella, más dulcemente-. Sí  que me siento querida. Sé que Potter y Black han sido groseros, pero no tolero la violencia. Y además, estaban borrachos.
-Son unos sinvergüenzas, pero como estaban borrachos, no pasa nada, vamos a perdonárselo todo, ¿verdad? -dijo Severus, con rabia y sarcasmo-. Como lo han hecho estando borrachos, son unas personas maravillosas.
-Yo no he dicho eso -contestó Lily-. Deberíamos habernos ido. ¿Para qué te metes en estos líos? Ahora eres profesor, Severus.
-No soy así con mis alumnos -contestó él.
-¡Hombre, sólo faltaba!
-Escucha, no es sólo eso. No soy así con nadie más. Pero ellos... en Hogwarts me humillaban y... siguen haciéndolo. Con ellos es distinto.
-Lo sé, pero no deberías haber hecho caso de sus provocaciones.
Severus no contestó. Sabía que ella tenía razón, pero no había podido contenerse. Sus antiguos compañeros habían herido su orgullo de hombre hablándole a Lily de esa manera, a Lily, que era su novia, y ninguneándolo a él.
La acarició en el brazo y la besó en los labios. Ella no opuso resistencia, sin embargo, dijo:
-No quiero que vuelva a suceder algo así. Demuéstrame que has madurado, y cuando lo hayas hecho, te contaré quién es el padre de Sophia. No quiero que se repita nunca más lo que ha pasado. Y si no... será mejor que dejemos de vernos.
-¡No, Lily! -se alarmó Severus-. ¡No volverá a pasar, te lo prometo! Quiero estar contigo...
-Yo también quiero estar contigo, Sev. Pero quedas avisado.
-Tranquila... No te decepcionaré. Te quiero, Lily.
La acarició en la cara. No quería ni imaginarse una ruptura con Lily, ella era todo lo que él tenía y la persona a quien más quería en el mundo. Entraron en el bar y por fin bebieron esas cervezas de mantequilla.

Al día siguiente
Severus se encontraba en su despacho tras haber cenado cuando oyó que alguien llamaba a la puerta. No le apetecía hablar con nadie, prefería estar un rato consigo mismo; no obstante, abrió por si se trataba de algo importante. Se llevó una sorpresa al ver allí a Peter Pettegrew.
-¿Qué haces aquí? -preguntó bruscamente el profesor.
-Vengo a proponerte algo.
Severus dudó.
-Ayer me puse de tu parte -recordó Pettegrew-. Escúchame, al menos.
Severus puso cara de aburrimiento y le dejó pasar. Ya le parecía que Pettegrew le había ayudado para obtener algo a cambio. Este último se sentó y dijo:
-He esperado a venir hoy por si anoche estabas ocupado con Evans -se rió con un sonido nervioso y lleno de malicia-. ¿Es verdad que ella y tú...?
-¿Qué quieres? -lo interrumpió Severus.
Estaba tan serio que Pettigrew dejó de reírse.
-Snape, te alegrará saber que ya no quiero ser amigo de Potter y compañía -declaró el hombrecillo-. La verdad es que... él es un chulo, se le ha subido la fama a la cabeza.
-Ya... -contestó Severus-. Has tardado en darte cuenta, pero de todos es sabido que tienes pocas luces.
-¡Oye! ¡No me hables así tú también! ¡Precisamente por eso quiero romper mi amistad con Potter!
Severus se encogió de hombros.
-Te hablaré como me venga en gana -respondió-. Y si te parece mal, vete por donde has venido. Yo no te he pedido que vinieras.
Pettegrew le dirigió una mirada dubitativa y luego comentó:
-Snape, tengo un plan. Un plan que nos hará muy grandes a nosotros dos.
Severus arqueó una ceja.
-¿Ah, sí? -dijo, sin confiar en las palabras del otro.
-No pongas esa cara. Es un plan que hará ver a todo el mundo lo poderosos que somos -aseguró Pettegrew-. Tú derrotaste a Quien-tú-sabes, ¿verdad?
-Así es. Me alegra saber que conoces mínimamente la historia mágica.
Pettegrew sonrió con avidez y contestó:
-Revivamos a Quien-tú-sabes. Hagámosle recuperar su poder, tú y yo. Nos estará eternamente agradecido. Y los mortífagos nos tendrán por héroes. Obtendremos su admiración.
Una sonrisa ensoñadora se dibujó en el rostro de Pettegrew al imaginar que ya no sería un hazmerreír, sino un personaje admirado.
-Si me interesara la admiración de esa gente, no me hubiera enfrentado al Señor Tenebroso -repuso Severus-. Y si quisiera que él tuviese poder, tampoco. Deja de demostrarme lo necio que eres. Tu plan no tiene ningún sentido.
-¡Sí lo tiene! -exclamó Pettegrew. Tenía los ojos abiertos como platos, parecía poseído por su idea, obsesionado-. En Hogwarts, te juntabas con gente como Mulciber, Avery, Malfoy, Nott...
-He cambiado.
-Pero... ahora los mortífagos te odian, y...
En el rostro de Severus se dibujó una mueca de desagrado.
-Cuando hables, procura que sea para contarme algo nuevo. Que los mortífagos me odian... Eso... ya... lo... sé -dijo, arrastrando las palabras.
-¡Pues por eso! Devolveremos el poder a Quien-tú-sabes y dejarán de odiarte.
-Mira, alcornoque: el Señor Tenebroso puede pedirte que mates a tu mejor amigo, a alguien de tu familia, a quien sea. Y si no lo haces, te matará a ti. Piénsalo antes de decir que quieres unirte a él o que pretendes ayudarle a recuperar el poder.
-Ya lo he pensado -aseguró Pettegrew.
Severus arqueó una ceja y el otro insistió:
-Lo he pensado, llevo tiempo pensándolo. Mis "amigos" no ven mi valor, y por lo tanto, me dan igual. No quiero a esos amigos, quiero poder.
A Severus no le interesaba para nada el plan de Pettegrew. No quería que Voldemort regresase. Sin embargo, sí quería saber qué pensaba hacer su antiguo compañero, para poder impedírselo.
-¿Qué piensas hacer? -le preguntó-. ¿Ir a buscarlo?
-Sí. Dicen que está en Europa del Este. Son rumores, pero...
-Y una vez que lo encuentres, ¿qué? -inquirió Severus.
-Lo cuidaré. Estará muy débil. Pero hay una poción que...
-Ahí entro yo, ¿verdad?
-Eh... sí. Hay una poción con la que él puede recuperar su poder. Y... sí, tú la harás bien.
-Podría hacerlo bien si lo intentase -contestó el profesor-. Pero es que no quiero.
Al oír eso, Pettegrew se puso de pie, sacó la varita y apuntó a Severus.
-Ya verás, ya -dijo el hombrecillo-. Tengo un plan B. Si te opones a ayudarme, te entregaré a los mortífagos. Se alegrarán mucho de poder torturar y matar a Severus Snape.
Severus pensó rápido. Pettegrew tenía ideas peligrosas, así que sólo había una manera de frenarlo (descartando matarlo). El profesor sacó su varita y pronunció:
-Obliviate.
Al instante, la expresión del hombrecillo se tornó sumamente relajada.
-¿Quién es usted? -preguntó-. ¿Y... quién soy yo?
Severus puso los ojos en blanco.
-Yo soy el Príncipe Mestizo, y tú, una rata -contestó.
-¡Oh, vaya! ¿Me hallo ante un príncipe con una vestimenta tan fea?
Severus sonrió con malicia y contestó:
-Al fin te das cuenta. Eres tan tonto que debes de ser el único al que me mejora la capacidad intelectual tras haber sido desmemorizado.
Pettegrew lo miró con cara de sorpresa. No había entendido ni una palabra.
-¿Qué? -preguntó.
-Nada. Fuera.
Y lo acompañó a la salida del colegio. Que se buscase la vida. Si tenía suerte, alguien lo llevaría a San Mungo. Y si no, que no lo hubiese amenazado; suerte tenía de seguir con vida.

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¡Hola! En el próximo capítulo, Severus tendrá un gran detalle con Lily para compensar lo que a ella no le ha gustado. Y además, habrá novedades sobre los horrocruxes.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora