El sol se colaba por las rendijas de las persianas mal cerradas. Intenté abrir los ojos pero solo pude desplegar con mucho esfuerzo unas pequeñas ranuras entre mis párpados. Entre los resquicios de mis pestañas pude distinguir la luz de un esplendido y caluroso día de verano aunque yo no sentía calor, pero no era culpa del clima, simplemente mi cuerpo sentía frío, uno que me carcomía por dentro. Pero no podía hacer nada contra eso. Tampoco es que me importase mucho.Me abracé a la almohada que una vez compartí con Derek, desgraciadamente su olor ya estaba extinto. La verdad es que ya sólo podía recordar cómo olía solamente en mis recuerdos.
Intenté abrir mis pesados y somnolientos párpados, como un día más me despertaba sin él a mi lado. Podría decir que casi estaba acostumbrado.... Pero sinceramente aún lo extrañaba como el primer día. Aún podía recordar su voz grave y demandante, sus verdes ojos mirándome con deseo, su piel rozándose libertina por la mía, pero sobre todo evocaba su amistad, la camaradería, la confianza que deposité en él. Fue mi mejor amigo y le echaba en falta, como aquella mañana en la que desperté y él ya no estaba en la casa, no estaba en mi cama, no estaba en mi vida, sólo su mierda de carta de despedida.
Había pasado casi dos años, bueno en realidad un año, siete meses..., miré la fecha abriendo una pequeña rendija en uno de mis ojos en la pantalla del móvil... y diecisiete días.
— ¡Vaya por fin despertaste!, enano sinvergüenza comedor de semen... ¡¿Dónde coño te metiste anoche?!—. La voz burlona y estridente de Alessia me desubicó por completo, tanto, que como un resorte me senté en la cama mientras me friccionaba los ojos en un intento de despejar mi mente ¿qué coño hacia Alessia en mi habitación si ya no vivíamos juntos?
Con los ojos ya bien abiertos, sin ningún vestigio de modorra o sueño, vi a mi amiga al pie de mi cama con los brazos en jarras y con una sonrisa de bruja mal follada que decoraba su bonito rostro, sólo esperando pacientemente a que yo hablara.
Vestía un jean blanco cortados por encima de las rodillas y una camiseta de color azul cielo que se pegaba a su busto como una tercera piel encumbrado sus redondeados senos. Una frase xerografíada en la tela de la camiseta reseteo mi cerebro; "Con Cádiz hay que morir"
— ¿Me vas a contestar? ¿O tendré que ir a preguntarle al gigante homofóbico de Derek, si llego a violarte o no?
Mi cerebro rebobinó como una de esas cintas antiguas de los ochenta.
Mirando a mí alrededor y sintiendo un revoloteo de mariposas "gaditanas" en mí estomago, me levanté de un salto de la cama. El dolor agudo y relámpagueante que sentí en la parte baja de mi espalda fue un latigazo revulsivo para mi materia gris. Un quejido salió de mi garganta y observando con atención todo lo que me rodeaba, todo un mundo de palabras inconexas estalló en mi cabeza.
Hotel, suite, vacaciones, playa, cumpleaños, David, Alesandro... ¿Derek?
Toda esa gramática impactó en mi adormecido cerebro y por fin los recuerdos se hicieron claros en mi memoria. La sonrisa tonta que se me dibujó en la cara, el calor pintado de rojo en mis mejillas y la mano sujetándome el trasero fue suficiente respuesta. La risa de Alessia retumbó en el silencio de la habitación.
ESTÁS LEYENDO
LOS QUIEBROS DEL CORAZÓN
Romance-¡Ojalá me alcance la vida para dejar de amarte¡-grite, con la angustia fluyendo en forma de lágrimas. El me miró con espanto, al escupir mis sentimientos de forma tan dañina. -- ¡ Que... Que dices¡-- susurró mirándome con sus profundos ojos verde...