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Abrí mis ojos con dificultad. Mi cabeza dolía como nunca y la pesadez tenía sometido a mi cuerpo. Sólo fue cuestión de segundos darme cuenta de que no estaba en mi habitación; en cambio, me encontraba en una alcoba espaciosa, donde el color champaña decoraba las paredes y el blanco las cortinas. Daba una imagen ostentosa teniendo en cuenta los muebles y todos los detalles que le conforman.

¿Por qué amanecí en este lugar? Espero no haber cometido alguna estupidez.

Justamente cuando necesitaba respuesta, la puerta se abrió, dejando entrar a una silueta robusta que ya había visto antes. Fue cuando todos los sucesos de la noche anterior me golpearon súbitamente.

—Despertaste.— fue lo primero que dijo a la vez que mostraba una sonrisa— Te he traído una pastilla para aliviar el malestar.

—Dígame que no le causé un problema o alguna incomodidad.

—¿Por qué piensas eso?

—Bu-bueno, estaba ebrio.

—Al contrario de lo que te imaginas, cuando llegué al sitio que acordamos, te encontré rendido en la banca.

—Lamento que haya tenido que lidiar con esta situación.— dije apenas audible con el rostro cubierto con mis manos producto de la pena.

—No te pongas así.— descubrió mi cara— Después de todo, era urgente que fuera por ti. No te escuchabas muy tranquilo en la llamada. ¿Pasó algo?

—P-pues, alguien quiso propasarse conmigo.— comenté con las típicas gotas de sudor bajando por mi nuca — Yo estaba muy embriagado y casi no podía tener control de lo que pasaba; así que cuando tuve oportunidad salí corriendo. Intenté encontrar a mis compañeros, pero el bullicio y la cantidad de gente no me dejaron dar con ellos. Pensé en irme solo, pero me arrepentí debido a que el alcohol hacía efecto. Estaba apurado, quería salir de ahí. No sabía si el otro tipo estaba tras mi paso, por lo que apenas recordé que tenía la tarjeta que me dio aquella vez opté por llamarle con urgencia. Lamento si dañé su noche de viernes.

—Bertholdt, por qué te sentencias tanto.

—¿Ah?

—Siempre piensas que tu presencia le da problemas a los demás.

—Habla como si me conociera.

—No es necesario conocerte de mucho tiempo como para saber que te disculpas por tu existencia cada cinco minutos. Eres inseguro e introvertido, a leguas se nota.

Su voz era dura. Fue imposible no sentirse como un niño pequeño siendo regañado por su mamá para que no se deje doblegar por los que le rodean.

—Con respecto a la llamada.— siguió— ¿Sabías que estuve esperándola desde el día que nos vimos? ¿Por qué no llamaste antes?

—Y-yo, no había tenido tiempo.— saqué la excusa más barata que pudo cruzar por mi mente.

—Ya veo.— no se veía para nada convencido.

—Muchas gracias.— murmuré cambiando de tema— Si no hubiese podido contactarlo, quién sabe qué sería de mi en este instante. Y la verdad— dudé en hablar—, es que no llamé porque además de lo que ya dije, me daba nervios— admití con la cabeza gacha.

—Mmm, ¿nervios? ¿eso te causo?— adoptó una postura pensante.

—¡No! Ni más faltaba. Es que no se me da bien esto de socializar.

El hombre pareció meditarlo un poco. Sus ojos se clavaban en mí, lo cual me hizo sentir incómodo. Me miraba como si tratara de descifrar el por qué soy así o como si quisiera ver más allá de mí. Finalmente habló. 

—Tómate la pastilla y bañate. En el closet te dejé ropa limpia. Iré a servir el desayuno, así que sal cuando estés listo.—se dirigió a la puerta— ¡Ah! Debemos aprovechar el día, por lo que procura no demorarte.

—¿¡Qué!?

La puerta se cerró dejándome con mil incógnitas acerca de lo que quiso decir con "aprovechar el día". ¿Se refería al café que teníamos pendiente? Como sea, no lo descubriré si me quedo en cama.

Abrí el closet y efectivamente estaba todo lo que necesitaba, incluso ropa interior. Inmediatamente entré al baño, que por cierto estaba muy bien acondicionado para cualquier visita. Al verme en el espejo me percaté de mi torso desnudo. ¿Cómo es que no me di cuenta hace un rato?

La imagen del rubio desprendiéndome la camisa con el fin de que mi sueño fuera más cómodo hizo arder mis mejillas. Por otro lado, ansiaba que la prenda estuviera sana y salva. Es una de mis favoritas.

Una vez aseado salí del cuarto, topándome con un pasillo de larga distancia. Al fondo, una puerta más grande que las demás, debía ser el cuarto de Braun. Avancé por el lado opuesto a aquella dando con un espacio muy atractivo, en el cual fue inevitable perderse. ¿Aquello era un penthouse?

—Por acá.— oí cómo me llamó desde una de las muchas puertas.

—Este lugar es hermoso.

—Me alegra que te guste. Es uno de los edificios de mi inmobiliaria.— decía mientras me llevaba hacia el comedor.

—Señor Braun...

—Dime Reiner.

—R-Reiner, al decir que aprovecharíamos el día...

—Oh, sí. Tengo un plan para hoy y quiero llevarte conmigo.

—¿P-por qué?

—Porque te voy a sacar de esa coraza de inseguridad.

Al parecer se percató del desconcierto en mi rostro, ya que prosiguió.

—Así como escuchaste. De ahora en adelante tendrás a alguien que te ayudará a superar esos obstáculos en tu personalidad.

—No es necesario.

—Bertholdt, no apagues mis ilusiones. ¿De acuerdo? Quiero ayudarte.

—Yo... Está bien.

—Perfecto.— cruzó sus brazos con suficiencia— Ahora toma tu comida para que podamos irnos.

—Bien.

Antes de dirigir mi mirada al plato, le observé a él y puedo jurar que atisbé una sonrisa luminosa que por un instante me hizo dudar de que sólo me quisiera ayudar.

It can't be (ReinerXBertholdt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora