Capítulo treinta y cinco. Despedida.

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*Escuchar la canción mientras que leéis este capítulo*. :)))


Disfrutad. ;)



Anne.


Volví a girar el bolígrafo negro sobre mis dedos y miré con el ceño fruncido a la libreta con la hoja completamente en blanco que estaba frente a mí. Estaba jodida.

Me encantaba escribir poemas. Era mi pasión y nunca había encontrado problemas para encontrar la inspiración. Siempre me había sentado frente a folios y folios totalmente en blanco y las palabras y rimas habían ido saliendo solas, como si fuese un vomito verbal de sentimientos que tenía la necesidad de verter en esos folios vacíos.

Eso ha sonado bastante asqueroso, lo sé.

Pero desde que había discutido con Tahiel, todo se había complicado en mi vida de tal manera que ya ni si quiera era capaz de crear mis poemas. Tenía un bloqueo interior que no me dejaba avanzar en la vida, ni en la real ni en la imaginaria a través de mis millones de versos. Y no solo me estaba pasando cuando escribía, sino que ya apenas sabía relacionarme con las personas; llevaba semanas sin discutir con nadie, ni si quiera intercambiaba palabras con los demás. Se me ha olvidado hasta cómo se debe saludar. Y tanto yo como los demás, las personas que me conocían, nos estábamos a asustar de verdad. Era un miedo colectivo.

Tahiel y yo no habíamos hablado en dos semanas y tampoco nos habíamos visto. Anteriormente nos quejábamos frecuentemente de que solamente sabíamos vernos y ahora nos las habíamos apañado para evitarnos mutuamente. Aunque compartiésemos amigos, yo siempre estaba más con Caterine, Dylan y Elías y él con Dan, Miguel y Lucas; evidentemente, en muchas ocasiones, él pasaba tiempo con Dylan o Elías, pero no sé, supongo que, como ya digo, nos las estábamos apañando para evitarnos. Él pasaba tiempo con mis amigos más cercanos cuando yo no estaba presente y yo con los suyos cuando él no estaba, aunque ''pasar tiempo'' es demasiado, es mejor decir que intercambiábamos unas cuantas de palabras y no llegábamos a pasar ni media hora juntos.

Así que, si ya no coincidíamos con nuestros amigos, tampoco íbamos a hacerlo en las reuniones que celebraban nuestros padres. Mis padres se habían enterado de todo lo que había pasado entre Tahiel y yo, básicamente porque Dylan había publicado en su periódico todo con lujo de detalles y, a pesar de que al principio insistieron en que deberíamos hablar las cosas y se empeñaron en celebrar más reuniones, al ver que siempre faltaba uno de los dos, desistieron y dejaron de intentar que fuésemos a las quedadas. Ahora solamente iban sus padres y los míos a pasar el fin de semana juntos.

Sí, así estaban las cosas.

De hecho, yo me había incorporado nuevamente al instituto y cuando nuestras miradas se cruzaban por casualidad, ni si quiera nos mirábamos con frialdad, odio o rencor, solamente apartábamos la mirada y seguíamos nuestro camino como si no conociésemos al otro de nada. Aunque yo estuviese totalmente de acuerdo con este comportamiento porque estaba realmente enfadada con él, también me estaba desestabilizando esta pelea.

Una cosa es no discutir con los demás, no estar centrada en las notas o incluso no declarar una guerra en el instituto, es decir, no llamar la atención como solemos hacerlo Caterine y yo; y otra muy diferente es que no sea capaz de escribir poemas. Si ya no soy capaz de escribir ni una simple palabra, es que realmente estoy jodida y también significa que tenemos que hablar las cosas, aunque eso no nos lleve a arreglar absolutamente nada.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora