CAPÍTULO 36 "Cuando la dignidad se esfuma, por mil años más"

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PARTE 1

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PARTE 1

Cuando miramos los sucesos desde otra perspectiva, con la ventaja de la lejanía, y con la sabiduría que te da la edad, la madurez y la tranquilidad, te das cuenta de los muchos errores cometidos. Yo en aquel tiempo cometí muchos, pero como siempre me decía mi querido y entrañable abuelo,( cuando sentado en su butacón favorito al lado de la chimenea, de la nada pretenciosa pero bonita hacienda toscana y fumando su habitual habano cubano, acariciaba mi cabeza como si fuese un cachorro perdido, triste y apaleado porque alguna chica de mi instituto me había rechazado al confesarle que me gustaba)

-Pequeño Dylan- me decía-." Nunca te arrepientas de los pasos andados, ellos serán las batallas de tu alma, y cada cicatriz es una experiencia en la vida que te llevará a ser el hombre que algún día serás. Nunca mires atrás pequeño, siempre ve hacia adelante. Todo lo que hagas en la vida es una experiencia constructiva, aunque esa experiencia sea nefasta, pero de todo lo malo o bueno que experimentes en ella, será un aprendizaje que te hará ser una mejor persona. Pero ¡cuidado! nunca, nunca, vuelvas a tropezar con la misma piedra, nunca hagas daño a nadie y jamás pierdas tu dignidad, que al fin y al cabo es lo único que nos diferencia de los animales y asegúrate de que el amor que sientas por otra persona tenga un límite, porque el respeto que cada uno tenemos por nosotros mismos tiene un precio muy alto y jamás aceptes rebajarte por un amor que no te llene, que te duela y que te vulnere.

"-Mira hijo-, decía mientras seguía expeliendo el humo por su boca formando formas extrañas en el aire-, Una vez dijo Pablo Neruda , que el amor es corto y el olvido muy largo. Ahora bien, entre medias siempre queda esa "luz de luciérnaga" que se enciende de modo natural en las noches oscuras para indicarnos dónde está el límite, para recordarnos que es mejor un largo olvido, que un largo tormento en el que terminemos vendiendo nuestra dignidad.

Son muchas las ocasiones en que cruzamos esa frontera sin querer, hasta dejarnos llevar por unos extremos en los que nuestros límites morales se vuelven débiles, pensamos que por amor todo vale la pena y que cualquier renuncia es poca. Porque el amor y la dignidad son dos corrientes en un océano convulso, en el cual incluso el marinero más experimentado puede perder el rumbo".

Aún hoy a pesar de los años, lo echo mucho de menos. Añoro sus sabias palabras, su porte distinguido a pesar de su edad avanzada, sus arrugas en sus vivaces ojos; evidente vestigio de haber vivido mucho, de haber reído, y también de haber sufrido.

Me hubiese encantado que aquel día en el cual estaba perdiendo mi dignidad; esa por la que había estado luchando tanto, él hubiese estado conmigo para que me ayudara, para que me asesorara en si Derek merecía la pena. Si él merecía la pérdida de esa supuesta dignidad que sólo atesoramos los seres humanos.

Aquel día en Cádiz,( en aquella pequeña pero preciosa ciudad costera, perfumada con sones de carnavales, de aroma a salinas y con un halo enigmático de embrujo místico, ("la tacita de plata" como la conocían los lugareños y en donde como decía la leyenda; Hércules con sus magníficos y potentes brazos separó mediante dos columnas, el continente europeo del africano), yo me encontré en un dilema difícil de solucionar, porque cuando el amor, la pasión y la necesidad entra por tu puerta, la dignidad, el amor propio y la cordura, se va a raudales por la ventana. Porque cuando sentí sus labios sobre los míos, su lengua enredada en mi boca y sus grandes manos tocando mi piel, yo solo quise que el boxeador volviese a ser el hombre que fue antes conmigo, que regresara mi amigo... ese, que era atento, amable y dulce todos los días durante cuatro años de universidad. Quise que regresara mi compañero de estudios, ese mismo hombre de salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada y de confidencias mutuas entre risas y bromas.

LOS QUIEBROS DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora