*TAN SÓLO, UNA NOCHE DE LUJURIA*
---Parte dos--- "LA LUJURIA"
Dylan
— ¿Qué mierda...?.
Todo mi cuerpo se tensó en el momento que la mirada de de Derek se posó en mi. Por un momento se vio aturdido. Podría jurar que casi afectado, cuando vi como sus ojos extremadamente a abiertos, me recorrierón de arriba abajo deteniéndose en mi pecho. Observé como tragó saliva con incomodidad. Sacó la punta de su lengua lamiéndose los labios entreabiertos, dejando caer un gruñido animal. Sus ojos abandonaron mis pocos trabajados pero duros pectorales, para seguir subiendo a mi rostro.
Y si, vibré, me estremecí, cuando vi como perezosamente deletreaba mi cuerpo de arriba abajo, como una insinuante poesía carnal, olvidándome por completo de todo lo que me impuse unos minutos antes; desdeñar de mi corazón todo lo que tuviera que ver con él.
Y si, también se que todos los que por casualidad, estuvieran leyendo esto, pensarian: ¡Que inepto, que poca estima, que bajo está cayendo! ¡Y bien sabe Dios que lo entendería!
Por eso, a todos ellos les diría, que hay que ponerse en la piel de otros, para saber lo que yo sentía, para entender, lo que en aquellos instantes pasaba por mi cabeza y concebir lo que significaba, y aun así, cada uno siente de una manera distinta; unos son más fríos, otros más pasionales. Ni aunque se pusieran en mi piel, y caminaran con mis mismos zapatos, llegarían a comprender, la magnitud de mis sentimientos.
Porque como dice la canción: "A ver quién es el guapo que me ayuda a desvestir, este cansado traje de la soledad, si hay algún valiente que use mis remiendos. A ver cuántos eruditos pueden describir, cómo se siente el alma cuando alguien se va y llena de epidemias todos tus recuerdos..."
A ver quién es el listo, que cambiaba mis días de tormento, por noches estrelladas, o momentos de agonía por instantes de esperanzas.
A ver quién era el valiente, que podría desgarrar de mi cuerpo, aunque fuera a puñetazos, los delirios de deseo que navegaban furiosas, por el rio de mis venas.
Apreté mis manos en puños, oprimiendolas con nerviosismo y depositándolas en el borde de la toalla que rodeaba mi cintura, sin saber muy bien lo que hacer, en un intento desesperado por disminuir el temblor que se habían apoderado de ellas.
Me tomé un segundo para mirarlo. ¡Dios! era tan jodidamente sexi como un demonio. Sí que lo era.
Sus pantalones se adherían a sus piernas, sus gruesas y definidas piernas. La camiseta que llevaba puesta, se ajustaba a su cuerpo y al ser de color blanco, hacia que sus brazos y su rostro moreno, resaltásen.
Me recargué en el quicio de la puerta, tratando de convencerme de que no me había movido porque intentaba recuperar el aliento; pero sabía que en realidad, me temblaban tanto las piernas, que me dejé caer en la madera porque temía caerme, mientras me armaba de valor para enfrentarme a Derek.
Miré hacia abajo viendo mis pies desnudos. Sabía que estaba ahí. Sentía su mirada fija, pero ni por asomo me atreví a mirarlo.
— ¿Puedo entrar, o me tengo que quedar aquí toda la puta noche?—dijo con altanería y despotismo, con una frialdad desmesurada en su voz ronca y seductora.
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LOS QUIEBROS DEL CORAZÓN
Romansa-¡Ojalá me alcance la vida para dejar de amarte¡-grite, con la angustia fluyendo en forma de lágrimas. El me miró con espanto, al escupir mis sentimientos de forma tan dañina. -- ¡ Que... Que dices¡-- susurró mirándome con sus profundos ojos verde...