Capítulo 26

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Noté un peso extra en el cuerpo. Sentí algo sobre mi cintura que poco a poco ejercía más presión. Si se trataba de otra de las vistillas nocturnas de Draco no estaba de humor. Me moví hacia un lado para deshacerme de aquel estorbo que tenía sobre mí, pero no pude. Con cada movimiento el agarré se intensificaba hasta el punto de llegar a hacerme daño.

¿Qué narices?

La presión era más intensa con el paso de los segundos. Sentía los pulmones en la garganta. Abrí la boca, en un vano intento de volver a respirar. Me estaba asfixiando. No escuchaba nada salvo el bombeo frenético de mi corazón tras mis orejas. Cuando creía que no podía oprimir más aquella fuerza incrementó. Me dolía todo. Cada una de mis extremidades palpitaba al ritmo de mi corazón. La sangre se agolpó en mis ojos y creí que me iban a estallar.

Antes de comenzar a ver rojo hice un esfuerzo para inclinar la cabeza y ver de qué se trataba. Había una serpiente gigante enroscada en mi cintura. Mientras su cabeza reptaba por mi pecho escuchaba mi nombre en un susurro. 

El monstruoso reptil, con la luz de la luna reflejada en sus escamas, se acercaba a mi rostro. Su lengua viperina me acarició la mejilla y el bisbiseo resonó en las profundidades de mi cerebro.

La serpiente desencajó la mandíbula y desplegó todo el poder de sus afilados y largos colmillos apenas a dos centímetros de mi rostro. El hedor de su aliento se coló en las profundidades de mis fosas nasales.

Sentí que reventaba por dentro y pronto pude saborear la sangre. Quería gritar, pero ni siquiera podía coger aire para respirar. Sabía que me desmayaría en cualquier momento. 

Justo unos segundos antes de perder el conocimiento, la sombra del fondo de la habitación absorbió la serpiente para hacerla desaparecer en el fondo de un agujero negro.

Sentí un leve aturdimiento cuando abrí los ojos de golpe y me encontré en la soledad de mi cuarto, empapada en sudor. El corazón martilleaba a mil por hora contra mis costillas. Tenía las sábanas cerradas en puños. Mi cuerpo aún continuaba temblando. <<Se acabó, solo es una pesadilla, no hay nadie>>

Impulsada por el miedo dirigí mi mirada al mismo punto donde había visto a la serpiente reptar solo para asegurarme de que de verdad había desaparecido. Contuve la respiración cuando, entre la oscuridad de la noche, vi sobre mi pecho los frescos pétalos de color sangre de la rosa que tanto había empezado a detestar.

Pegué un salto. La rosa, al igual que la ropa de cama, salió disparada por los aires.

<<Debes aprender a diferenciar entre las imágenes creadas por tu imaginación y la realidad. Tus pesadillas no son más que eso, Jane. Meros sueños>> Escuché la voz lejana del psicólogo de mi infancia y la repetí, una y mil veces, para intentar convencerme de ello. No sé qué número de veces hube reproducido aquellas palabras en mi cabeza hasta quedarme dormida en frío suelo.

***

Ya iba por la tercera clase de la mañana y depositaba mucha fe en que el terrible dolor de cuello pasara. En mi vida había dormido en una postura tan incómoda. Aunque nada dolía tanto como la decepción que me punzaba el pecho y aniquilaba mi corazón.

Draco y Pansy. Pansy y Draco.

No terminaba creérmelo. Mi corazón, mi pequeño y herido corazón renegaba a aceptar aquella verdad. Una verdad que escocía cada vez más a cada segundo que pasaba.

Faltaban apenas dos horas para la hora de cenar, y había tomado nota mental de que para entonces ya habría hablado con Harry. Necesitaba aclarar el beso del día anterior. Por él. Por mí. Y por todos los cotillas que me habían parado durante el día.

Till The End [Draco Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora