Capítulo treinta. Anne.

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Anne.

—¿Cómo es posible que Dan ya esté recuperado y yo siga aquí tan medicada que apenas pueda tener los ojos abiertos? ¡Él era el que conducía la moto! —Tahiel arrugó la nariz con desagrado.

A veces, cuando el tema era mencionado y salía a la luz, él salía de la habitación diciendo que tenía que estirar las piernas, tomar el aire o cualquier excusa que se le ocurriese; aún le molestaba el tema de la carrera. No sé si estaba molesto conmigo, consigo mismo por no haberme acompañado o con ambos. Repito, una vez más y siendo repetitiva, lo conocía demasiado bien y probablemente se sentía culpable por el accidente. Aunque él no hubiese sido el causante de estrellar ambas motos, seguramente creería que por el hecho de no acompañarme, ya había intervenido en que el accidente hubiese sucedido y por eso yo estaba aquí; probablemente pensaba que, de haber estado allí, podría haber impedido que me hubiese subido en una moto y así el accidente no hubiese pasado. En realidad, cualquiera que me conociese lo suficiente, si Tahiel hubiese estado y me hubiese negado y prohibido que me subiese a una moto, más le hubiese llevado la contraria y antes me hubiese montado en una. Él no tenía culpa de que aquello pasase y cuando tuviésemos un rato a solas tendría que hablar con él al respecto para hacerle cambiar de opinión aunque sea golpeándole con mi bate.

—Porque el cobarde saltó de la moto antes de que se estrellara. —comentó mi amiga dándole un golpe con las muletas.

—¡No soy un cobarde, soy un superviviente! —se quejó el científico loco. Mi amiga siguió dándole con las muletas y él cogió una de ellas y comenzaron a luchar, recreándolas como si fuesen espadas.

Entrecerré los ojos y los miré intensamente. Había algo diferente y extraño en ellos. Miré a mi amiga fijamente y después a Dan, seguía habiendo el mismo odio y la misma ira que siempre, pero había un brillo distinto en sus miradas que no llegaba a descifrar, aunque últimamente muchas cosas estaban cambiando.

Necesitaba una charla intensiva con mi mejor amiga.

Primero, tendría que contarme qué había ocurrido en la carrera. No me acordaba apenas de nada, solo tenía pequeños flashbacks con algunos detalles, pero la verdad que lo tenía todo distorsionado y borroso; y segundo, teníamos que hablar sobre Dan y ella. Mi intuición nunca fallaba y sabía, de hecho estaba totalmente segura, de que había algo distinto entre ellos.

—Deja de mirarlos así. —comentó Tahiel mientras que pasaba una hoja de la revista que tenía entre sus manos. —No vas a conseguir meterte en sus mentes por mucho que lo desees. —enarqué una de mis cejas.

—No me des órdenes. —contesté cruzándome de brazos. —Dime que mis sospechas no son ciertas. —entre él y yo no eran necesarias más palabras ni explicaciones, ambos sabíamos perfectamente a qué me refería porque desde hace años, nosotros dos compartíamos una especie de conexión especial, aunque no nos gustase admitirlo. Supongo que eso se debe a tanto tiempo enfrentados; lo peor de todo es que esa conexión se había amplificado después de tantos besos.

—Son ciertas. —Tahiel levantó la vista de su revista y me miró sonriente. —Está claro que se han enrollado. —lo miré atónita, entrando en una especie de shock momentáneo y provocando una carcajada que intentó tapar para no llamar la intención de los susodichos.

—Sabes algo que yo no sé. —y no era una pregunta, era una afirmación. Tahiel y yo siempre nos enterábamos de todo. Odiaba estar ingresada porque eso me dificultaba el hecho de acceder a la información con facilidad. —Cuéntamelo. —el pelianarjado se pasó los dedos por su barbilla, fingiendo ser una persona pensativa. Já, como si eso fuese posible.

—Creo que esa información no me pertenece a mí dártela.

—¿Prefieres que me entere por Dylan? —pregunté casi al instante.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora