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Ataqué los labios del chico tembloroso debajo mío. Deliciosos como siempre.

Al inicio dudé de la disposición de Bertholdt, pues no quería hacer algo de lo que se fuera a arrepentir después; sin embargo, cuando hubo rodeado mi cadera con sus piernas, cualquier rastro de racionalidad terminó por extinguirse.

Dirigí mi rostro a su cuello, aspirando las partículas de perfume que aún quedaban impregnadas en su piel; a la vez disfrutando de ese tacto tan cercano e íntimo, aquel al que sólo yo podía acceder.

Soltó un gimoteo para nada común al empezar a mordisquearle suave, dejando con ello parches rojizos que por supuesto, esperaba se volvieran morados. Sí, marcaba a Bertholdt, así él y los demás sabrán que ya tiene quién lo ame y le dé placer.

Arrebaté su camisa con el fin de descubrir sus pezones, los cuales toqué sin ningún pudor, pellizcando y apreciando, como si toda esa situación fuera digna a inmortalizar en un cuadro, en especial por las expresiones de mi novio, cuyos rasgos daban a entender el remolino de emociones que se desataba en su interior.

—Eres hermoso— susurré antes de atrapar una de sus tetillas entre mis dientes, provocando así un grito ahogado por su parte.

—E-espera.

—¿Qué sucede?

—Empieza a doler.

Sus ojos viajaron hasta su entrepierna dura y atrapada entre los molestos pantalones que llevaba consigo.

—Estoy igual, bebé— toqué mi miembro. —Tú eres el único que logra ponerme así.

—Quítatelo— ordenó con voz baja, refiriéndose a mi prenda inferior.

—Ven y libéralo— le reté.

Por un instante creí haberlo intimidado. Cuál fue mi sorpresa al percatarme de las manos temblorosas del joven bajando el cierre de mi pantalón, posteriormente palpando con necesidad mi erecto.

—¿Puedo atenderte?— preguntó.

—¿Ah?

No hubo respuesta. Al menos no en palabras, pues en menos de cinco segundos mi virilidad estaba expuesta frente al rostro de Bertholdt, quien se acercó con curiosidad y pasó su lengua por el glande, arrancándome un gemido ronco.

—No es obligatorio que…

No alcancé a concluir la oración. Los labios de mi novio acapararon mi pene, cuya extensión era degustada por la inexperta lengua de Hoover.

Agarré su cabello y empujé leve, buscando profundidad en la felación. Me encantaba ver su rostro sudado mientras se esforzaba dando lo mejor de sí. Era una imagen placentera que casi me provocó el orgasmo con el simple hecho de admirarlo.

En un arranque de excitación, moví mi cadera de forma brusca, acción que conllevó a preocupantes arcadas por parte de Bertholdt.

—¡Lo lamento!— me apresuré a disculparme. —Me dejé llevar.

—T-tranquilo. Debo acostumbrarme, ¿no?

¿Qué? ¡Devuelvan a mi chico! ¿Cómo es que se ha transformado en un libidinoso?

—¿Reiner, puedo continuar?

—No, acuéstate.

Con semblante de dominado hizo caso a mi orden, exponiendo más de la cuenta frente a mi mirada sobrecargada de emoción. Nunca pensé que llegaría a esto con aquel tímido humano que se cruzó en mi camino aquella noche.

Mentiría si dijera que no me cautivó desde el preciso instante en el que me bajé del auto a ver cómo se encontraba. Incluso, por alguna razón, supe que era el inicio de nuestra historia, a la cual le suplico que no se acabe, más ahora, cuando ésta relación es mi todo.

It can't be (ReinerXBertholdt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora