Capítulo veintiocho. Sédeme.

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*Aconsejo escuchar la canción de multimedia mientras que leéis el capítulo* <3



Anne.



Las únicas palabras que podían definir a la perfección mi estado actual eran: me cago en mi vida.

Me dolía tanto la cabeza que tenía la sensación de que me iba a explotar, aunque había escuchado al médico decirle a mis padres que había tenido suerte de que eso no hubiese pasado literalmente.

Acababa de salir de quirófano debido al accidente de moto que había sufrido hace una hora (o eso me había parecido a mí porque según me habían informado mis padres cuando desperté, casi había pasado un día totalmente sedada e inconsciente) y tenía una pierna totalmente escayolada, dos costillas rotas y lo más grave de todo, una lesión en el cerebro: un traumatismo cerebral. En el quirófano habían tenido que extraerme sangre coagulada que había entre el cerebro y el cráneo formando hematomas que presionaban el cerebro y podían dañar los tejidos cerebrales. Según el médico había bastante riesgo de que muriese, al igual de que era sorprendente de que ningún tejido cerebral hubiese quedado dañado y que me hubiese levantado tan pronto; evidentemente, a pesar de que diese signos de recuperación, me habían prohibido levantarme de la cama.

Una mierda.

Cuando intenté convencer a una enfermera para ir al baño me dijo que me olvidara del tema y me trajo una cuña.

UNA CUÑA.

Yo no soy capaz de orinar ahí; no soy capaz de concentrarme. Hay muy poca distancia y además no puedo hacer pis tumbada.

Esto va de mal en peor.

A parte de no dejarme ni si quiera ir al servicio, me habían mandado tanta medicación que podían sedar a un rinoceronte. Pretendían tenerme todo el día drogada. ¿Es que acaso no se dan cuenta de que aquí y en este estado soy presa fácil para todas las personas a las que he torturado y extorsionado? Todos mis enemigos vendrán a por mí si se enteran de esto.

Nadie me escucha.

Ansiolíticos, anticoagulantes, antidepresivos, diuréticos, relajantes musculares...

El médico le había dicho a mis padres que a muchos pacientes a veces les mandan pastillas para que se mantengan alerta y activos pero que conmigo esas pastillas las iban a omitir y solo iban a mandarme los tranquilizantes y relajantes. Ya estaba bastante alterada como para además darme medicación que me potenciase ese sentimiento.

Le iba a patear ese trasero.

Estaban dándole demasiada importancia a un hematoma de nada.

—¿En qué estabas pensando? —discutió mi padre. —Nos encanta que seas temeraria Anne pero esta vez has puesto en riesgo tu vida.

—Podríais pedirle un sedante a la enfermera. —pedí colocándome mejor en la cama. —Me duele mucho la cabeza.

Ya que estaba prescrito que podía drogarme, iba a aprovecharme de eso para no tener que soportar la bronca de mis padres.

—Acabas de sufrir un accidente y te acaban de operar, es lógico que te duela la cabeza y da gracias que solamente te duele y estás viva. —rodé los ojos ante la frase de mi madre. —Álex ves y diles que le vengan a poner algo. —mi padre asintió a regañadientes y salió de la habitación.

Los entendía. Me había comportado de una manera demasiado infantil y casi pierdo la vida; ellos casi pierden a uno de sus hijos y entiendo que estén enfadados, están en todo su derecho, probablemente yo también lo estaría si estuviese en su lugar.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora