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A partir de aquel momento se podría decir que empezamos con nuestra relación, algo que nunca en mi vida imaginé, y menos con un hombre, pues a lo largo de mis años no sentí tal cosa por alguien de mi mismo sexo; igual a quién carajo le importaba eso. Yo estaba feliz con mi situación con ese gorila rubio.

Reiner se comportaba muy bien conmigo, afirmaría que mejor que antes, como si eso quisiera hacer desde hace mucho.

-¿¡ENSERIO!? ¡Lo sabía, lo sabía!- exclamó Marco hace una semana cuando le conté sobre mi ahora noviazgo con Reiner.

-Baja la voz, no todos tienen por qué enterarse.

-¿Cuál es el problema? Has encontrado el amor, así como cualquier ser humano.

-Sí, pero sabes que aún hay personas que consideran esto mal visto- agregué con un encogimiento de hombros.

-Al diablo con ellos.

Dejé escapar una risotada ante la expresión poco común de mi amigo, quien, siendo sincero, tenía razón. Había llegado mi momento de experimentar una relación, y eso es algo de lo que nadie puede contrariar; no obstante, mi madre aún no lo sabe. ¿Qué tal reaccionaría ella?

-Oh, Marco, debo dejarte. Iré a comprar unos instrumentos que utilizaré en la práctica de mañana.

-No te preocupes. Ve con cuidado, Bertholdt.

-Nos vemos.

Partí en dirección al local donde siempre he adquirido los objetos propios de mi carrera. En otras palabras, iría al sitio que tiene convenio con la Facultad de Ciencias de la Salud de mi universidad.

En el camino al lugar, opté por mandarle un mensaje a Reiner, en el que le avisaba dónde estaba y preguntándole si estaba muy ocupado. Esto último con la esperanza de que me respondiera con la posibilidad de vernos.

Al llegar, me dirigí de forma inmediata al pasillo de elementos anestésicos, para luego continuar en el de los básicos para la higiene pre tratamiento.

Mientras observaba el precio de unas tijeras quirúrgicas que llamaron mi atención, pude sentir como si alguien clavara su mirada en mi espalda, tanto así que me ponía incómodo. Y es que a pesar de demostrar el disgusto a través de expresiones corporales, la extraña sensación no desaparecía, por lo que un poco ofuscado di la vuelta con el fin de encontrarme con el culpable de tal acto; en cambio, sólo me topé con una pequeña anciana que rebuscaba entre los tapabocas, y más atrás un hombre de apariencia nada extraña que se probaba una bata de laboratorio.

-¿Qué pasa por mi mente? Tanto estudiar ya me tiene alucinando- comenté para mí mismo.

Seguí con mi tarea, la cual hubiese resultado sencilla de no ser por la intrigante presencia que traía a mis espaldas.

Varias veces volví mi vista, pero no conseguí dar con algo fuera de lo normal, por lo que, con rapidez, llegué hasta la caja y pagué por mis productos, los cuales fueron facturados con éxito y velocidad, pues el empleado pareció notar mi prisa. Claro, y cómo no, si sudaba como si viniera de correr por toda la tienda.

Una vez fuera de ahí, saqué mi celular, en el que figuraba la notificación de la respuesta de Reiner, quien me decía que esperara aquí, ya que pensaba pasar por mí a las 4:30. Mi reloj marcaba las 4:15, así que tendría que ser paciente.

Mi atención viajó a todos los factores que componían al entorno, desentendiéndome del resto de cosas que sucedían a mi alrededor, o así fue hasta el momento en el que un agarre burdo e intenso rodeo mi brazo, halándome con violencia hacia un costado de la carretera.

It can't be (ReinerXBertholdt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora