Capítulo 35

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Hacía ya dos días que Draco se había ido a casa y aún no había vuelto. Pese a todo lo ocurrido no podía dejar de pensar en él. Me preguntaba si se encontraba bien, y si tras el motivo por el cual tuvo que marcharse, volvería a ser el mismo. Pansy tampoco sabía nada y eso me preocupaba. Cada vez que tenía que escribir a mi madre, me obligaba a hacer uso de la poca fuerza de voluntad de la que aún no me había desprendido para no agarrar otro trozo de papel y escribirle a él unas líneas.

Antes de darme cuenta estaba viviendo el quinto día sin ver a Draco. Detestaba reconocer que por mucho que lo odiase en aquel momento, necesitaba de su presencia para seguir adelante. Y era algo que en aquel momento no tenía... Me estaba volviendo loca.

Pansy trató de convencerme de salir a dar una vuelta, pero me negué rotundamente, alegando que necesitaba practicar para Transformaciones, lo cual no era del todo mentira.

Disfrutaba de la soledad del dormitorio, tratando de hacer lo que fuera por mantener mi cabeza ocupada. Practicaba sin descanso bajo la atenta mirada de Oreo y Smay, que finalmente parecía que empezaban a entenderse. La frustración que mis fallidos intentos por transformar una copa de cristal en una pluma no me hacían sentir mejor, y es que, por más que tratase de poner a mente en blanco no lo conseguía. Siempre acababa en el puñetero mismo agujero de siempre.

Y ya estaba harta.

Volví a probar. Nada.

Una, dos y tres veces más, pero la puñetera copa seguía sin inmutarse.

La cogí y como la persona patética y desesperada que era, empecé a hablar directamente con la copa.

—   Transfórmate, por favor. Conviértete en una pluma... — Murmuré un par de veces, pensando que a estos niveles, ya podría hacer cualquier cosa... incluso hablar con un objeto.

Estaba siendo estúpida. Un repentino calor me inundó el cuerpo y de pronto algo en mí estalló, mandando oleadas de rabia a todo mi cuerpo.

Grité sin saber por qué, y no paré hasta que me ardió la garganta. 

Después de mi bramido, vino el silencio absoluto, únicamente interrumpido por mi jadeo tembloroso. La humedad de una lágrima roció ligeramente mi mejilla.

<<Joder>>

Escuche un ligero chasquido, seguido de un finito goteo. 

De pronto sentí la extraña sensación de no estar sola. Dejé de respirar. Eché una rápida ojeada al cuarto por encima del hombro. No había nadie.

Oí a Oreo maullar. No comprendí lo que había sucedido hasta que bajé mi mirada a la mano que sostenía la copa. O bueno lo que quedaba de ella. Pequeños trozos de cristal yacían en el suelo. Casi al instante sentí una ligera punzada en el puño que aún permanecía cerrado sobre la pieza de vidrio.

Nunca había tenido especial sensibilidad a la hora de ver sangre, pero aquella vez fue diferente. Jamás en mi vida había visto tanta sangre. El suelo pronto se llenó de goterones escarlatas y el olor metálico de la sangre se filtró en mis fosas nasales.

Abrí el puño. No podía hacer otra cosa salvo contemplar trozos de vidrio fragmentado incrustados en la palma de mi mano. Sentí como me palpitaban las heridas abiertas aún chorreantes.

Mis movimientos eran ágiles y precisos. Saqué los cristales de mi piel. Conté un total de siete. Perdí la noción del tiempo cuando metí la mano bajo el chorro del agua, y durante ese corto, o quizá largo periodo de tiempo, reparé en un par de cosas. La primera era que no había pensado en nada. Por fin había logrado poner mi mente en blanco. La segunda, y pude que la más intimidante y excitante a la vez: el dolor me hizo respirar de nuevo. Llenaba los pulmones con tanto aire que me quemaban. Por último, la tercera: cuando expiré el aire que tanta presión provocaba en mis pulmones, me vacié por dentro. Sentí un alivio abrumador que hacía mucho tiempo que no sentía, y que creí jamás volver a experimentar.

Till The End [Draco Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora