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Corrí preso de todas aquellas emociones revueltas producto del accidente que casi ocasiono.

De pronto debí encarar el problema, pero no sé las intenciones que tenía ese sujeto. Hay probabilidad de que me metiera en problemas, ya que evidentemente la culpa es mía.

Me encontraba cerca de la universidad así que no tuve problema para irme caminando a pesar de las asquerosas náuseas. ¿Cómo pude creer que me notarían esta vez? ¿Cómo pude tener esa vana esperanza?

La entrada del Alma Máter se alzaba ante mí, dándome la bienvenida luego de mi experiencia. Crucé el campus ocupado por los diversos grupos compartiendo su noche de viernes con risas y charlas, mientras tanto yo deseaba llegar rápido a mi habitación.

Ya estando en ese estado de calma con caminata pasiva, los efectos post huida se hicieron presentes. La sed escoziendo mi garganta, la fatiga sacudiendo mi acalorado cuerpo, mis pulmones reclamando por más aire. Es por eso que solucioné dar un paseo a la cafetería en primera instancia.

—¿Efectivo o bono estudiantil?— la señora encargada de atender pedía mi pago luego de tomar una hamburguesa y una soda.

—Efectivo.— respondí a la vez que palpaba mis bolsillos en busca de mi cartera.

El pánico se apoderó de mi debilitado ser al no sentir el objeto que tanto buscaba. ¿Podría ser que...? ¡No! ¡De ninguna manera! No creo que se haya salido cuando caí delante ese auto.

Mis manos se movían con desesperación por todos los escondites de mi ropa. Aún no me cabe en la cabeza cómo no la tengo conmigo. ¿Tan abrupto fue el golpe?

—Hijo, no tengo toda la noche.— la cajera insistía en recibir el dinero. Entonces caí en cuenta de la situación. Lo que más temía era realidad: boté la plata y TODOS mis documentos.

Con desánimo aparte la bandeja, dándole a entender que no llevaría nada gracias a mi descuido. Tan apetitoso que se ve todo y no lo podré tener en mi boca.

—Yo lo pago.— una voz detrás mío me hizo sobresaltar. Volteé para encontrarme con los ojos azules que logran desconcentrarme en los laboratorios. Annie.

Para cuando quise rechistar ya llevaba los alimentos junto a mi compañera. Nos sentamos en una de las mesas.

—¿Por qué...?— quise empezar, pero me cortó.

—No me malinterpretes. Te ves hambriento, y es totalmente decepcionante reprimir una necesidad básica por culpa propia.

—¿Qué?

—Vi cuando casi te lleva ese auto.— tomó un sorbo de su soda.— Al igual que vi cómo huiste. Pensé que llegarías a encerrarte en tu cuarto; no obstante, nos hemos topado acá. Supuse que tu cartera quedó en la escena al notar que no la encontraste  hace un instante.

—Soy un torpe.

—Pensaría lo mismo si no fueras jodidamente aplicado. Tu problema radica en lo tímido que eres. No te esfuerzas en que los demás te noten, y peor aún, te rindes ante el primer intento.

—¿Tanto así me has analizado?

—No es necesario analizarte a fondo para captar lo obvio.

—¿¡Ah!? Soy tan predecible.— puse una palma sobre mi frente mientras unas gotas de sudor corrían por un lado de mi rostro.

—Seguiría sacándote en cara tus verdades, pero debo irme. Hanji me dará una tutoría.— acto seguido dejó su silla y con un asentimiento de cabeza se despidió antes de partir a su encuentro con la estudiante más capacitada del programa de medicina.

Luego de acabar con la comida me dirigí a mi cuarto, en el que por deducción aún no estaba Marco. Mi cama reclamaba mi presencia inmediata, incluso me pareció oír a las sábanas decir mi nombre. Y no, no consumí drogas, aunque sí tenía un cansancio desmesurado.

Los  pensamientos empezaron a ocupar mi mente. "Tuve un diálogo con Annie, y no palidecí". "Ojalá alguno de los chicos encuentre mi cartera". "Si me hubiese quedado tirado en la vía, ¿el chico me llevaría al hospital o me reportaría a la policía por casi generar un caos vehicular o alteración del orden público?"

No me molesté en quitarme la ropa. Simplemente caí en el sueño aún teniendo toda clase de pensamientos. Mañana sería un día mejor; tal vez vuelva a hablar con la rubia y así ir tomando confianza. Por otro lado también está Marco y sus posibles disculpas por pasarme por alto y dejarme ir sin más.




—Bert.— me llamaron a lo lejos.—Bert— más cerca.—Bertholdt.

Abrí los ojos con pesadez, dando con una cara pecosa.

—Bodt, es sábado. Déjame dormir.— me quejé.

—Lo siento, figuró despertarte. Te mandaron a llamar desde el recibidor. Alguien ha venido a verte.

—¿Mnh?— fregué un ojo.— Que regrese en tres horas. Por cierto, tú me debes una disculpa.

—Temía que dijeras eso. Lo sé, Bert. Hablaremos de todo después que vayas y atiendas a tu visita.

De mala gana puse mis pies sobre el suelo. Tenía la ropa de la noche anterior y era lo de menos; sólo lavé mis dientes y salí a la primera planta del edificio de estancia.

—Cassie, quién vino.— pregunté a la joven de las llaves.

—Ese de allá quiere verte.— señaló a uno de los sofás del recibidor, en el cual estaba sentado quien menos imaginé que estaría allí. Una vez me vio caminó a mi encuentro.

—Es bueno volver a verte y saber que no estás herido.— habló. Yo seguía de piedra.— Oh, cierto, qué modales los míos. Soy Reiner Braun, y esto es tuyo.—sacó mi billetera.

It can't be (ReinerXBertholdt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora