—Oye mamá me has quedado el pelo hecho un desastre. —bufé molesta mientras que me tomaba un zumo de naranja.
Ayer cuando Caterine y yo nos ocultamos de Dylan metiéndonos debajo de un coche se me pegó un chicle al pelo (me sentí aliviada de que no fuese la caca de perro que estaba a apenas centímetros) y cuando llegué tuve que pedirle a mi madre que me lo quitase. Ella, como tiene complejo de peluquera, comenzó a cortarme el pelo creyéndose una experta y presumiendo y alardeando de que me iba a quedar un peinado como si fuese el de una modelo y apenas se iba a notar el corte.
¡Y una mierda!
Mi pelo había quedado peor que aquella vez que Tahiel me rapó media cabeza; al menos esa vez me estilizaba, ahora parece que me ha lamido una vaca, que he metido la cabeza en aceite de freír y que me he electrocutado porque se había quedado a lo afro.
—¡Tonterías tuyas! —exclamó mi madre haciendo un ademán con su mano. —De hecho, estás mucho más guapa ahora que con tu pelo habitual; te da un aire de chica rockera.
—Pues si ahora estoy más guapa que antes deberías preocuparte por la genética que hay en esta familia. —mi madre me lanzó una mirada asesina y se giró para seguir haciendo el desayuno.
—Hoy tengo una reunión importante. —comentó mi padre a modo de saludo entrando por la cocina. —No quiero que me llamen del instituto porque has provocado una fuga de gas, has inundado la clase de filosofía o has chantajeado a algún profesor. —rodé los ojos.
—Me culparon a mí pero no tienen pruebas incriminatorias. —señalé dándole otro sorbo a mi zumo.
—Hay fotos que demuestran el chantaje que le hiciste a la de matemáticas.
—No es mi culpa que sea zoofilica. —dije encogiéndome de hombros.
Cuando Dylan fundó el periódico nos contrató a Caterine y a mí para que fuésemos reporteras e investigásemos todo tipo de noticias. Comenzamos por los profesores y os sorprenderíais de la cantidad de trapos sucios que esconden. Nuestra primera víctima fue Adeline, nuestra profesora de matemáticas; llevaba treinta y cinco años casada y con cinco hijos pero resulta que descubrimos un fetiche bastante extraño que la estaba llevando a cometer una infidelidad: ¡era zoofilica! Ella no tenía culpa de que a esa mujer le gustasen los animales; además, no sé por qué aún seguían dándole vueltas al tema si lleva internada en un psiquiátrico y en tratamiento bastante tiempo. ¿Os podéis creer que nos amenazó con matarnos? Nosotros simplemente informamos. A veces la gente es demasiado exagerada.
—¿Cuándo va a acabar tu fase rebelde? La nuestra no tardó tanto en finalizar. —añadió mi madre poniendo un plato de tostadas sobre la mesa y mirándome con cansancio.
—No es una fase, es mi personalidad. —informé mientras que me llevaba un trozo de pan a la boca.
—Eso se te quita cuando te eches novio; ya verás que formalita te vuelves. —sonrió mi madre con ilusión. —Tengo tantas ganas de verte con un chico que te quiera y te cuide. Ay. —suspiró emocionada provocando que me atragantase y comenzase a toser.
—Que me vas a traumatizar mamá. —conseguí decir después de un sorbo de zumo para que pasase la comida. —Tú y papá sois unos románticos y lo acepto pero tenéis que dejar de insistir en que me eche novio y de emparejarme con todo el mundo, y de paso dejar de concederle entrevistas a Dylan, habéis hecho que se obsesione con historias románticas y no para de hablar de mí y de emparejarme con cualquier chico que él considera candidato. —expliqué molesta.
—Mejor, así estoy informado de qué clase de chicos se acercan a ti; sabes que soy un padre bastante divertido y poco severo pero eso no quita que me preocupe por mi hija. —intervino mi padre mientras que leía los deportes en el periódico.
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Nunca en la vida. (Terminada)
Teen FictionMe conozco demasiado bien y mi palabra favorita es: nunca; no creía en las personas que usaban la frase de: nunca digas nunca. Nunca diré nunca digas nunca y mucho menos diré nunca digas nunca en la vida. Tú siempre serás mi "nunca en la vida".