--Dylan--
La noche cayó con una cortina de estrellas. Parpadeé repetidas veces, ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba allí parado, de lo ensimismado que estuve volando por mis recuerdos, ¡Joder! Alessia llevaba razón. Ella y Robert siempre se reían, de como a veces, me perdía en mi recuerdos y me quedaba como casi alelado e incosciente.
Me detallaban, que se me quedaba una cara de estúpido durante horas, como si estuviera perdido en otro mundo, "¡Hasta babeas!" decía Alessia, y yo me sonrojaba, ¡menuda arpía estaba hecha, la muy asquerosa rubia!
Sonriendo por el recuerdo, miré hacia la escalinata del teatro. Ya no había rastros de los novios ni de los invitados.
Resoplando resignado subí la mirada al firmamento. Era una noche clara y limpia, no había nubes, nada que ensuciara el manto negro que me cubría, sólo los pequeños destellos de los luceros, que se veían como puntitos solitarios en la inmensidad del cosmos, tal cual como me sentía yo en aquellos momentos.
Solo, completamente solo.
A lo lejos se divisaban las luces del puerto, era espectacular verlo desde la altura del apartamento. El aire olía a sal, a yodo, un aroma leve a flores y a los limoneros tan abundantes en aquella zona.
Me dí cuenta de que había conseguido mi propósito, serenarme, gracias al murmullo relajante de las olas que se mecían por los acantilados, lo suficiente, para poderme enfrentar al ciclón humano llamado Derek, que no sabía si todavía seguía en la casa.
Abandoné el balcón dirigiéndome al salón, no había nadie, en la cocina tampoco. Se había ido, desaparecido, volado... Quizás fuera lo mejor.
Me dejé caer en el sofá a todo lo largo, apoyando la cabeza en uno de los cojines que se encontraban regados por el cómodo Cheslóng.
Tenía un poco de frio, solo llevaba el pantalón corto de deporte y la fina camiseta, me toqué los brazos, la piel estaba helada por el tiempo que pase en el balcón, una hora en total , pensé, mirando la hora en el móvil, que llevaba olvidado toda la tarde sobre la pequeña mesa auxiliar que adornaba una esquina del salón.
Revisé las llamadas, cinco de Alessia, tres de Robert y un mensaje. Lo abrí, era de mi compañero de universidad, el de ojos de color zafiro, con un escueto "Voy para tu apartamento, tengo que hablar contigo".
Suspiré apoyando los codos en mis rodillas, restregándome las palmas de las manos por la cara, intentando quitarme la pesadez que sentía en los ojos. Lo que menos ganas tenían en esos instantes, era tener una conversación con Robert. Recordé la charla no terminada que tuvimos en la fiesta de anoche, cuando el loco de Derek nos interrumpió y yo salí corriendo como alma que lleva el diablo, a esconderme como un puto cobarde, a la seguridad de las cuatros paredes del lujoso baño.
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LOS QUIEBROS DEL CORAZÓN
Romantik-¡Ojalá me alcance la vida para dejar de amarte¡-grite, con la angustia fluyendo en forma de lágrimas. El me miró con espanto, al escupir mis sentimientos de forma tan dañina. -- ¡ Que... Que dices¡-- susurró mirándome con sus profundos ojos verde...