Capítulo 38

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La rabia me abrasaba las entrañas, no porque Snape me estuviera echando la bronca del siglo sin motivo alguno, si no porque los veinticinco minutos que llevaba discutiendo con él, los estaba perdiendo en vez de ir a ver a Draco.

— Por enésima vez, yo no he empezado nada. Fue ella la que entró chillando como una loca.

— Si se hubiera marchado a tiempo, ignorando a la señorita Greengrass, habría evitado el escándalo que se ha armado. Sin embargo, usted y su afán de ser siempre protagonista de todos los conflictos, la permitieron quedarse anclada al suelo, sin hacer más que agravar el problema. Es usted una inconsciente.

Y sin poder mantener la boca cerrada, lo rebatí:

— ¿Inconsciente? Siento discrepar, pero estaba a punto de salir camino a la enfermería antes de que usted metiese su enorme nariz donde no le incumbía. ¡Cómo siempre apareciendo en el momento más oportuno! — Le grité.

Snape me agarró del brazo, e ignorando el sonido quejumbroso que salió de mi boca murmuró a escasos centímetros de mi rostro.

— ¡Escúchame, niñata insolente! Si te atrapa a ti, nos atrapa a todos. Eres una necia al pensar que esto ha sido una simple pelea, y como tal, una nimiedad que no traerá consecuencia alguna. Ahora mismo, lo que menos te conviene es ser el centro de atención.

Me solté de un tirón reprimiendo el impulso de llevar la mano a la parte de mi brazo dolorida.

— ¿De qué cojones está hablando?

Soltó un gruñido.

Dio un paso hacia delante, y yo retrocedí otro por inercia. Sentí un gélido cosquilleo cuando mi espalda chocó con la columna de piedra.

— ¿Se cree que soy alguno de esos amigos suyos a los que con tanta facilidad engaña, señorita Parks? ¿Ha pensado por un momento que puedo resultar lo suficiente crédulo para no saber quién es usted? Porque si es así...

— Severus.

El silencio vino enlazado a la advertencia de Dumbledore, que no supe de dónde había salido. Snape se incorporó y retrocedió, volviendo a tomar una distancia que entraba dentro de lo políticamente correcto.

Los ojos de Dumbledore, esta vez más amables, se posaron en mí.

—Jane, estoy seguro de que el profesor Flitwick no tendrá inconveniente alguno en permitirte volver a tomar parte en la clase.

Hice un rápido asentimiento y me escabullí por el pasillo en un paso ligero.

Solté el aire que había estado conteniendo en los pulmones al doblar la esquina. ¿Qué mosca le había picado a Snape? Es decir, de siempre había sabido que Snape no tenía ningún tipo de apego hacia mí, es más, yo diría que le resultaba la alumna más insoportable de Slytherin. No obstante, el odio y la repulsión que había visto en su mirada iban mucho más allá de un hombre amargado echándole la reprimenda a una niña. En ese momento, me resultó imposible de creer que aquel trasfondo albergara tantos secretos como los que iría descubriendo más adelante.

No tenía contemplada la posibilidad de volver a clase de encantamientos en ningún momento. El hecho de saber que Draco estaba en el hospital mientras había estado perdiendo el tiempo con Snape me taladraba la cabeza, y en lo único que podía pensar era en si llegaba demasiado tarde. Ni siquiera recuerdo como llegué a la enfermería, solo sé que me encontraba en la entrada antes siquiera de pararme a pensar en nada.

Oteé todas las camillas: vacías, excepto una, y estaba ocupada por un niño de primer año que al parecer se había roto un brazo en la clase de vuelo.

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2019 ⏰

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