Capítulo 23

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No era nada nuevo saber que las noticias en Hogwarts volaban, y haberme enterado de que el padre de Draco estaba preso desde principios de curso me enfadó muchísimo. Creí que el hecho de haber confesado a Draco el secreto hasta la hora más importante de mi vida supondría algo en nuestra relación. Un momento, ¿qué relación?

Para Draco, compartir sábanas con una chica dos noches y susurrarla apelativos cariñosos mientras se dormía, no significaba nada, puesto que era el patrón que seguía con todas las demás. Ahora, si que era verdad que no lo seguía muy a menudo, ya que no le hacía falta, puesto que ninguna se resistía a él más de cinco minutos.

Me dolía admitir la cruda realidad. Pero así era, Draco sabía demasiado de mí y yo en cambo nada de él, lo que me situaba en una evidente desventaja.

El día había transcurrido mortalmente lento, y sin la menor noticia de Draco. No se presentó a ninguna clase, ni siquiera a pociones. Aunque siendo sinceros tampoco se perdió gran cosa. La clase se basó en las miradas cómplices entre Slughorn y Potter, hablando de algo que tan solo ellos parecían entender. Sin embargo, no negaré que no disfruté viendo las molestas muecas de Hermione al escuchar la ocurrente y elaborada frase de Slughorn <<Magnifico, Harry>>

Creo que todos lo hacíamos.

Cada vez que mis ojos caían en el rostro amoratado de Zabini se me cortaba la respiración. ¿Qué le habría pasado?

Cuando acabaron las clases se me ocurrió salir a dar un paseo, pero la dichosa nieve me lo impidió. Honestamente, no sé que tiene la nieve que gusta a todo el mundo. Está mojada y muy sucia, por no hablar de las condenadas guerras de bolas. ¿Qué sentido tiene? Tan solo pensar en las veces que de pequeña se me había colado nieve bajo la ropa en medio de una estúpida batalla de esas sentía escalofríos.

Subí a la sala común. ¡Bien! Estaba vacía y podría disfrutar de una agradable sesión de lectura junto al fuego. Me despojé del abrigo y de los mis guantes amarillos tejidos por mamá (los que además habían sido el centro de burlas) y me senté con mi libro favorito.

Engullía las páginas sin cesar, esas páginas que ya prácticamente me sabía del derecho y del revés, hasta que escuché un ruido. Por la escalera de las habitaciones salió Draco. Su semblante impasible me llamó la atención. Me levanté y salí escopetada a su encuentro. El alma se me llenó de gozo y alegría cuando lo vi caminar hacia mí, con el ceño aún fruncido. A pesar del enfado que había estado amargándome el día, una parte de mí moría de ganas de volver a abrazarlo y perderse entre sus brazos.

Esperé expectante ese reencuentro, pero cuando pasó de largo, sentí una bofetada en la cara.

—  Draco, ¿Ocurre algo? —  Pregunté, pero me ignoró. Lo agarré del brazo como el solía hacerme a mí. Su gesto cuando se volteó me asustó. Sabía que nunca me haría daño físico, no porque me lo habría dicho en reiteradas ocasiones... simplemente lo sabía. Sentí miedo por él.

Un destello que no fui capaz de descifrar cruzó su mirada y sin pensarlo, retrocedí un paso.

—  ¿Has comido? —  Pregunté desesperada por que me hablase de algo, lo que fuera.

—  ¿Me has visto a la hora de la comida? —  Su tono era firme.

—  No, pero...

—  Pues entonces, ¿para qué preguntas?

Se volteó de nuevo hacia una mesa y comenzó a coger unas cosas.

— ¿Pero que te pasa? ¿Se puede saber por qué te comportas como un cretino? Creí que después de todo podríamos llevarnos bien, pero veo que sigues en tu línea.

Till The End [Draco Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora