CAPÍTULO ESPECIAL DYLAN

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*TAN SÓLO, UNA NOCHE DE LUJURIA*

--PARTE TRES-- " El milagro"


--Dylan--


—Derek...—. Su nombre se escurrió entre mis labios en un suave estertor de agonía, como si me quedaran pocos minutos de vida y su nombre fuera lo único que quería decir antes de morir.

 —¿Y qué es lo que necesitas?—preguntó, mientras flexionaba sus rodillas e hincándola en el colchón, que cedió bajo su peso, para posicionárse provocativamente entre mis piernas, muy cerca de mis muslos, los cuales estaban completamente abiertos para él.

Se quedó allí inmóvil, de rodillas, esperando mi respuesta, con sus ojos recorriendo todo mi cuerpo, recreándose y analizándolo como si estuviera resolviendo un problema matemático muy complicado.

Sus ojos ansiosos, oscurecidos por un febril deseo y mi respiración, se volvió errática e irregular, al tenerlo frente a mí con el pecho desnudo, sudoroso y mostrandome su característico y enigmático, tatuaje tribal en su hombro.

— ¡Dios mio!—exalé. El sonrió con prepotencia descaradamente.

—Dime pequeño tapón ¿Qué es lo que necesitas?—volvió a preguntar, mientras deslizaba con parsimonia, sus largos dedos por la sensible y fina piel del interior de mis muslos, casi sin tocarme, en una caricia etérea—. ¿Esto?, ¿o quizás... esto otro?—. Sus dedos recorrieron un dulce camino desde mis muslos hasta mi rasurada ingles, deteniéndose allí por unos segundos, toqueteando esa fina y sensible zona de la piel, para ir subiendo gradualmente hasta alcanzar rozando mi apremiante, excitado y duro sexo, que no dejaba de lubricar.

 Lo acarició con la yema de los dedos, de arriba abajo, muy lentamente, sin llegar a tomarlo entre sus manos, solamente rozándolo como tanteándolo, pero sin atreverse a usurparlo, y desde luego mi hombría lloró protestando por ese abandono, formando un charco sobre mi vientre. Un llameante pantano, compuesto por sinuosas gotas de trasparente liquido seminal.

El gruñó al ver como mi hendidura no paraba de gotear, mordiéndose el labio inferior con mucho ímpetu, clavándose los dientes con fuerza, mientras dejaba escapar un jadeo doloroso, que olía a deseo y desesperación.

— ¡Dios, me va a reventar!—resopló con fuerza,  a la vez que metía su robusta mano en la cintura de sus vaqueros, adentrándola en sus pantalones y agarrando su erección, como queriendo con ese simple acto, aliviar su sufrimiento, en un vano intento de que se deshinchara.

Subió los ojos visionándome. El aire abandonó por completo mis pulmones, cuando su voraz mirada se encontró con la mía. Sentí como si todo a mí alrededor temblase, como si de repente hubiese un terremoto y no pudiese agarrarme a nada que me impidiese caer. 

Tomé una bocanada de aire, viendo en sus ojos un deseo irrefrenable, que no solo se notaba en el bulto grandioso que se apreciaba en sus apretados jeans, si no que se advertía en su afiebrada mirada. Un deseo sin fingimiento, un deseo desenfrenadaménte animal.

La temperatura de mi cuerpo subió como un fogonazo, haciendo que la sangre de mis venas se convirtiesen en lava liquida y mi miembro reaccionara con un espasmo violento, moviéndose sobre mi vientre en un salto agitado, para volver a caer, en mi poco musculado pero duro abdomen, haciendo con ello, un lascivo ruido de chapoteo, cuando mi rosado glande, impactó al caer, en la laguna del liquido pre seminal, que se había formado anteriormente bajo mi ombligo.

Derek,  siguió y escuchó, atentamente todo el ardiente proceso.

Fui incapaz de moverme. Todo mi cuerpo quería acercarse a él y comérmelo vivo, el problema era, que no tenía ni idea de lo que tenía que hacer. Mi corazón latía furiosamente y mi sangre rugía con fuerza.

LOS QUIEBROS DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora