Capítulo 4

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Por lo general las clases me resultaban bastante más interesantes que en mi anterior colegio, cómo era de esperar. Me parecía imposible creer que podría existir un hechizo para transformar un pequeño reloj de bolsillo en un ratoncito.

Aquel día, tan solo tenía clases por la mañana. El resto de la tarde la pasé fuera. No tenía alternativa, era eso, o soportar a Pansy y sus ridículos comentarios. La gente salía al campo y se tumbaba en el prado a leer. Algunos simplemente hablaban, otros en cambio, aprovechaban el tiempo para hacer los deberes o practicar algún que otro encantamiento.

Me moría de envidia cada vez que veía a alumnos de diferentes casas hablando entre sí, ya que gracias al dichoso escudo que llevaba bordado en la túnica, nadie se atrevía a mirarme. Los Slytherins solamente se mezclaban con los de su propia casa. Ellos seguramente dirían que ni locos hablarían con un Gryffindor, un Ravenclaw o un Hufflepuff ni aunque su vida dependiera de ello. Les parecería repugnante mantener cualquier tipo de amistad con alguno de ellos y mucho menos con un sangre sucia. 

Jamás había escuchado unos argumentos tan inútiles como aquellos. Entre todo el tiempo que tenía para reflexionar, llegué a la conclusión que el mundo muggle no era tan diferente a este. Los prejuicios siempre estaban presentes, siendo el plato de cada día, midiendo la procedencia de cada persona o en nivel económico, tanto o más como aquí se criticaba el estatus de sangre.

Después de hacer tantas cavilaciones sobre la casa en la que estaba colocada y la cantidad de críticas malas que tenía hacia ella, me preguntaba porque yo había sido seleccionada ahí, ¿acaso una parte de mi era igual que ellos? Tal vez no lo supiera, pero tampoco quería saberlo.

Una conocida voz me hizo emerger de aquel mundo de divagaciones en el que me encontraba.

— ¿Qué hay Parks?

— Blaise — Lo saludé. Se sentó debajo del árbol, justo a mi lado —. Por cierto, no he tenido mucho tiempo para darte las gracias por tratarme... bien. Quiero decir, es algo que no se tendría por qué agradecer... a ver, se supone que es como tiene que ser ¿no?, las normas no escritas de convivencia y eso, ya sabes, tratar bien a las personas tendría que ser lo... normal.

— Sí... bueno. La verdad es que no tienes por qué dármelas. Tienes razón, además yo también estoy empezando a estar bastante harto de la gente con a que resido. Hay veces en las que siento que voy a reventar. ¿Nunca te has sentido como la única pieza que sobra del puzzle? Estar en el montón por obligación... ya sabes... no encajar.

¡Sí! Dios, era exactamente como yo me sentía, de hecho no lo habría podido definir mejor. Al parecer no era a única que estaba al borde del colapso, y eso me hacía sentir bien. ¿Quién lo iba a decir? Aquel pequeño momento compartido con Blaise me sentó como un bálsamo relajante, y por un pequeñísimo momento, creí sentirme a gusto e incluso, se me llagó a pesar la descabellada idea de que en algún momento podría ''encajar''. Ilusa de mi...

Zabini se ofreció amablemente a hacer de guía por un día y me enseño todo el colegio. El castillo era inmenso. Todos los pasillos me parecían iguales y sabía desde aquel momento que eso traería problemas, porque, como ya os habéis podido figurar, la ubicación no era una de mis virtudes.

Anduvimos por un buen rato. Hablamos de muchas cosas en poco tiempo y fui descubriendo un lado de Zabini que no mucha gente tenía la dicha de conocer. Dimos por concluido nuestro paseo en la sala común, dónde teníamos pensado seguir charlando. Desafortunadamente la presencia de Draco hizo imposible cualquier intento de entablar una conversación agradable. Estaba dormido en el sofá. No es que así fuese a molestar mucho, sin embargo, su sola presencia bastaba para hacerme sentir incómoda. Era un don que tan solo él poseía.

Till The End [Draco Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora