Dylan
Jamás llegué a imaginar que el sexo mezclado con el amor fuese tan cálido y placentero, algo tan infinitamente glorioso e inmaculado, mágico, esa era la palabra adecuada para describir lo que sentí en aquellos instantes. Puramente magia.
Para mí fue mi primera vez y aunque me dolió lo hice con la persona que quería, con la que yo elegí, la que amaba con la intensidad y la inocencia del primer amor, por eso las caricias y los besos parecían incluso, mucho más vividos con el hermoso sentimiento de por medio, aumentando la intensidad del momento maravilloso que acababa de vivir. Hacer el amor bajo la lluvia, entre la oscuridad y la tormenta cálida de la cercana primavera.
Por lo menos así era como lo sentía yo. Quizás alguien, que lo viera desde otra perspectiva, posiblemente tendría otra clase de opinión, quizás un polvo a las prisas en un lugar nauseabundo sin ninguna clase de amor. No lo sé, en aquel momento no me importó.
Fue hermoso, lagrimas de dicha salieron por mis ojos, no hay más grande satisfacción que hacer el amor con la persona que amas, y yo amaba a Derek, de una forma plena y consciente.
No había vuelta atrás. Le amaba con todas las fuerzas de mi corazón.
Derek jadeaba todavía apoyado en mi espalda con su cabeza en mi hombro, apresando mi cintura, marcando sus dedos en mi vientre, con sus últimas convulsiones y reguero, de su final feliz en mis nalgas. Entre tanto yo intentaba recomponerme también de los últimos vestigios de mi llegada al clímax.
Sentí como se retiraba sus cautivadoras manos de mi cintura y limpiaba los restos de su semen con el pico de la camisa. Subió mi bóxer y el jeans con mucho esfuerzo por estar la tela empapada de agua. Me hizo gracia el gesto de ¿cariño?
Noté el frio de la tela mojada en mi trasero caliente con alivio, un escalofrió recorrió mi cuerpo. Seguí apoyado en el coche sin atreverme a girar mi cuerpo hacia él, estaba como paralizado, me daba vergüenza dar la cara.
—Dylan tenemos que irnos—dijo desde atrás en un suspiro claramente viril.
Me di la vuelta despacio mirando hacia el suelo, apoyando la espalda en el acero helado del coche, simplemente porque casi no podía sostenerme de lo que temblaban mis piernas por el frio, el nerviosismo y por los pinchazos dolorosos de mi quebrada virginidad. ¡Vamos! hablando claro que me dolía el trasero horrores. Literalmente me había partido el maldito culo en dos.
Advertí un movimiento delante de mí, los dedos de Derek se ajustaron a mi barbilla y me obligó a subir la mirada, cerré los ojos. No quería abrirlos me daba miedo, no quería mirar a sus preciosos ojos verdes y encontrar en ellos el doloroso arrepentimiento. Solo de pensarlo un desasosiego mortal se impregnaba en cada hueso de mi pequeño cuerpo.
Por favor dime que me quieres, abrázame, dime que esto no es tan malo, que sentir amor por otro hombre no es enfermizo, que todo va a salir bien, que todo el mundo está equivocado pero nosotros no. Di que sientes lo mismo que yo, por favor, por favor, por favor, me repetía una y otra vez sin querer querer separar mis pestañas.
¡Dylan abre los ojos maldita sea!-- vociferó impaciente, sacudiéndome los hombros nervioso y con impaciencia—.Abre la bazofia de coche que tienes y vayámonos de aquí ¡ya!
Los abrí con pavor estupefacto por sus despectivas palabras, con el firme propósito de enviarlo al mismísimo carajo... ¡Joder el sabia el cariño que le tenía a mi Wolsvagen! ¡lo preciado que era para mí! Era único recuerdo que tenía de mi querido abuelo. Pero todo se fue por el tubo del sumidero al tropezarme con sus hermosos ojos color jade.
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LOS QUIEBROS DEL CORAZÓN
Roman d'amour-¡Ojalá me alcance la vida para dejar de amarte¡-grite, con la angustia fluyendo en forma de lágrimas. El me miró con espanto, al escupir mis sentimientos de forma tan dañina. -- ¡ Que... Que dices¡-- susurró mirándome con sus profundos ojos verde...