Capítulo 18

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Me sentía aprisionada en uno de esos sueños terroríficos en los que tienes que correr hasta que se te incendian los pulmones, sin lograr trasladarte nunca a la velocidad necesaria. Esta vez mis padres salían en la pesadilla. Debía correr a rescatarlos de las garras del hombre con cara de serpiente, el hombre que desempeñaba el papel principal de todas mis pesadillas. En ese momento hasta mi propia vida carecía de sentido. Los gritos de mi madre taladraban mis tímpanos, en cambio, yo por más que vociferase a pleno pulmón, nadie venía a socorrerme. Tal era la magnitud de la visión, que dudé unos instantes. ¿Estaba soñando?

Mama volvió a gritar hasta que su garganta se inflamo. Fue un llanto desgarrador, que real o no, quedó grabado en mi memoria. << ¡Mamá, no! ¡Mamá, no! >> gritaba una y otra vez.

—¡NO! — Me desperté inquieta, sofocada con los ojos a punto de salirse de las órbitas. Inspeccioné en lugar en el que me encontraba. No era mi cama y no estaba sola. Draco me miraba, alarmado. Las lágrimas aguaban mi cara y gotitas de sudor perlaban mi frente. Sentí los brazos de Draco, estrechándome contra su pecho.

— Amor — susurró besándome la frente. El tacto de su piel ardiente contra mi cuerpo ofrecía una seria evidencia a favor de la hipótesis del sueño. Jadeante me aferré a él mientras susurraba palabras de consuelo contra mi pelo. En cada pestañeo veía el rostro magullado y agotado de mi madre. Son imágenes con las que aún no he aprendido a lidiar, y nunca creo que lo haga.

El lamento perforador de mi madre volvió a reproducirse en lo más profundo de mi inconsciente, y sin poder contenerme un segundo más, comencé a sollozar sobre Draco.

— Te tengo, pequeña. Estás conmigo — Musitaba una y otra vez acariciándome la cabeza. Hundí mi rostro en el hueco entre su hombro y el cuello. Jamás había soñado antes con mi madre. Mis pesadillas nunca variaban de una manera tan drástica. Eso tubo que significar algo. Mis sueños, por alguna razón tenían algo que ver en toda aquella mierda, y que mi madre apareciese en uno de ellos no era una buena señal. Debía avisar a Dumbledore cuanto ante y velar por la seguridad de mis padres.

— Lo siento — Me incorporé avergonzada.

— Eh mírame — Me sujeto la barbilla — No tienes nada por lo que disculparte, ¿de acuerdo?

Lo miré unos instantes y no supe con claridad si debía estar agradecida. La pesadilla me había despejado del subyugo de Draco. Ni siquiera sabía con certeza que narices hacía allí, con el chico que trabajaba para el hombre que me quería ver muerta y enterrada.

— ¿Quieres hablar de ello?

Negué con la cabeza.

— Yo... será mejor que me valla, tengo clase con McGonagall a primera hora — Sonaba distante. Sentía ganas de abofetearme en la cara ¿Cómo había sido tan estúpida?

— Son las doce — Concluyó como si nada.

<< ¿Cómo?>> Por qué había dormido hasta tan tarde y porqué no me había despertado. Reprimí el impuso de estamparle un zapato en la cabeza. Lo último que me faltaba ahora era tentar a la suerte faltando trasformaciones.

— ¿Por qué no me has despertado? — Espeté demasiado alto, cubriéndome el cuerpo semidesnudo con las sábanas oscuras. Alcancé mi uniforme y comencé a vestirme.

— Ayer te metiste tarde a la cama. Tienes que descansar.

De pronto que Draco se preocupase por mí no me producía ternura, y sentía cierto punto de asco hacia él... y hacia mí misma.

— No eres quien para decirme lo que tengo que hacer, Malfoy.

— Perdona si me preocupo por ti, solo se me había ocurrido que, no sé, tal vez después de estar ocho putas semanas en coma te vendría bien descansar un poco.

Till The End [Draco Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora