Capítulo 15

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Había terminado de comer, y bajo la atenta y mal disimulada mirada de Draco. Hice mi camino hasta la puerta del comedor, cuando alguien me agarró del brazo. Tal fue mi sorpresa al ver al profesor Snape que contuve la respiración. Su penetrante mirada azabache me puso los pelos de punta y por un segundo, sentí el pánico recorrer todo mi cuerpo. Estaba tan cerca que podía percibir su aroma a zapatos viejos y húmedos.

— Acompáñeme, señorita Parks.

Dubitativa, lo seguí. No negaré que estaba aterrorizada. Estaba segura de que me castigaría por el toque de atención de aquel día. Pasar horas encerrada en el despacho de Snape no era una de las cosas que más me apetecieran en ese momento. De pronto detuvo su marcha, y me di cuenta de que tan solo estábamos a unos pasos de la entrada del gran comedor.

— El señor Dumbledore me ha dado esto para usted — Me extendió un trozo de pergamino, y sin más cuestiones, desapareció al fondo del pasillo, no sin antes observarme curiosamente.

Aquello fue un hecho que sobrepasó lo insólito con creces. ¿Para qué querría Dumbledore darme esto a mí? Me aparté del camino en busca de más privacidad. Desdoble el pergamino, hallando un perfecta letra rígida y trazada con suma delicadeza.

Jane, me reuniré contigo a media noche en la torre de astronomía. Ruego tu discreción, así como te digo que es de vital importancia que acudas al encuentro con dicha rosa que mencionaste la última vez.

Albus Dumbledore. 

Leí la nota un par de veces más, tamizando cada palabra, buscando el sentido recóndito a lo que acababa de suceder. Estaba claro que la rosa no había sido cosa de Dumbledore, eso ya lo sabía, pero las sospechas estaban en el aire, ¿quién habría sido entonces?

El día me pasó insufriblemente lento. No podía dejar de pensar en lo que Dumbledore tenía para decirme. Estuve a punto de presentarme en su despacho, impulsada por la intriga. Me encontraba en uno de los pocos sitios que más paz me daban de todo el colegio. La biblioteca. Por suerte para mí aquel día estaba vacía gracias un partido de Quidditch o algún acontecimiento similar. Ni lo sabía ni me importaba.

— ¿Qué tal te ha ido el examen? - Me dijo una voz demasiado conocida a mis espaldas. Me giré para encontrarme con su figura.

— ¿Qué? — Pregunté incrédula mientras él tomaba asiento frente a mí, acomodándose el traje — Está ocupado —  Mentí de mala gana.

Él no se levantó. Esperaba una respuesta.

— Solo tú eres capaz de preguntar por un examen después de... — me mordí la lengua conteniendo el vómito de palabras que delataban mi conversación con Zabini — todo. Los tienes cuadrados, Malfoy.

— Especifica ese todo — Y su humor cambió repentinamente a serio. Me percaté pronto de mi error, cuando me insistió nuevamente. Siempre me he considerado una persona transparente, y nunca he sido capaz de ocultar mis pensamientos, cosa que Draco hacía maravillosamente.

— Pues... todo es todo — Espeté nerviosa recogiendo mis libros y levantándome de la silla. Necesitaba perderlo de vista, no creo que hubiese podido soportar otra tanda de humillaciones por su parte, aquel día no.

No avancé un paso, cuando la mano de Draco abarcó con todo mi brazo. Sus fuertes dedos me apretaban, sin llegar a hacerme daño, pero lo suficiente como para hacerme entender que él tenía el control de la situación. Viré furiosa hacia él, quedando a escasos centímetros su de su rostro. Miré hacia arriba, buscando sus ojos. Una fina línea azul delineaba la circunferencia negra de su pupila. Forcejeé en un vano intento de zafarme de su férreo enganche. Presionó mi cuerpo contra su pecho, dándome la menor movilidad posible. No había espacio entre nosotros. Sentía el calor de su cuerpo en cada molécula de mi sistema. Juraría haber notado el palpitar desbocado de su corazón.

Estaba colérica, y me hice creer que ese fue el motivo de mi acelerada respiración. No podía simplemente venir aquí y derribar el muro que tanto empeño había puesto en construir. Una pared que me mantenía cautiva, encerrada en mí misma, pero también a salvo de los peligrosos sentimientos que tenía hacia Draco. Y así sin más, la derrocó, dejando más que escombros a su paso.

— ¿Dónde te crees que vas? — Su voz grave me acarició el rostro al mismo tiempo que un escalofrió me recorrió el cuerpo.

— Cualquier lugar en el que pueda estar lejos de ti me es suficiente.

Su sonrisa volvía a estar en mi campo de visión, y mi cuerpo empezó a subir de temperatura al instante. Pude haberme soltado cuando su agarré cesó, no obstante, mi cuerpo permaneció inmóvil. Estaba hipnotizada bajo el hechizo más poderoso del mundo mágico. Su mirada.

—  ¿Qué quieres de mí, Draco? — La súplica empapaba mi voz. No me importaba lo patética que estuviese sonando, sólo quería una respuesta.

— Se te había caído esto — Mostró algo frente a mí. Aún seguía cautivada por mis encantos, y tardé en percatarme de qué se trataba. Era la carta de Dumbledore.

La alarma se detonó en mi cuerpo, sin embargo, hice esfuerzos bestiales para disimularla. Si Draco se hubiera enterado de que sabía más de la cuenta no vacilaría a la hora de tomar medidas, de eso estaba completamente segura. Mantuve mi rostro inexpresivo cuando alcé la mano para cogerla. Él me esquivó con facilidad, estiró el brazo, dejando el trozo de pergamino fuera de mi alcance. <<Mierda>>

— Dámelo, Malfoy.

— ¿Por qué debería hacerlo?

— ¡Por qué es mío, pedazo de idiota! — Se hizo el ofendido, pero sabía tan bien como él que aquello estaba lejos de herirle.

— ¿Qué es lo que hay aquí escrito para que se te marque la vena de la frente? Si, ya sabes, esa que te sale cuando te enfadas.

Entorné los ojos.

— Eres insoportable.

— ¿No será una carta de tú querido Potter? — Pretendió seguir con su tono indiferente, pero falló estrepitosamente.

— Eso... No es de tu incumbencia. ¿Te he dicho yo algo sobre todas las chicas con las que te acuestas? No, ¿verdad? Pues aplícate el cuento — De un pequeño salto le arranqué en papel de las manos. Mis palabras habían hecho efecto en él, aunque he de reconocer que no fue el efecto esperado. Todavía con la respiración contenida, me alejé de él a paso ligero.

***

Eran cerca de las doce, y no había rastro de la rosa por ninguna parte. La había guardado en el cajón de la mesilla, pero estaba vacía. Puse el cuarto patas arriba y busqué por todas partes. Nada. Resultaba prácticamente imposible, no la había movido de sitio. Tuvo que haberla robado alguien.

— ¿Qué ha pasado aquí? ¿Estás bien?

— Pansy — Me acerqué a ella, casi desesperada — ¿Ha entrado alguien en la habitación?

— No lo sé, yo hoy no he pasado por aquí desde esta mañana, ¿por qué?

— Joder... — Murmuré. No podía estar pasando. ¿Quién narices podría haber sido? ¿Y para qué la querría?

— ¿Qué ha pasado?

— Nada que... he perdido los apuntes de pociones — Mentí aún sin salir de mi asombro. ¿Qué le iba a decir a Dumbledore? Me tomaría por loca. Por qué, al fin y al cabo, nadie se toma tantas molestias por una estúpida rosa, sin ningún significado.

Caminé hacía la puerta de los dormitorios.

— ¿Dónde vas? El toque de queda ya ha pasado — Habló Parkinson a mis espaldas.

— Lo sé, es que... necesito un poco de aire — No era del todo mentira.

Caminé hacia la torre de astronomía pensando en cómo iba a explicarle al director que alguien se había colado en mi habitación, en el cuarto de una chica cualquiera, a robar algo tan insignificante como una rosa.

Till The End [Draco Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora