Capítulo dos. El pacto.

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—Esto es humillante. —resopló mi amiga. —Nos han secuestrado niños de trece años.

Estábamos en una situación comprometida pero creo que Caterine estaba exagerando. Cuando fuimos a hablar con Dylan para proponerle y hablarle sobre la investigación de Lucas, el chico nuevo, como dijo Caterine, no fue una buena idea. Era consciente (al igual que toda la escuela) que Dylan estaba aliado con los gobernantes. Para que nos entendáis, los gobernantes era como una especie de ''ejército'' de niños de doce años que se dedicaban a poner las leyes del instituto. Eran los chicos problemáticos, chantajeaban a profesores y hacían tratos con los alumnos, aunque hace tratos con ellos era como hacerlos con el demonio. Si no te metías con ellos, eran inofensivos pero si invadias su espacio personal, los molestabas o respirabas su mismo aire... Tenías un serio problema. Desgraciadamente, Dylan los había usado como su seguridad personal y para acceder al edificio del periódico escolar primero tenías que superar el control de seguridad, el problema había surgido porque Caterine y yo nos habíamos saltado ese estúpido protocolo e intentamos colarnos. Evidentemente había sido intento fallido porque nos pillaron y ahora estábamos colgadas de un árbol y con la cabeza rozando el suelo.

Era de lo más surrealista que la escuela estuviese ''gobernada'' por niños de trece años. ¡Si sus mochilas eran más grandes que ellos! Incluso a los profesores les sorprendía. Estas nuevas generaciones... Era bochornoso.

Caterine y yo también teníamos mucha influencia en el instituto, mayormente por las bromas que gastábamos o por las venganzas que tomábamos en más de una ocasión. También destacábamos por los eventos que organizábamos, nada de bailes o de sucesos románticos, nosotras preferíamos una guerra de globos de pintura o lanzar flechas a las personas, parece peligroso pero el último superviviente se quedaba con todo el dinero de todos los participantes. Llegabas a conseguir más de mil euros. Era genial.

Lo irónico de todo esto es que todo lo que sabían estos chicos, lo habían aprendido de nosotras, era una especie de legado; pero ellos lo habían llevado al extremo y habían conseguido sembrar el pánico.

—No te preocupes, pronto vendrá Dylan y nos sacará de esta. —tranquilicé a mi amiga pero ella solo me lanzó una mirada cargada de odio.

—Te dije que no era buena idea hablar con el periodista de pacotilla. ¿Por qué nunca me haces caso? —enarqué una de mis cejas.

—¿Alguna vez he hecho yo caso a alguien? —no necesitaba la contestación de mi amiga y ella lo sabía, era una pregunta retórica. —Lo que es injusto verdaderamente es que tengamos que pasar por esta zona antes de ir a hablar con el propietario del periódico. Es lógico que se esté echando a perder.

—Gracias por valorar tanto mi trabajo. —intervino una voz masculina. Caterine y yo miramos hacia nuestro lateral derecho y vimos a un Dylan (del revés) con los brazos cruzados en su pecho. —Os debería dejar ahí colgadas si no fuera porque necesito noticias frescas.

Dylan ordenó a los pequeños componentes de esa especie de gobernación a que nos soltase. Probablemente si el periódico no estuviese en una total decadencia Dylan nos hubiese quedado ahí un día entero o incluso más pero todo el mundo sabía que estaba desesperado.

Para que os hagáis una idea del aspecto de ese grupo de chicos es, básicamente, un conjunto de chicos vestidos normalmente con trajes militares, que llevaban armas (aunque de plástico gracias a Dios), martillos, lanzas, etcétera. También usaban gafas de sol, gorras militares e incluso se ponían barbas y vigotes falsos. Parecía que iban a asaltar y gobernar un país; realmente daban la impresión de que iban a iniciar una guerra.

—Tenemos que contratar tus servicios. —informé mientras que me colocaba el pelo. —Hemos pensado en que podías mandar a tus periodistas a que investiguen a un alumno nuevo. —Dylan me miró suspicaz mientras que andábamos camino a su despacho.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora