Miré mi teléfono con frustración. Reiner de verdad se decidió a cumplir lo que me dijo hace tres semanas antes de que yo bajara del auto con los pensamientos y sentimientos revueltos, sin siquiera saber qué decir.
Los días siguientes a aquello le escribí mensajes, pero no recibí lo que esperaba; en cambio, me daba respuestas simples, conversaciones que no iban a ninguna dirección, otras veces ni me devolvía los saludos. Mientras eso pasaba, sólo me limitaba a preguntarme qué estaría haciendo él.
Ahora mismo, sentado en el pasto del campus, el libro de semiología se abría ante mí; no obstante, no lograba comprender nada, pues mi atención no estaba del todo en lo que debía estudiar. Mi mente viajaba al momento en el que Reiner me confesó tales cosas; y me regañaba mentalmente por no haber dicho nada al respecto, por no haber reaccionado.
Recuerdo que en esa ocasión, luego de las palabras del rubio, de mi boca no salió ni una sílaba. El aturdimiento tenía el control de mi cuerpo, a lo que él soltó una pequeña risa cargada de sarcasmo y decepción, quizá pensando en que lo tomé como algo absurdo.
—No te ves concentrado— una voz familiar se hizo oír a mi lado.
Volteé mi rostro encontrándome con Armin Arlet, el chico con el que comparto ciertas clases y que, además, me han comentado que es la pareja de Annie.
—De hecho no lo estoy. Tengo un asunto taladrando mi cabeza.
—No creo que ese problema sea académico, ¿o sí?
—Para nada; es más bien personal. Tú sabes, cosas que pasan en la vida cotidiana y luego te dejan con mil incógnitas e inseguridades.
—Entiendo. Qué mal que hayas pasado por algo de esa índole, pero sea como sea no te preocupes. Algunas veces eso acontece para ponernos a prueba. También se puede tomar como oportunidad para aprender o cambiar algo de nosotros mismos, algo que nos está atascando y no nos deja ver más allá.
—Tienes razón. Es verdad cuando mencionas lo último, más porque se acomoda tan bien a mi caso. Definitivamente he cometido un error al no aceptar lo que la vida me estaba brindando con el fin de que saliera de mi burbuja.
—Siendo así te recomiendo que busques una pronta solución antes de que sea tarde.
Armin acertaba con totalidad.
Reiner debe de estar buscando las maneras de quitarse de encima lo que yo le hice creer, lo que hice que desarrollara por mí, y en parte no quiero que realice eso. Me gusta que sea conmigo tal como ha venido demostrándolo. Es la única persona que se ha interesado por ayudarme, que en un mediano tiempo me ha permitido apreciar la vida desde otra perspectiva.
Por otra parte, si accedo a que todo siga como venía, ¿seré capaz de sobrellevarlo?
—Gracias por tu apreciación respecto a mi problema, Armin. Es increíble que aún teniendo una imagen implícita de la circunstancia puedas ayudar con aspectos y consejos tan certeros.
—Sólo digo lo necesario— concluyó con una sonrisa digna de su carácter amigable.
Nos mantuvimos charlando por las próximas dos horas. En aquel tiempo ambos conocimos más sobre el otro, ya que podíamos ser de la misma cohorte, pero nunca habíamos compartido una conversación larga y continua.
Así fue hasta que a unos pocos metros atisbé una cabellera rubia y un rostro muy familiar.
—¡Annie!— saludó Armin. —Pensé que estarías en la electiva profesional.
—El profesor nos dejó ir con anticipación y no tengo entrenamiento sino a las siete, por lo que traté de contactarme contigo, pero no contestaste.
—Lo siento. De pronto mi celular se apagó; además, me la he pasado hablando con Bertholdt.
—Ya veo. ¿Qué hay, Bertholdt?— me saludó en última instancia con el ánimo característico de ella.
—Todo va bien, Annie. ¿Qué tal tú?— respondí evitando su mirada.
—Lo mismo de siempre.
Un silencio incómodo se hizo presente entre los tres. No tenía idea del cómo podría afrontar a aquella mujer que en mi vida ya no puede ocupar un lugar importante.
—Armin, acompañame al edificio administrativo. Hay unos papeles a recoger— pidió la susodicha. Me imagino que para ahorrarse esa situación.
—Vale. Nos vemos pasado mañana, Bertholdt. Fue grato compartir contigo. Cuando necesites ayuda en lo que sea no temas en llamarme.
—De acuerdo, pienso lo mismo, y muchas gracias. Hasta entonces hablaremos.
Ambos rubios se terminaron de despedir, quedando yo como el único ocupante de ese mínimo espacio dentro del amplio campus.
A la lejanía aún se divisaba la pareja que recién se acababa de ir. Se denotaba una cercanía y un aura reconfortante entre ellos, tanto así que causaba envidia a cualquiera que los viera.
Un esbozo de sonrisa se asomó en mi boca; acto provocado al caer en cuenta en el hecho de que ya es inservible ir atrás de algo que nunca tendría lugar, aquello que si no pasó es porque de alguna forma no me convenía.
Con un suspiro de resignación me levanté del césped, recogí mis pertenencias y partí en dirección a mi habitación, no sin antes dar un último vistazo a la silueta de la chica que aprecié desde el inicio de la carrera; para finalmente fijar mi vista al sentido contrario y por fin renunciar a la ilusión que tuve con ella.
"—Reiner, ¿estás ahí? ¿Tienes tiempo para conversar por éste medio?"
El mensaje se envió con rapidez. Fue cuestión de minutos recibir la respuesta.
"—Lo lamento, tengo un compromiso."
"—Está bien. Avísame cuando puedas, por favor."
Con eso concluyó el chat, de modo que bloqueé el celular para así seguir ensimismado en mi deseo consistente en que Reiner no deje de ser mi amigo.
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It can't be (ReinerXBertholdt)
FanfictionBertholdt Hoover, un estudiante de sexto semestre de medicina residido en Berlín. Para su desapercibida existencia todo parece ir bien, pues estudia lo que siempre le gustó; mejor aún siendo becado en la Universidad Libre de Berlín, no obstante su t...