Pequeños sucesos navideños

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Severus pasó la nochebuena en Hogwarts. Otros años, esa noche iba a la Mansión Malfoy a cenar con Lucius, Narcisa y Draco, pero no esta vez. No tenía ningunas ganas de ver a Narcisa, y su amistad con Lucius era muy fría, así que decidió no ir. A Draco le envió por correo un paquete lleno de golosinas como obsequio de Navidad. Nunca sabía qué regalarle porque ya tenía de todo, por eso eligió los dulces, porque a los niños suelen gustarles. El profesor quiso tener un detalle con él porque era su ahijado y le caía bien. "No está chalado como sus padres", pensó.
El día de Navidad a la hora del desayuno, cuando llegó el correo, Severus recibió una postal de Narcisa. Nada más ver el remite, se preparó para recibir una alta dosis de sus cursiladas. Sin embargo, la postal decía lo siguiente:

Severus:
Eres muy brillante, pero no sabes nada de mujeres. El otro día te enfadaste todo cuando yo TE ESTABA HACIENDO UN FAVOR. ¿Qué tal con Lily Evans? Bien, ¿verdad? Pues eso en parte es gracias a mí. Intenté darle celos y estoy segura de que lo conseguí.
Bueno, aclarado esto, gracias por las golosinas que le has mandado a Draco. Le han encantado. ¿Pero por qué no has venido a cenar con nosotros? Te tenemos en alta estima, hasta Draco ha preguntado por ti.
Hay algo más que quiero contarte: a Lucius se le ha metido más fuerte que nunca la manía de la sangre limpia y quiere que rompa el contacto con mi hermana Andrómeda. Además, no deja de decirle a Draco que será un gran mortífago dentro de poco, así que por favor, Severus, habla con Dumbledore, explícale lo de esos objetos para destruir al Señor Tenebroso. Necesito tu ayuda, y como sigas evitando el tema, iré a Hogwarts yo misma y se lo contaré.
Saludos de tu amiga,
Cissy.

"Yo no sabré de mujeres, pero menos sabes tú de hombres si te casas con uno y luego no dejas de quejarte de lo que hace", pensó Severus. Pero admitió que Narcisa tenía razón en algo: no conseguirían encontrar todos los horrocruxes sin la ayuda de Dumbledore. Así pues, se dirigió a las mazmorras, y en su despacho escribió:

Estimado profesor Slughorn:
Soy un hombre de palabra y en circunstancias normales, no se me pasaría por la cabeza romper una promesa. No obstante, ahora no nos hallamos ante circunstancias normales. Si el Señor Tenebroso recobra su poder, habrá muertes; seguramente la mía y la de personas a las que quiero (pensó en Lily, pero no la nombró explícitamente en la carta). Así pues, como ni usted ni yo conseguimos encontrar más horrocruxes, me veo obligado a pedirle ayuda a Dumbledore.
No se preocupe, él no lo juzgará, como tampoco me juzgó a mí. Perdone que tenga que incumplir mi promesa para salvar vidas.
Atentamente,
Severus Snape.

Cuando terminó de escribir, Severus fue a la lechucería y utilizó una de las lechuzas del colegio para enviar la carta. Y justo al salir de allí, tropezó con Dumbledore en la puerta.
-Disculpe -murmuró Severus.
Entonces el director le dirigió una sonrisa y le dijo:
-Hola, Severus, ¡feliz Navidad!
-Para usted también.
-¿Qué tal? -inquirió Dumbledore-. ¿Qué tal las vacaciones?
-Bien, señor director. Como se quedan pocos alumnos, menos inútiles tengo que aguantar -contestó el profesor de Pociones, sin ningunas ganas de dar detalles.
-¡Ah! Ya lo veo. ¿Y Lily? ¿Qué tal está?
Severus se quedó pálido. Nunca le había dicho que salía con ella.
-Vamos, muchacho, ¿por qué si no ibas a ausentarte tanto del castillo? -dijo Dumbledore, mientras ataba un sobre a la pata de una lechuza-. Durante los fines de semana, durante estas vacaciones... Y cuando la pequeña Sophia Evans estuvo en la enfermería y Lily venía a visitarla, tú acudías de una forma sospechosamente asidua a la enfermería...
Al profesor de Pociones le pareció que no serviría de nada negarlo, pero no se sentía cómodo hablando de eso, así que contestó:
-Sí, bien. Lily está bien. Pero escuche, ya que nos hemos encontrado, me gustaría hablar con usted de un tema. Es importante.
-¡Ah! Si quieres algún consejo que te ayude con ella, intentaré echarte una mano, pero a mí no se me dan bien esas cosas, hijo -respondió Dumbledore.
-¡No, no! -gruñó Severus, mientras la piel de su cara adquiría un ligero color rojo-. Es otra cosa -miró alrededor, y como no había nadie, añadió, en voz baja-: Tiene que ver con el Señor Tenebroso.
-Mmm... vaya -Dumbledore se puso serio de repente-. Entonces ven a mi despacho y cuéntame.
Severus obedeció, y una vez que se hallaron solos en el despacho del director, le explicó todo lo que le había dicho Slughorn, y todos los avances que habían hecho él y Narcisa.
-Sí, tienes razón -otorgó Dumbledore, finalmente-. Si conocemos la juventud de Voldemort, nos será más fácil averiguar dónde ha escondido los horrocruxes que faltan. Y sí, puedo ayudarte con eso. Te avisaré cuando haya alguna novedad. Gracias por contármelo, Severus.

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora