Capítulo 29

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La duda asomaba por la puerta en mitad de la soledad del compartimento. No habían pasado ni dos horas y ya estaba empezando a arrepentirme de haber dejado marchar a Draco. Aunque pensándolo bien, fue él quien me dejó marchar a mí. << ¿Pero no era eso lo que en realidad quería?>>

Sí, o puede que tal vez no. No tenía ni la menor idea de lo que sentía en aquel momento. Días antes había estado suplicando, rogando, a Draco que me escuchase y había ignorado mis deseos de una manera muy dolorosa. Me había apartado de la manera más brutal posible, había hecho lo que él mejor sabía, hacerme daño. Y en eso bastaba mi historia.

Si lo estuviese viendo desde una perspectiva diferente, diría que tenía principios masoquistas. No solo no me bastaba con permitir que Draco me humillase, sino que, después de tolerarlo, me sobraba tiempo para ir detrás de él, y todo para ¿qué? Para volver a recibir otra sarta de desprecios y mofas por su parte. <<Es mejor así>> me repetí como tantas veces lo había hecho ya.

La auténtica cuestión era ¿Cuándo iba a ser realmente suficiente? ¿Cuándo sería capaz de poner el tope? ¿Cuándo pondría freno a este infierno de sinsentido?

Realmente no lo sabía. Mi corazón y mi cabeza disputaban una batalla en la cual había una única perdedora, y aquella era yo. Eligiese lo que eligiese dolería, y no sabía hasta que punto podría soportarlo.

Salí corriendo a toda velocidad cuando vi a mamá esperando. No recordaba haber sentido tanto entusiasmo en mucho tiempo. Me abalancé sobre ella, envolviéndome en un abrazo tan caluroso que me entraron ganas de llorar. Pero para eso ya estaba mi madre, que apenas me había saludado y ya tenía la lagrimilla en el ojo.

¡Dios, cuanto la había añorado!

Mientras volvíamos a casa en coche, mamá me explicaba que papá se encontraba fuera del país, concretamente en Tailandia, asistiendo a compromisos a los que no podía faltar por nada del mundo. Aquella noticia me hundió un poco, pero ya estaba mi madre para sacarme a relucir esa sonrisa de la que no había dado mucho uso allí en Hogwarts.

Me llevé una agradable sorpresa cuando abrí la puerta y vi a la familia allí. Todos saltaron con pancartas de bienvenida y una gran trata con muñecos de jengibre navideños. Estaban todos, la abuela de Bristol, mis primos de Alaska, ¡e incluso la vecina de en frente!

Por supuesto, tanto mi madre como yo teníamos clara la primera norma del mundo mágico, y era que los Muggles no podían saber de nuestra existencia, de modo que les hicimos creer que había empezado a estudiar en un nuevo colegio al norte de España.

Aunque la sorpresa no pude ser mejor, echaba en falta a mi padre, y me preguntaba si podría acabar sus quehaceres antes de que tuviese que estar de vuelta en Hogwarts.

<< No, Jane, para>>

Durante las vacaciones en casa, me autoimpuse una serie de normas, y la primera era mantener a raya cualquier pensamiento relacionado con Hogwarts. A eso le seguía la siguiente norma, y por supuesto no podía ser otra que no pensar en Draco.

Ya habían pasado tres días y ya había recuperado el color rosado de mis mejillas y el brillo natural de mi pelo. Me puse morada a dulces. Comí hasta no poder más, y cuando me llenaba seguía comiendo. Gracias a que mamá por fin había conseguido las vacaciones en el hospital pudimos quedarnos en casa holgazaneando.

Un día cocinábamos cupcakes. Otro a lo mejor cerrábamos todas las persianas de la casa, agarrábamos las mantas y un kilo de palomitas cada una, y hacíamos maratones de nuestras películas favoritas.

Till The End [Draco Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora