Capítulo 16

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Los nervios comenzaron a tomar control sobre mí cuando vi al señor Dumbledore asomado por el balcón, mirando la intensidad de todo aquello que rodeaba el castillo. Terminé de subir las escaleras, y me quedé parada en el último peldaño, sin saber muy bien que decir o hacer. En eso momento no fui capaz de ver lo asustada que estaba. No entendía nada de lo que pasaba a mi alrededor, no creo que nadie en mi situación lo hiciera. Quien estuviese detrás de todo esto se estaba tomando demasiadas molestias por volverme loca.

— Buenas noches, Jane — Hablo él por fin, aun contemplando el paisaje. Paso tras paso me acerqué con temor hacia él.

— Buenas noches, señor.

— ¿Y bien? — Viró hacia mí — ¿Has traído lo acordado?

Dudé.

— Yo... no la he encontrado, ha... desaparecido de repente y...

— Está bien, tranquilízate Jane, no llores.

Ni siquiera me había dado cuenta de que lo estaba haciendo. La presión podía conmigo. Estos años en Hogwarts me habían consumido como nada lo había hecho antes

— La desaparición de la rosa no es lo más importante en esos momentos.

— ¿Y qué lo es, señor? — Me sequé las lágrimas — ¿Por qué a mí? El accidente, la rosa, las pesadillas...

Algo de lo que dije captó su atención. Sus ojos quedaron atrapados en la nada por un segundo, pensativos, hasta que su faz atenta se posó de nuevo en mi vista.

— ¿Podrías relatarme esas pesadillas?

No comprendía que papel jugaban las pesadillas que tenía desde niña en todo aquello. ¿Por qué interesaban tanto a todo el mundo? La última noche antes de despertar en el hospital, recuerdo haber mencionado e tema de mis sueños a Zabini. Quedé con él en que se las contaría, pero después vino el accidente. ¿Tendrían mis pesadillas algo que ver con mis semanas de hospitalización?

Me dio auténtico dolor de corazón relatar detalle a detalle las visiones de mis sueños. Narré, casi al borde del llanto, las espeluznantes imágenes que manchaban mis sueños. Dumbledore me escuchaba atento durante las dos horas que estuve hablando y respondiendo sus preguntas.

— Voy a darte un consejo, Jane. Céntrate en tú curso, aquí estarás a salvo. Trata de olvidar todo aquello que te desconcierta, o si no, terminará por acabar contigo — No todo lo que dijo era cierto, aquí no estaba a salvo, y tanto él como yo lo sabíamos — Y ahora te sugiero que vuelvas a tu dormitorio.

¿Ya estaba? Esa no era el tipo el ayuda que buscaba.

Supongo que, en aquel momento, él también supo que no iba a dejarlo estar. No iba a consentir que fuera quien fuese, o lo que fuese eso que trataba de hundirme, no me rendiría fácilmente, y si no obtenía ayuda de Dumbledore, la conseguiría de otra parte.

El gélido suelo me congeló los pies. Me había descalzado para no hacer ruido cuando vi a la gata de Filch merodear por los pasillos.

— ¿Quién anda ahí? — Habló la voz áspera de Filch.

Pegué mi cuerpo a los fríos ladrillos de la pared. La humedad se filtraba por mi piel, estaba congelada. Los pasos del vigilante se aproximaban. Veía en el suelo su silueta dibujada por la luminosidad del faro que sostenía en su mano. Antes de que su gesto agrio se posara sobre mí, noté una fuerza tirándome fuera del alcance de Filch.  Sentí algo cálido sobre la parte inferior de mi rostro. Alguien me tapaba la boca con la mano. Alcé la vista para ver a quién me había salvado de mi duodécimo castigo. Era él. Un torrente de calor recorrió mi cuerpo cuando atisbé sus ojos azules explorar el pasillo, al acecho de Filch.

Till The End [Draco Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora