Capítulo diecisiete. Su parte sexual.

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—¡Esto es inadmisible! —gritó el Señor Gómez. —¡No pueden encerrar a mi profesor de geografía en el cuarto del conserje! Ese comportamiento no será tolerado en esta institución. —Caterine y yo compartimos una mirada cómplice.

—En realidad, señor director, se quedó encerrado él solo por accidente; puede preguntarle si no se fía de nuestra palabra. —contradijo mi amiga.

—¡Una persona no se queda encerrada en un lugar por una casualidad! —bramó y dio un fuerte golpe a su mesa causando un estruendoso ruido que nos sobresaltó. —Tuvo que ir al médico porque casi sufre un infarto, sin mencionar que se le cayó varias estanterías en la cabeza intentando abrir la puerta. —Caterine y yo intentamos retener una carcajada. La imagen que teníamos en nuestra cabeza de Roger era bastante cómica.

—Oye no nos puede culpar usted de su torpeza. —defendió mi amiga.

—De hecho, no nos pueda acusar de nada porque no tiene pruebas, así que esas acusaciones son inverosímiles y ante cualquier consejo estudiantil serían descartadas por carencia de testimonios tanto de personas que hayan apreciado el supuesto suceso o de fotografías, vídeos o cualquier método que sirva para plasmar tales hechos. —sentencié.

—¿Dónde está ese chico lenguaraz cuando se le necesita? —farfulló.

—Dylan dirige un periódico, está entrevistando a los chicos que están constantemente provocando la aparición de la policía en el instituto. —explicó la rubia. —Dice que nuestro supuesto comportamiento es intolerable pero esos chicos son un peligro para la humanidad, deberían expulsarlos a todos. Ese comportamiento sí que es intolerable.

—¿Usted sabe la imagen que da el instituto al tener constantemente a la policía en nuestra puerta? Al principio pensaban que era seguridad privada que el instituto tenía pagada pero se acabaron dando cuenta que, en realidad, la policía estaba porque quienes causaban el desastre eran los estudiantes de aquí y la policía solo se aseguraba de que el resto de personas de nuestro alrededor estuviesen en buen estado.

—Ustedes dos me dan muchos problemas y dolores de cabeza. —dijo el director masajeándose las sienes.

—Para el dolor de cabeza tómese un ibuprofeno. —aconsejó mi amiga. —Esas pastillas son mi salvación cuando tengo resaca. —el director dio un largo suspiro y nos miró con el ceño fruncido.

—Tengo que encargarme de esos chicos complicados; vosotras dos estáis castigadas toda la semana por haber mandado al señor Roger al hospital. —sentenció. —Fuera las dos de mi despacho. —tanto nosotras como el propio director salimos de aquella habitación, con la diferencia de que el director salió literalmente corriendo para averiguar cuál era la razón de que la policía estuviese de nuevo en el establecimiento.

Nuestro colegio era caótico. Sin duda, Caterine y yo éramos las causantes de la mayoría de las gamberradas pero los chicos de años inferiores estaban tomando nota de cómo actuábamos y de nuestras primeras bromas y seguían con la tradición. También se fijaban en los antiguos alumnos; cuando mis padres estudiaban aquí, en su segundo año, esto se descontroló y pasó de ser un instituto tranquilo a un tremendo vorágine. El antiguo director dimitió y probablemente el actual no tarde en irse por su propio bienestar.

—Me arrodillo ante vosotras. —comentó Miguel poniéndole un sombrero que él mismo llevaba a mi amiga. —Encerrarle en ese armario plagado de ratas, a las que les tiene pánico, ha sido digno de ver.

—Uno de los mini-reporteros de Dylan lo ha grabado, dijo que después os pasará una copia. —mencionó Lucas; Caterine y yo chocamos los cinco.

—Me ha parecido excesivo que lo hayáis desnudado. —intervino Tahiel metiendo sus manos en los bolsillos de los pantalones. —Ha salido del instituto en la cama de la ambulancia como Dios lo trajo al mundo. Eso es demasiada humillación.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora