Capítulo tres. El flashback.

171 8 1
                                    

Odiaba el vestido que me había ordenado a ponerme mi madre para esa maldita cena. Porque sí, al final tuve razón y la cena se hizo, digamos que mis padres eran muy previsibles.

Lo que nunca me llegué a imaginar es que ese dichoso vestido fuese a acabar en el suelo de mi habitación y yo me fuese a levantar con Lucas en la misma cama. Ambos en ropa interior.

Y ahora es cuando viene el flashback.

—¿Te quieres tranquilizar? —le pregunté a mi amiga. —La broma va a funcionar.

—Creo que se nos ha ido de las manos Anne. Esto es demasiado para una broma. —alcé ambas cejas y la miré escéptica.

—Tú misma dijiste que la broma debía ser épica porque el precio que íbamos a pagar por esa información era demasiado alto.

—Tus padres te van a matar y ya ni hablemos de los míos, voy a acabar alistada en el ejército e internada en un internado. —comentó asustada y decaída.

—Tampoco van a tener pruebas de que nosotras seamos las causantes de la broma, podría ser del nuevo. —intentaba tranquilizarla pero en realidad ambas sabíamos que seríamos culpables hasta de cosas que no hiciésemos. El único que se tomará esto con humor será mi padre porque mi madre probablemente les sugiriese a los padres de Caterine que me metiesen con ella en el ejército y en el internado.

—Lucas puede ser el chico más travieso del mundo pero, al menos por lo que ha dicho mi hermana, no es un chico que gaste bromas de este calibre.

—Estás dramatizando. Hablas de la broma como si fuese a peligrar la vida de alguien.

—¡Van a peligrar hasta nuestras propias vidas! —gritó estresada. Hice un ademán con mi mano restándole importancia.

A veces mi amiga era demasiado melodramática.

Bajamos las escaleras con cuidado de que ninguna de las dos sufriese un traspié con esos tacones y cayésemos rodando y ayudamos a nuestros padres a poner la mesa. La madre de mi mejor amiga también había aportado comida para esta bienvenida de tal manera que sobraría comida para el resto de nuestras vidas. No sé si mi madre y la suya tenían pensado que fuesen a venir a cenar un equipo de fútbol o es que tenían que darle salida a toda esa comida que estaba a punto de caducarse en el frigorífico.

No tenía miedo por la bronca o el castigo que nos pudiese caer después de la broma o que debido a ésta fuésemos a acabar también perjudicadas, tenía miedo de que sufriese una intoxicación debido a la comida o una gastroenteritis.

—Quiero que ambas os comportéis como es debido. Tienen que llevarse una buena imagen de nosotros. —Clara, la madre de Caterine, nos estaba dando un sermón sobre el buen comportamiento pero después de todo ella tenía razón, se iban a llevar una imagen de nosotros y muy alejada de la realidad. Nuestras bromas eran mucho peores. Igualmente Caterine y yo sonreímos y asentimos como si no tuviésemos ya la broma preparada.

—Venid aquí. —mi padre nos llamó con voz severa y nos acercamos temerosas. Unas más que otras. La cara que tenía la pelirubia de circunstancias era demasiado evidente. —Sé que tramáis alguna de las vuestras. —susurró. —Espero que no me decepcionéis. —mi padre nos guiñó el ojo y comenzó a tener una entretenida y animada conversación con José, el padre de Caterine.

Mi padre siempre nos apoyaba en las bromas, muchas veces nos castigaba pero en realidad se reía con nuestras gamberradas, supongo que el amor no le había cambiado. Obviamente cuando cometíamos alguna ''de las nuestras'' (como dice él) nos tenía que echar la bronca junto a mi madre porque de no ser así dormía en el sillón y decía que la espalda le quedaba hecha un asco. Muchas veces nuestros castigos eran más suaves gracias a que mi padre convencía a mi madre y conseguía que se tomase las cosas con humor como hacía él.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora