Capítulo veintinueve. Epifanía.

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Tahiel.

Creo que te quiero, creo que te quiero, creo que te quiero, creo que te quiero, creo que te quiero, creo que te quiero...

Esas palabras no dejaban de dar vueltas por mi cabeza. ¿Cómo había podido soltarme eso y dormirse sin más? Prácticamente me estaba volviendo loco. De hecho, incluso me había planteado levantarla y pedirle explicaciones. Es decir, o quieres a una persona o no la quieres, ¿qué pinta ese ''creo'' ahí?

No le había confesado mis sentimientos a Anne antes por varios motivos, pero el que más pesaba de todos era que pensaba que, si le decía algo, ella no iba a corresponderme y me iba a matar por decir ese tipo de idioteces (y digo esto así porque sería lo que ella diría textualmente antes de mandarme derechito a urgencias). Prefería seguir guardando los sentimientos que tenía hacia ella antes de que me diese una paliza y de paso perderla para siempre por ''decir idioteces''. Conociéndola seguro que se alejaría cincuenta metros de mí.

Estaba obsesionándome tanto con aquello que había tenido que salirme fuera a tomarme un café porque estaba comenzando a andar de un lado a otro en la habitación y estaba poniendo nerviosos a los padres de Anne. Álex me dijo que o me relajaba o me vetaba la entrada al hospital para siempre y no podría visitar a Anne el tiempo que le quedase aquí.

Ese hombre necesita relajarse un poco. Anne debería pasarle el número del camello que trafica en el instituto.

Creo que cualquier persona se comería tanto la cabeza si estuviese en mi situación. Ni si quiera me había afirmado que me quería, solo lo había puesto como un caso hipotético y además teníamos que tener en cuenta que cuando lo había dicho estaba colocada; es decir, podía ser cierto o no. Podía haberlo dicho porque realmente lo siente y los calmantes la han llevado a que le diese todo igual y se dejase llevar; o, por el contrario, que no supiese ni lo que estaba diciendo y soltase aquello como también podría haber dicho que veía un elefante rosa volador.

Me parece que tomar café no ha sido muy buena idea.

—¿Puedes relajarte? —pidió Miguel mientras que miraba el cielo apoyado en una ventana. —Me estás estresando. —fruncí el entrecejo.

—Sí, se te ve súper estresado. —ironicé.

—Ya te hemos dicho muchas veces que os gustáis mutuamente, incluso vuestros padres lo dicen. No sé por qué sigues dándole vueltas. —comentó Lucas que ojeaba una revista sentado en una silla.

¿Por qué mis amigos no se podían preocupar un poco por mí? Ni si quiera se habían sorprendido o entusiasmado por la declaración de Anne. Cuando se lo conté (y tuve que hacerlo porque me vieron salir prácticamente trotando de la habitación), solo asintieron con la cabeza, compartieron una sonrisa cómplice y chocaron los puños pero no dijeron ni una sola palabra y de hecho, después de eso, su expresión facial fue completamente neutral. Han estado ignorando mi estado de ansiedad hasta ahora.

Vaya amigos.

—No tenemos pruebas de que los calmantes hayan provocado que diga la verdad o que diga tonterías. —me pasé las manos por la cara con frustración y suspiré. —De todas maneras ni si quiera debería estar pensando en esto. Lo que debería estar ocupando mi mente es su estado de salud, no sus sentimientos hacia mí; eso podremos hablarlo cuando se recupere. Me siento un poco egoísta.

—Se te acaba de declarar, es normal que estés como estás. —dijo Lucas pasando una hoja de la revista.

—Bueno, normal lo que se dice normal...—añadió Miguel. —Parece que te has metido algo para estar activo y das bastante miedo. Aunque pensándolo mejor, cuando estéis en la misma habitación será bastante gracioso veros porque formaréis la pareja más original del mundo: la pareja drogadicta. -Lucas comenzó a reírse y yo rodé los ojos.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora