Aún no consigo entender como tuve fuerzas para levantarme. Recuerdo la sangre gotear por mi barbilla mientras corría hasta la enfermería. La señora Pomfrey ya estaba curada de espanto, y lo de mi lengua le pareció un mero rasguño.
Mientras ella me curaba, yo hacía inventario de cómo me sentía. Aquel susurro me inquietaba y me hacía sentirme vigilada a la distancia, como si una presencia orbitase a mi alrededor. Era escalofriante. Y por otra parte, estaba la rosa que iba y venía. Un agudo pinchazo en la lengua hizo que me sobresaltase.
— Relájese, señorita Parks. Verá que como con este brebaje la herida desaparecerá en un santiamén.
Suspiré con la lengua fuera. El olor era extraño e hizo que me diera vueltas la cabeza, aunque más desagradable era el sabor. Sabía a huevo podrido con una pizca de leche pasada ¡Puaj!
Di lo mejor de mí para detener los calambres en mi estómago y no echarle la comida a la mujer que hacía lo posible por curarme la lengua, a pesar las múltiples veces que me había dicho que estuviera quieta.
La señora Pomfrey tenía razón. En menos de media hora la herida había desaparecido y no sentía ningún dolor.
Después de la tortura que me supuso permanecer inmóvil mientras sentía la asquerosa poción descender por mi garganta, acudí a clase. Nunca había suspendido ninguna asignatura, pero incluso a estas alturas de curso, ya sabía que defensa contra las artes oscuras sería la única en mi lista negra. No tenía ni la menor idea de qué podría haberle hecho yo a Snape para que me odiase tanto, pero así era. Me tenía fichada.
En un principio no me pareció nada personal, en vista de que parecía resentido con el mundo, pero a mí me guardaba un rencor especial. La señorita McGonagall era otro cantar. Era un hecho que sentía tirria por todos los de escudo verde, pero al menos tenía en cuenta mi trabajo. Tan solo esperaba que, tras mi esfuerzo en la asignatura, la nota final compensara todas aquellas miradas hostiles.
***
Había escuchado que Pansy me estaba buscando. No estaba teniendo un buen día, y saber que Parkinson quería hablar conmigo no lo hacía mejor. Pasar tiempo con ella era la último que me apetecía hacer, y no solo por lo empalagosa que resultaba su compañía últimamente, más bien por las impúdicas imágenes que me venían de ella a la cabeza.
Tras lo escuchado la noche anterior, lo mejor para ella sería no aparecer por mi campo de visión porque no prometía a nadie poder controlar el impulso de soltarla un guantazo.
Me felicité a mí misma en mi fuero interno por no haber confiado en ella desde un principio. Las lagartas cuanto más lejos mejor.
Aguanté lo que supuso un infierno personal durante las clases de pociones. Dejando a un lado el peloteo entre Slughorn y Harry, las furtivas miradas entre Draco y Pansy me sacaban de mis casillas. Vi por el rabillo del ojo la vista de Draco posada en mí un par de veces, pero me hice la loca. Mi varita tembló en mi bolsillo cuando crucé miradas con Pansy.
<<Crucio>> Gritaba mi segundo yo en las profundidades de mis pensamientos. La visualicé una y otra vez retorciéndose de dolor en mi mente. <<Seguramente ya se habría retorcido bastante la noche anterior, y no de dolor precisamente...>>
Resoplé enfadada y me obligué a centrarme en la clase.
Las cautelosas miradas perduraron el resto de la hora. Cuando finalmente Snape dio por finalizada la clase, recogí y me fui a toda pastilla. Escuché a Draco llamarme cuando salí de clase. Haciéndome la sorda, apreté el paso y me escabullí entre la maraña de alumnos hasta que su voz quedó ahogada en la distancia.
Estuve el resto del día con Neville en la biblioteca, lugar al que los Slytherins solo se acercaban envueltos en ajo y con una cruz en el bolsillo.
Quería a Neville como al hermano que nunca tuve, y verlo tan nervioso por la cena de Slughorn me inquietaba a mí también. Me había contado en muchas ocasiones todas las bromas pesadas que había sufrido en sus primeros años en Hogwarts, y las que todavía le gastaban. Era un chico tímido, y haber sido el centro del cachondeo tanto tiempo, lo convertía en una persona muy insegura. No soportaba verlo tan agobiado, así que para cambiar de tema, le hablé de Luna. La mera mención de su nombre borró de un plumazo todas sus preocupaciones. Estaba enamorado hasta la médula. Cuando se refería a ella, cada frase terminaba en un suspiro y volvía a comenzar la siguiente con una sonrisa delineada en sus labios.
Pasar la tarde con Neville hizo mi día más llevadero y me dio la energía suficiente como para bajar a cenar. En el gran salón puse toda la distancia posible entre Draco y yo. Me senté en la esquina de la mesa, en un ángulo dónde su mata rubia quedase totalmente cubierta. La cena habría sido del todo satisfactoria de no ser por la chica del frente, Dakota Williams, que había comido más mocos que carne. Me concentré en mi plato y acabé lo más rápido posible.
Experimenté un alivio abrumador cuando llegué a mi cuarto y lo vi vacío. Pansy no sé encontraba en el cuarto (por suerte) sin embargo yo ya sabía dónde estaba. Sacudí la cabeza, como si con eso pudiera deshacerme de aquellas imágenes creadas por mi traicionero subconsciente. Los celos me removieron el estómago, y lo que sentía era algo más fuerte que un simple desagrado.
Me quité los zapatos a puntapiés y me puse el pijama mecánicamente. Hundí mi cuerpo en las sábanas para que minutos después la bruma me arrastrara con ella los lugares más recónditos de mi mente, haciendo que lo que me atormentaba quedase sepultado en las profundidades de mi misma.
Una sensación extraña me hizo entreabrir un ojo y por un segundo tanteé la posibilidad de estar soñando. La oscuridad del cuarto era insondable y no podía ver nada. Aquel sentimiento agobiante calló sobre mí como un balde de agua fría.
Algo inquietante se palpaba en el ambiente. Volví a experimentar aquella horrible sensación que advertí apenas segundos atrás. Alguien acechaba sin ser visto, podía escuchar su respiración.
<<Jane>>
La sangre se detuvo en mis venas al escuchar el mismo susurro. Sentí un horrible cosquilleó en la nuca y un sentimiento frío me inmovilizó. Con los ojos bien abiertos, permanecí inerte en la oscuridad de mi habitación.
Mi sexto sentido pasó a un estado de máxima alerta cuando sentí el colchón hundirse a mi lado. Tragué con fuerza y pronto comencé a temblar.
<<Estás soñando. Estás soñando. Estás soñando >> Me dije, dispuesta a repetirlo hasta que por fin lo creyera.
El individuo se aproximó a mí bajo las sábanas. Apreté en un puño el edredón hasta sentir las yemas de mis dedos arder. Cerré los ojos con fuerza deteniendo el torrente de lágrimas. La distancia fue consumida poco a poco por el intruso, que actuaba con movimientos sutiles. Sentí su proximidad, sobre todo cuando entró en contacto con mis piernas desnudas.
La teoría del sueño había quedado descartada hace ya tiempo.
Algo me rodeó la cintura y sin poder soportarlo más, grité. No obstante, antes de que el llanto contenido que estaba empezando a quemar mi garganta retumbara por las paredes, una mano tapó mi boca.
El agarre en mi cintura se tensó cuando empecé a patalear. Ahogué los sollozos en su palma mientras gastaba mis energías en tratar de escabullirme.
El miedo atenazaba mi corazón y por un segundo mis pulmones se detuvieron. La presión en mi pecho me ahogaba. Las lágrimas ardían en mis mejillas mientras continuaba con mis intentos de soltarme.
Tras varios minutos de forcejeo, comprendí que era inútil seguir resistiéndome. Me tenía bien pillada, y algo en mí me susurraba que nada de esto tenía pinta de acabar bien.
Su respiración me golpeaba la oreja y sentí unas irrefrenables ganas de vomitar.
— Shhh.... Tranquila... Tranquila... Soy yo.
¿Draco?
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Till The End [Draco Y Tú]
Fiksi PenggemarEl día 2 de mayo de 1998, yo morí. Ahora, donde quiera que sea este sitio en el que estoy, recuerdo los últimos minutos de vida como algo incalculablemente preciado. Nunca habría imaginado que podría haber muerto de aquel modo; con Draco sujetándome...