CAPÍTULO 26 "EL RENACER"

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En algún lugar de España

--DYLAN--

Abrí poco a poco los ojos con pereza pero con regocijo,suspirando soñoliento, soltando un bostezo grande e indolente, indudablemente provocado por los ardientes rayos de sol que me acariciaban toda la extensión de mi piel, causando por ello que mi cuello se inundara de pequeñas gotas de sudor. Las partículas aguadas jugaban entre ellas resbalando holgazanas, y siguiendo un camino húmedo por mi torso desnudo, limpio de cualquier rastro de vello.

Moví las piernas estirándolas indulgente y escuché como tronaron las articulaciones por el largo tiempo de haberlas tenido encogidas. Flexioné los dedos de los pies, sintiendo con gozo y gusto como la finísima, suave y dorada arena se deslizaban saltarinas por entre medio de cada dedo, provocando que mi boca soltase un ronroneo de deleite.

¡Dios aquello sí que era vida!

El olor a "pescaito" frito inundó con fuerza mis fosas nasales, despertando con fruición mi pituitaria y aspiré con ganas el delicioso efluvio, produciendo con ello, que mi estómago rugiera hambriento ante tal delicioso aroma gastronómico.

Aspiré una y otra vez el delicioso olor a buena comida, a mar, a limpio, a vida. Aquello si era buena vida.

Incliné la cabeza, apoyando los codos en la enorme y colorida toalla. Dispuse mi mano en la frente a modo de visera contemplando el vasto y grandioso océano que se manifestaba indolente en todo su esplendor frente a mí. Me quedé casi sin respiración viendo una de las más maravillosas creaciones de la naturaleza.

La vista era espectacular. Un manto liquido de tranquilas y mansas aguas azuladas, con suaves puntos verdosos salpicados aquí y allá por las numerosas algas marinas. La abundante y salobre sapina, muy características de las hermosas playas de Cádiz, me invitaban sin demora a bañarme entre sus espumosas y tropicales olas.

 La abundante y salobre sapina, muy características de las hermosas playas de Cádiz, me invitaban sin demora a bañarme entre sus espumosas y tropicales olas

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Suspiré otra vez con satisfacción, con una felicidad y tranquilidad que hacía mucho tiempo que no sentía. Me sentí en extasis, en paz conmigo mismo.

Los graznidos de las bellas y timidas gaviotas, me empujaron a mirar hacia el cielo celeste, el cual se encontraba completamente libre de nubes, incitando a mis pulmones a inspirar con complacencia y delectación la ligera brisa marina.

Definitivamente fue la mejor decisión que pude tomar, dejándome convencer por la loca de Alessia, de unas minis vacaciones en el sur de España.

Desde que llegamos a las costas de Cádiz, me sorprendió la limpieza de su aire casi inmaculado del tóxico ambiente de las grandes ciudades, llenas de humos y suciedad. Pero lo que más me asombró fue la calidez admirable de los lugareños, gente muy sana, amistosa y sencilla, que siempre respondían con palabras amables y educadas cuando nos dirigíamos a ellos.

Eran gente simpatica, de carácter abierto que siempre tenía una sonrisa alegre en su cara. Como decía Alessia ¿Qué se podía esperar de personas, que la mayor parte del año disfrutaban de una temperatura primaveral, de unas playas paradisiacas y un encantador carnaval que nada tenía que envidiarle dentro de sus diferencias, al famosísimo carnaval veneciano?.

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