CAPÍTULO ESPECIAL DYLAN

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--Dylan--


No sabía cuánto tiempo llevaba observando fijo un punto en el techo, el sonido del segundero del reloj-despertador se alternaba con mi respiración lenta y pesada. Siempre había dormido bien, nunca tuve insomnio, pero desde seis meses antes y sobre todo aquella noche, mi habitación era testimonio de que el cansancio, los nervios y el dolor de mis músculos no lograban transformarse en sueño. Mis parpados no querían cerrarse. No paraba de dar vueltas una y otra vez entre las arrugadas sabanas testigo silencioso de mi agitación.

 Sentía mi trasero escocer; adivinen porqué, yo si sabía muy bien por lo que era. La persistente molestia no ayudaba para nada en favorecer un sueño tranquilo y reparador.

El rugido de mi estómago terminó por hacer que definitivamente me sentara en la cama apoyando mi espalda en el duro cabecero, alargando mi mano para encender la moderna lámpara de mesa que tenia a mi izquierda. Una pequeña claridad iluminó la estancia perfilándose mi sombra en la pared de enfrente.

Masajeé con fuerza mi estómago intentando aliviar el vacio, no había comido nada desde... hacía más de veinticuatro horas, desde antes de llegar a la fiesta de la Uní con Derek... Derek... El maldito y perfecto Derek. ÉL no gay. El perfecto dominante y salvaje heterosexual.

No pude evitar mirar a hurtadillas hacía la mesita blanca junto a mi cama, donde se encontraba la foto que le hice al boxeador, en un impulso.

 La tomé disimuladamente un día de los muchos que quedabamos para ir al cine, justo después de las tediosas y cansadas clases en la universidad. Recuerdo que en aquellos días me encontraba bastante liado sobre mis sentimientos hacía él. Fue el despertar, los primeros indicios de mi atracción obsesiva por el enigmatico multimillonario y mejor amigo Derek.

Me removí alterado cruzando los pies, pellizcándome la piel de las piernas para activar la sangre, ya que sentía como miles de alfileres punzantes aguijoneaban con saña a lo largo de ellas, producto del nerviosísimo que me empujaba a moverlas sin ...

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Me removí alterado cruzando los pies, pellizcándome la piel de las piernas para activar la sangre, ya que sentía como miles de alfileres punzantes aguijoneaban con saña a lo largo de ellas, producto del nerviosísimo que me empujaba a moverlas sin control.

¡Puto Derek!, seguramente el muy asqueroso estaría durmiendo a pierna suelta, sobre seguro que babeando como un puñetero cerdo, disfrutando en un gran y sucio lodazal y yo sin embargo allí estaba, como una jodida adolescente de secundaria con los primeros días de la regla: sensiblera, dolorida y con las hormonas a punto de explotar.

Revolviendo de un lado a otro mis encrespados cabellos que estaban enredados y hecho nudos por la paliza que me había dado contra la almohada, decidí levantarme totalmente desesperado, en un intento vano de dejar de rememorar una y otra vez los acontecimientos de unas horas antes, reviviendo y recapitulando por enésima vez, las tórridas, ardientes y abrasadoras escenas entre el monumental macho ibérico "véase homo- sapiens" y yo.

Un suspiro de fastidio se me escapó, y traté de concentrarme en lo que tenía a mí alrededor. Mi vista recorrió la estancia en la que me encontraba al detalle y todo lo que veía me hacía irritar un poco más.

LOS QUIEBROS DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora