CAPÍTULO 10 "Amenaza"

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Hay veces que la vida te da una buena bofetada. A mí me la dio bien fuerte aquella noche, con la mano bien abierta y con muchas ganas. Con un ruido bien sonoro , estampándose contra mí corazón de adolescente enamorado, lleno de hormonas calientes y revolucionadas y con la inocencia de la juventud. Creyendo que el amor lo podía todo, que movía montañas y desaguaba mares.

No sé, pero quizás debí esperarme algo así. Que iluso, ¿cómo creí en algún momento que una persona como él podría fijarse en mi?, un mediocre adolescente que con mucho esfuerzo por parte de mis padres, habían podido pagarme mis estudios de derecho. Sin contar que no era nada popular, sin destacar en nada que no fuera por mis brillantes notas universitarias. Pero para sorpresa de mí y de muchos más, conté con la amistad y el beneplácito del hombre más carismático, arrogante, atractivo e impresionante, que jamás conocería en mi anodina y mediocre vida.

Ni idea del porqué pensé en algún momento que él podía sentir alguna clase, por muy pequeña que fuera, de atracción por mí, más allá que una buena amistad.

¡Donde coño tienes la cabeza Dylan!

Derek, el imponente y atractivo Derek, heredero de una de las fortunas más importantes de toda Italia, una de las familias más reconocidas y acaudaladas de toda Europa, con negocios en Estados Unidos y Rusia. Con un hermanastro que despuntaba por su labor política. Ardiente y fervoroso defensor en proclamar sin mesura por una unidad familiar clásica, en la que los gais no tenían cabida en una sociedad como la nuestra.

Derek había sido educado por su padre y hermano muy estrictamente, bajo el yugo de la disciplina, de la diferencia de clases y donde su cometido en la vida, era estudiar para poder llevar los negocios heredados por su progenitor. Un buen casamiento e hijos para que ellos siguieran el legado de la familia Tirelli.

Sé que Derek no compartía muchas de las ideas de su hermanastro, entre ellos, casarse y tener hijos a corto plazo. Él quería disfrutar, ir de polvo en polvo, disfrutar del sexo y de los placeres de la vida que le pusieran por delante y en esos planes no entraba follar con un hombre, y mucho menos conmigo.

Yo sabía de sus escarceos amorosos, de cómo le gustaba el sexo duro y arriesgado, relaciones de una noche sin sentimientos ni compromisos. Cambiaba de chica como de calcetines, todo lo que fuera un buen par de tetas, como él decía, merecía la pena, aunque con ello estuviera engañando a la bruja de su novia.

Sólo tenia 23 años, el libido por las nubes y una mente depravada, y a él poco le importaba lo que pensaran los demás de su comportamiento, a no ser que fuera yo el que le reprendiera, entonces se volvía sumiso y bajaba los ojos disculpándose.

Rico, inteligente, fuerte, con una figura imponente que nadie se atrevía a cuestionar, era osado valiente, descarado, pero lo que más destacaba de él, era su agresividad dominante que contrastaba con su lado protector y dulce, que solo asomaba cuando se trataba de mi o de su madre. Lo que él consideraba suyo, lo defendía hasta la muerte.

LOS QUIEBROS DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora