CAPÍTULO ESPECIAL DYLAN

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                                        *TAN SÓLO, UNA NOCHE DE LUJURIA*


   -- Primera parte--                               "El reconocimiento"


--Dylan--



Descoser las costuras de mi alma... Ojala fuese él, ojala. Ese artesano y costurero de almas  que remendara las cicatrices de ese desamor que me ahogaba, que me exprimia, que me anulaba, y que no me dejaba pensar.

Si, lo deseé, con mucha fuerza, apretando los ojos, oprimiendo los puños, deseando que al abrirlos, ese romántico mensaje fuera de él, pero así son los deseos, sólo eso, deseos de anhelar una cosa para saciar un gusto.

Abrí los ojos y mi anhelado deseo se fue a la mismísima mierda... Todo estaba igual, nada había cambiado.

Me costó entender, quizás demasiado, que los deseos son sueños inexistentes, sólo algo que tu cabeza inventa, para que tu alma no sufra.

Finalmente logré descifrar que su ausencia provocaba un dolor agudo, que se acentuaba hasta solo ser una molestia constante en mi cuerpo.

La irritación me revolvió el estómago y exprimí los ojos con fuerza, antes de tomar una inspiración profunda para calmarme un poco.

Bajé los ojos al suelo, dejando caer mis brazos lánguidos a los costados de mi cuerpo, mirando las puntas de mis pies, derrotado, desilusionado, amargado.

Es como cuando esperas algo de alguien tan fervientemente, que cuando lo recibes de otra persona y no de la que tu quieres en realidad, te das cuenta que te ahogas, porque con un despertar amargo aprendes que hay personas que te ofrecen las estrellas y otras que te llevan a ellas.

Esa es la diferencia entre querer y amar.

Yo quería a Robert, pero amaba a Derek.

Volví a mirar la belleza inigualable del firmamento, mirando fijamente cada estrella, cada pedacito de luz, especulando sin en otro lugar del mundo, habría otra persona pensando lo mismo que yo, con el problemático dilema de no querer escuchar los susurros del corazón.

Y mi corazón me susurraba, mucho, insistentemente, con una inagotable y pesada letanía, pero mi alma me decía que no se puede cambiar los sentimientos, no se puede obligar a nadie a que te ame, no se puede mover montañas por alguien que no mueve una piedra por ti, pero es verdad que renunciar al amor es una puta mierda.

Tenía que retirarme, porque realmente si quieres a alguien, lo único que quieres para él es su felicidad, aunque no seas tú el que se la puedes dar.

Él sería mi recuerdo favorito aquello que tuve un ratito en mi vida y que adoré por unos breves instantes, aquello que me robaba el sueño por las noches, calentándome y dejando una sonrisa inigualable. Aquello que ya no volveré a tener.

Tragué muy duro, mirando al firmamento; allí en lo alto, la luna plateada me observaba, majestuosa y casi mágica, concienciándome que lo que estaba pensando una y otra vez como una mantra, era lo correcto.

Mi cabeza lo repetía, la razón me lo pedía, pero mi corazón me susurraba: "Me largo, me voy lejos, donde no pueda verte y no me busques, porque a mí, no vuelvas sin su amor.

Un dolor inexplicable se alojó en el centro de mi pecho, de donde se suponía que hace unos instantes estaba mi corazón. Se había ido y allí sólo había dejado un hueco frio y húmedo, como una cueva, solitario, herido, sin vida...

LOS QUIEBROS DEL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora