El accidente de escoba

446 38 5
                                    

Unos días antes

Sophia Evans se dirigió a la clase que menos le gustaba: la de vuelo. Le daban miedo las alturas, y además, temía hacer el ridículo delante de sus compañeros.

-A la de tres -decía la señora Hooch, la profesora de vuelo-, estirad la mano y decid: "¡Arriba!".

Con el corazón desbocado, Sophia obedeció. Sin embargo, la escoba no la obedecía a ella, ya que permanecía en el suelo, rodando pero sin levantarse. Ruborizada, la niña enseguida vio que las escobas de los demás se levantaban del suelo, pero no la suya.

Tras las palabras que Severus había tenido con ellos, ahora los compañeros de Slytherin dejaban a Sophia en paz (al menos, más que antes), sin embargo, ahora la niña debería soportar las burlas de los de Gryfindor, sobre todo, de Cormac McLaggen.

McLaggen se había subido ya a la escoba (sin permiso de la señora Hooch), en la que montaba con aire arrogante. Y al ver que los esfuerzos de Sophia no daban ningún fruto, le dijo:

-Con razón no eres Gryffindor; te da miedo hasta la escoba -soltó una sonora carcajada-. Te han dejado en Slytherin por descarte, no encajas en ninguna casa. A lo mejor es que no tienes suficiente sangre mágica.

-Mi padre es mago... -se justificó ella, por enésima vez.

McLaggen volvió a reírse y añadió:

-Eso es lo que te ha contado tu madre. Haces los deberes y todo eso para que no se note toda la sangre muggle que tienes, pero... el vuelo no se puede estudiar. Eres un fraude.

McLaggen no era elitista en cuanto a la limpieza de sangre, sin embargo, le decía eso a Sophia porque le tenía muchísima envidia. Los profesores, sobre todo Snape, la felicitaban por lo bien que trabajaba en las clases, y a él no, más bien lo contrario.

Sophia ya estaba empuñando la varita cuando la señora Hooch vio a Cormac subido a la escoba sin permiso. Le riñó, y entonces el muchacho dejó de molestar a Sophia y ella guardó la varita. Sin embargo, al final de la clase, el niño empezó a canturrear "Evans no sabe volar, Evans no sabe volar", y se le unieron varios amigos, provocando que los ojos de la muchacha se llenasen de lágrimas.

Todas las clases de vuelo solían ser muy parecidas a esa, y por lo tanto, Sophia tomó una decisión: el siguiente viernes por la noche saldría al campo de quidditch y practicaría hasta volar de forma aceptable. Así, Cormac McLaggen no podría burlarse de ella. Pero las cosas no salieron como a ella le habría gustado.

El sábado por la mañana

-¡Profesor Snape! -llamó la voz de Filch-. ¿Está despierto? ¡Tengo un recado urgente para usted!

Severus se incorporó y le abrió la puerta a Filch.

-Profesor -dijo el conserje-. Buenos días. Verá, una alumna de Slytherin ha sufrido un accidente.

-¿Un accidente? -se sorprendió Severus.

-Sí, profesor. La niña salió de la sala común sin permiso, y Hagrid la encontró en los terrenos de Hogwarts con varios huesos rotos y la llevó a la enfermería. Pomfrey hará que quede como antes, pero tiene usted que avisar a la familia. Ya ve... los condenados mocosos no obedecen y después pasa lo que pasa.

-Sí, Filch, así es...

Severus deseaba que la alumna de Slytherin se recuperase, pero al mismo tiempo, sentía que ella misma se había buscado el accidente por desobedecer las normas, y eso lo irritaba.

-Estos niños... cada vez salen más tontos -añadió Severus-. ¿Se le ha ocurrido ir a jugar con el Sauce Boxeador a la dichosa niña? ¿Cómo si no podría haberse roto varios huesos?

Una Evans en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora