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-Jóvenes, hemos acabado por el día de hoy- concluía mi maestro de psicopatología. -Recuerden estudiar para la próxima semana. No quiero barbaridades en la práctica que haremos. Hasta entonces.

¡Por fin! ¡Libertad! Luego de dos horas repartidas entre parcial y, posteriormente, habladuría del profesor, ya era hora de salir y llevar a cabo mi acto hacia la morada de Reiner.

A pesar de que al exterior mostraba una expresión de determinación, por dentro los nervios me carcomían, casi haciendo que abandonara la idea que tenía en mente; no obstante, el sólo pensar en mi sueño, hacía que todo volviera a la realidad, recomponiéndome.

Al llegar a la habitación, tomé mis objetos de aseo personal y procedí a darme una refrescante ducha, con la que ansiaba despejar mi cabeza antes de poder ponerme ropa y salir hacia lo que me volvería una bomba de sudor. Sin duda alguna, esto será de vida o muerte, y como sea, no quiero morir.

Luego de prepararme y hacer todo lo necesario para lucir presentable, cogí mi celular y mi billetera para así marcar rumbo a la casa del rubio con quien estaba determinado a hablar.

Al principio tuve la intención de irme en bus con el fin de demorarme un poco más y aclarar los pensamientos en el recorrido; no obstante, sin saber por qué, terminé llamando un taxi.

En el camino sólo atinaba a imaginarme el cómo reaccionaría Reiner al encontrarme ahí. No sabía si me evitaría o me escucharía, o en el peor de los casos, estaría con aquella desagradable persona que contestó su celular en la madrugada. Bueno, quién soy yo para decir eso de alguien que no conozco, pero al menos esa fue la primera impresión que me dio.

El vehículo se acercaba cada vez más al destino, y mi temblor se ponía de forma acrecentada por cada segundo que pasaba.

¿Y si él se encontraba muy ocupado? ¿O si de una se negaba a verme? ¿Y si no estaba? Aunque viéndolo bien, esa última sí tiene solución. Fácilmente puedo quedarme esperando en la recepción.

—Hemos llegado, joven— avisó el conductor, al cual le pagué y le agradecí por su servicio.

Ante mí se alzaba el edificio de arquitectura elegante y llamativa, del que expedía un aura de elegancia, aquella que sólo podían gozar los de dinero.

Olvidándome del exterior, opté por no perder tiempo y adentrarme en el complejo. Una vez en el recibidor, visualicé al encargado de ese espacio, quien se encontraba leyendo una  revista detrás del separador de cerámica que suele interponerse entre él, los residentes y sus visitantes.

—¿Disculpe?— procuré alzar mi voz para que notara mi presencia.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?

—Estoy buscando a Reiner Braun. ¿Está disponible?

—¿El señor Braun? ¿Quién es usted?

—S-soy un amigo.

—Muchos dicen eso. ¿Sabe? No cualquiera entra en ese Penthouse. Usted no me convence.

—Puede llamarlo y comprobarlo— desafíe con una seguridad nada normal.

El señor asintió y abrió el teléfono. Mientras tanto, yo pedía a los cielos para que el rubio no se hiciera el desentendido y me dejara en absurda evidencia.

La expresión del encargado de recepción se mantenía neutra. Al parecer nadie contestaba a la llamada.

—No contesta— informó. —Quizá viene de salida.

—¿De verdad?

—Sí. No lo he visto salir desde que llegó al medio día; de pronto ya viene.

It can't be (ReinerXBertholdt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora