Good boy

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¡¿Quién demonios era Jae Won?! y ¡¿por qué carajos decía a Jungkook que tenía un bonito trasero?! ¿Sería a caso posible que había entrado alguien más en la competencia? Con lo mucho que le había costado conseguir la atención de Jungkook y aún así no era la clase de atención que de verdad quería recibir del menor. ¿Ahora también tenía que competir con ese tal Jae Won? ¡Que los dioses lo frieran en el infierno! A Jimin, a Jae Won y al idiota de Jungkook. 

Estaba tan asustado ante la idea de que las cosas se le fueran aún más de las manos, tenía tanto miedo de perder lo poco que había ganado. Le había dicho que no podía resistirse y había aceptado sus besos, lo había besado él mismo sin que Jimin lo empujara a ello, estaba orgulloso, pero sabía que no era suficiente. 

Esa noche le había costado tanto dormir ya que había estado pensando en Jungkook y en sus mil misterios que le eran imposibles de resolver, seguro ni siquiera él mismo se entendía. 

Los moretones en su cuerpo seguían doliendo, habían cambiado a un color morado ligeramente verde a las orillas, si no fuera por que sus padres eran doctores hubiera pensado que se estaba pudriendo, gracias a los dioses eran sólo magulladuras, nada de que preocuparse. Pero ahora que su madre se encontraba en casa en las mañanas había tenido que dormir con pijama para cubrir las marcas. 

A la mañana siguiente cuando había llegado a la universidad, su taquilla seguía pintada con su enorme y nuevo sobre nombre, se lo gritaban por los pasillos. ¡MARICÓN! ¡Muerde almohadas! ¡Puta! ¿Qué podía decir? No le afectaba del todo, a lo largo de su vida había aprendido a ignorar a las personas retardadas, evitando que lo que estas dijeran lo hirieran. Al abrir su taquilla se encontró todos los objetos del interior destrozados, su quijada se tensó ante aquel desastre, ya que sus apuntes estaban perdidos y los libros costosos que había comprado estaban hechos añicos. Esa fue la primera cosa que logró crispar sus nervios. Su día ya no pintaba para ser bueno desde que había puesto un pie bajo la cama. Idiotas inmaduros, a lo que Jimin respectaba podían irse a la mierda. Al menos el libro y libreta de su primera clase los llevaba en la mochila. 

Emprendió su camino a su primera clase, ni siquiera se dignó a cerrar su taquilla ¿Qué sentido tenía? si ya habían destruido su contenido, ni siquiera sabía como habían logrado abrirla. Como encontrara a alguien tocando de nuevo sus cosas le partiría la cara sin importar que estuviera con diez o veinte amigos, Jimin nunca había sido del tipo sumiso, así le partieran el culo se defendería. 

Antes de llegar al pasillo en el cual se encontraba su aula, alguien hizo un obstáculo con su pie justo cuando Jimin había dado un paso, lo cual lo hizo tropezar y caer estrepitosamente al suelo, apenas había logrado meter las manos para salvar su cara de estamparse contra el suelo. El peli-rosa liberó un gruñido de ira comenzando a levantarse del suelo, alguien le arrancó la mochila del hombro y tiró su contenido al suelo, otro de ellos llevó su pie al pecho de Jimin para evitar que se levantara aplastándolo en el suelo, ensuciando su playera blanca rayada de manga larga, alguien más tomó sus muñecas para que no se defendiera y permaneciera en el suelo. Cobardes

El resto de sus libretas estaban siendo destrozadas por los chicos, Jimin no iba a darles el placer de escucharlo gritar o pedir que lo soltaran, y aún que tiró de sus manos intentando soltarse y tiró patadas a cualquiera que se acercara, lo único que había hecho era gruñir frustrado. 

—Esta perrita salió brava— se burló uno de ellos, el teléfono de Jimin cayó de su bolsillo al suelo y otro de los chicos lo levantó. El peli-rosa agradeció que su teléfono tuviera contraseña, ya que no podrían ver ninguna de las conversaciones o las fotos subidas de tono. 

—Rómpelo—sugirió otro entre risas, el chico que lo había tomado hizo caso de inmediato y lo arrojó contra una pared.

—¡HIJO DE PUTA!—estalló Jimin sin poder retenerse más, todos los chicos lo miraron como si un perro de pronto hablara y los saludara. Aprovechó la sorpresa de todos para soltar sus manos y apartó el pie del idiota que lo seguía pisando. Se levantó como el infierno ya que los chicos intentaban detenerlo. Tenía que correr. 

I'll play your game [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora